Dejame explicartelo

981 61 12
                                    


-Keyla... ¡keyla!

Despierto por una insistente voz llamándome, abro los ojos y lo primero que veo es el refinado rostro de mi madre.

Exaltada me arrastro sobre la cama  para alejarme de ella y mirarla con auténtico terror desde mi nueva posición. Agitada pongo mi mano sobre mi pecho y siento como este sube y baja luchando con el aire que quiere dejar de salir.

Solo fue un sueño.

Pienso para calmarme sin dejar de mirar a la protagonista de lo que acaba de ser una de mis pesadillas más frecuentes desde que tengo uso de razón.

No entiendo el hecho, pero desde pequeña suelo soñar cosas terribles referentes a mi madre, cosas que estoy segura de que no pasaron, pero aun así aparecen en mis noches como si de un recuerdo turbio se tratará.

Mamá me mira desde el otro lado de mi enorme cama y frunce el ceño con extrañeza. Nunca he querido contarle de que van estas pesadillas, no soy capaz de decirle que sueño con su malvada alterego que me dejaba hincada en el medio del jardín con pesados libros sobre mi cabeza solo por no haberme querido comer unos simples vegetales.

-¿Va todo bien mi niña?

Sus ojos se suavizan mirándome con cariño mientras yo voy relajando mi postura – ¿Como mi mente puede jugarme una broma tan escalofriante con una mujer tan dulce como mi madre? Es cierto que en ocaciones ha sido algo dura conmigo, no es perfecta. Sin, embargo siempre se ha preocupado por mi – Despego mis labios para responder a la pregunta que ha realizado dándome cuenta de que he tardado una eternidad en responder y asiento con la cabeza esperando a que no pregunte porque me he despertado sudando y asustada como los mil demonios.

Para mí buena suerte no dice nada y camina hasta el balcón de mi cuarto remueve las cortinas de mi puerta francesa y las abre de un tirón. Una segadora luz irrumpe en todo el espacio y yo no hago más que taparme con mi edredón.

-¡Vamos, arriba! Tienes que ir a hacer un par de cosas. Luego puedes regresar y dormir todo lo que quieras.

Gruño por debajo. No quiero levantarme, quiero dormir, pero sé que si no me paro en este instante me ganare un regaño de horas y horas por no llevarme de lo que mi perfecta y lista madre dice que debo hacer. Así, como cuando me quedaba despierta hasta altas horas de la noche leyendo libros de amor, que lo único que hacían era meter ideas absurdas e imaginarias en mi cabeza, además de hacerme perder el tiempo y volverme una muerta viviente por el resto de mi día; palabras dichas por mi madre, no por mi.  Yo jamás me expresaría así de un buen ejemplar. Los libros para mí son sagrados y aunque ella no lo crea, soy muy consciente de que las historias que leo solo ocurren entre páginas. Nunca he soñado con encontrar el hombre perfecto, romántico empedernido, que solo con su habla haría que temblasen mis piernas y que con un beso borraría  todo a mi alrededor, soy realista y sé que esa clase de amor no existe, por tanto, me encantan leer acerca de ello, como un recuerdo de que no va a ocurrirme. No soy tan especial.

-Keyla, por favor, que ya no eres una niña. Te espero abajo para desayunar, si no vas en veinte minutos volveré y no seré tan amable como ahora.

Escucho unos pasos alejarse lentamente seguido del cierre de mi puerta.

Quito el edredón que tapaba todo mi cuerpo hace unos segundo y me levanto para hacer mi rutina matutina lo más rápido que pueda antes de que mamá regrese y se ponga pesada.

Comprometida con Adam [En corrección]Where stories live. Discover now