Castigada

688 62 4
                                    

Un par de años antes solía ser una persona mucho más reservada de lo que ahora soy. No importaba cuánto intentaras entrar en mi burbuja, era prácticamente imposible y por alguna extraña razón los únicos que lograban transpasarla eran los hermanos Lewis, a quienes conozco desde que tengo uso de razón. No me quejaba de mi vida, a pesar de lo reprimida que lograba ser con una madre como Leyla Clark, sin embargo no me sentía infeliz. Al contrario, el hecho de verla preocupada por cada aspecto de mi vida me daba la impresión de ser realmente querida. Me repetía a mí misma una y otra vez que era completamente normal que mi madre quisiera escoger mi ropa, pasatiempos y corrigiera mi forma de pensar como si en realidad quisiera implantar un chip en mi cerebro que me hicieran la hija perfecta.

Ahora siento que nada de eso es correcto; y todas sus miradas, palabras de alientos e incluso presencia me parece falsa.

Llevo cinco días encerrada en mi cuarto. No he vuelto a ver a mi madre, siendo Matilde el único rostro que me ha visitado cada día para dejarme platitos de ensalada con asquerosos aderezos, ella ha de pensar que realmente estoy enferma, pues el otro día luego de dejar el plato sobre mi mesa de noche se acercó a mí para revisar mi temperatura mientras yo fingía dormir. No he tenido ganas de hablar con ella. Lo último que me falta es tener que aguantar otra riña de mi madre por no ser una actriz nata y darle a entender a la servidumbre que en realidad estaba siendo encerrada.

Dios... la detesto.

A ella y a mi padre, quien toda mi vida se ha encontrado inconstante y me ha dejado sola con la manipuladora de mi madre. Nunca se ha preocupado por mover un dedo y hacerme feliz.

¿Que cree?

¿Que con tenerme en una casa bonita con ropa cara va a poder suplantar la verdadera función que debió de cumplir?

No importa los recursos que se haya gastado en mi.

Ha sido un padre de mierda.

Lo único que le agradezco es la educación académica que ha estado dispuesto a pagar.

Menuda vida la que me gasto.

Una madre controladora y un padre fantasma.

Los días que llevo aquí he estado consciente de que mi móvil ha vibrado un par de veces, pero luego del quinto intento de aplastar el botón con mi dedo pulgar, índice y anular renuncié a la posibilidad de hacerlo funcionar y paré de intentar contestar dejándolo tirado nuevamente en el felpudo piso sin prestar atención a las demás veces que ha anunciado una llamada entrante.

Ahora mismo me encuentro parada en frente de las puertas francesas de mi balcón. Debe de ser alrededor de media tarde, pero no tengo idea de qué hora exacta podría ser.

Solo quiero que los días pasen rápido.

Camino hasta mi tocador y me siento en el observándome en el espejo. Mis labios se encuentran más rosados de lo normal, mis ojos inyectados de sangre por la cantidad de veces que he llorado y mi rostro luce demacrado.

Me da pena mirarme a mí misma.

Estoy segura de que si alguien del exterior me viera pensarían soy un desastre.

Con mis dedos flácidos tomo un cepillo de la mesa y comienzo a pasarlo por mi pelo con extrema paciencia y así me quedo al rededor de unos diez minutos.

Al paso que voy me volveré loca de remate.

No puedo seguir encerrada.

Comprometida con Adam [En corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora