Capítulo 3.

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—¿Quieres que hagamos suertes para ver quién se ducha primero?
Le distrajo la voz de Dong Woo mientras que él, Sung Kyu, hojeaba el libro de matemáticas. Esa había sido su última clase y Kim no había tenido la más remota idea de lo que ésta había tratado. ¿De verdad había gente que comprendía eso de mezclar letras y números? Él no lo entendía.
—¿Cómo?
—¿Qué tal con "piedra, papel y tijera"?
—Paso. Soy pésimo en ese juego —Sung Kyu frunció el ceño. ¿Cómo sabía eso? No estaba seguro, pero sabía que era verdad. Siempre perdía en ese juego...—. Hazlo tú primero.
—¿Seguro?—. Dong Woo se acercó a él, echándole un vistazo a lo que leía por encima de su hombro—. Las matemáticas son horribles —comentó—. Escuché que ese Myung Soo, ya sabes el que no siente, tiene las mejores notas en la materia.
Sung Kyu se encogió de hombros por respuesta, cerrando el libro mientras que Dong Woo se dirigía al baño. El joven sin recuerdos le vio alejarse y suspiro.
Las cosas no iban bien. En lugar de mejorar todo parecía empeorar. Cada día estaba más confundido. No tardarían nada en echarle del sitio y enviarle a casa del abuelo, un sitio donde tampoco le esperaba gran cosa. Pero... todo podría mejorar si él recordaba. Si volvía a ser el de antes... El médico había aconsejado que frecuentara los sitios de antes, pero no había podido hacerlo. En primera ni siquiera había sido capaz de volver a su antiguo hogar. Según Sung Jong el abuelo había vendido la casa donde vivían con sus padres. Tal vez demasiado apresuradamente. ¿Y el colegio? ¿Y sus amigos? Pero de esto nadie decía nada. Y a veces Sung Kyu creía que todo era mentira, que realmente él no había tenido esos padres, ni esa casa, ni una escuela, ni amigos, ni ese abuelo y tampoco un hermano... Y entonces Sung Jong le mostraba las fotografías y los vídeos caseros. En efecto, todo lo que le habían dicho era verdad. Ellos eran su familia. Él era Kim Sung Kyu, un brillante alumno a un paso de la graduación. Pero entonces, ¿por qué no podía recordar? Sabía que si lo hacía encontraría respuestas a todas sus dudas.
—Oye, Sung Kyu. El baño está libre.
Le interrumpió Dong Woo, sacándole de sus pensamientos. Eso era algo que, según Sung Jong, seguía teniendo intacto: su manía de perderse en su propio mundo pensando en cosas "raras".
—Si. Gracias.
Sung Kyu tomó el pijama, su cepillo de dientes y su bata nueva. De alguna forma pasar la noche en aquel sitio le hacia sentir extraño. Se había acostumbrado a la casona del abuelo.
No se demoró mucho en la ducha. La cabeza había comenzado a dolerle y solo ansiaba ir a dormir. No tomaba nada en esos momentos, porque los dolores sólo aparecían cuando intentaba recordar. Y además conocía el remedio perfecto para ello.
Al volver a la habitación se encontró con que Dong Woo ya dormía. Bueno, no era extraño, según su estricto horario al día siguiente debían estar en su primera clase a las siete en punto. Y el saber que era francés de nuevo no mejoraba mucho el estado anímico de ninguno de los dos chicos. Parecía que Sung Kyu no era el único que no había entendido un carajo en las clases de ese día.
¿Cómo le hacían los demás alumnos para aprobar? ¿Cómo era que no había alumnos enloquecidos debido a la presión? Joder, eso no era normal. ¿Qué eran? ¿Robots? ¿Aliens?
Él creía en los aliens, ¿verdad?
Y el dolor de cabeza se intensificó.
Lo mejor sería dejarlo e ir a dormir.
Se sentó en su cama, guardando sus libros, pero dejando vagar un segundo la vista por uno en especial. Un libro de cuentos infantiles por lo que veía. Y además usado. ¿Qué podía hacer Sung Kyu con algo así? Pero aquel había sido el libro que Nam Woo Hyun le arrojara aquel día al finalizar la clase de francés. Justo después de que interviniera y le salvara de un castigo seguro en su primer día... ¿Qué tendría en esa libreta negra para que la bruja que daba esa materia le hubiese dejado tranquilo? ¿Y qué significaba ese "es él"? ¿Y de que hablaba Woo Hyun? ¿Qué sabía él? ¿Se refería a su amnesia? Bueno, la dirección había sido informada y el abuelo había asegurado que serían pacientes con él, pero, ¿eso significaba que Nam Woo Hyun también lo sabía?
Sung Kyu volvió a encogerse de hombros y abrió el libro con pereza, pasando las páginas hasta dar con una que tenía la esquina doblada. Era el inicio de un pequeño relato sobre un niño que ayudaba a un lobo en el bosque y este le recompensaba con la traición...
Sung Kyu cerró el libro de golpe, molesto y confundido. ¿Ese Woo Hyun quería que él viera eso?
—Que tipo.
Susurró, guardando el libro con el resto y levantándose para correr las cortinas de la ventana. Parecía que a Dong Woo se le había pasado ese detalle.
Pero apenas sus ojos se fijaron en el jardín y en la valla que lo separaba del bosque una figura surgió de la nada. Y Sung Kyu no tardó en reconocer aquellos rubios cabellos.
Woo Hyun.
¿Qué hacia en la noche por el jardín? ¿No se suponía que estaba prohibido? ¿O las prohibiciones no aplicaban en los prefectos? Sung Kyu recordó a Ho Won diciendo que él no tenía que ir a clases porque era un prefecto, pero entonces, ¿por qué Woo Hyun tomaba aquel día la clase de francés? Y según ese chico, Min Ho, Woo Hyun era su líder o algo así.
Los ojos de Sung Kyu volvieron a enfocarse en el jardín, observando ahora como Woo Hyun saltaba la valla con gracia, casi con elegancia, internándose en el espeso y oscuro bosque.
Eso tenía menos sentido. ¿Por qué él...?
Aguardó durante casi media hora, pero el de los cabellos dorados no volvió a salir. ¿Estaría bien? Pero claro, ese no era su problema.
Sung Kyu tiró de las cortinas, dándose un momento para mirar la luna. Y entendiendo el porqué de tanta claridad, en otras circunstancias seguro que no habría podido distinguir a Woo Hyun. Esa noche había luna llena.
Sung Kyu se volvió hacia su cama, bostezando. ¿Luna llena, luna nueva y media luna? Tampoco estaba muy seguro de esto, pero tomó nota de ir a la biblioteca y buscar un libro sobre las fases de la luna.
Desde que despertara del coma venía soñando con los colmillos, los gruñidos y el pelaje dorado; y esa noche no fue una excepción. Salvo por un pequeño detalle, esa vez había una voz. Alguien llamándole con angustia. Alguien que lloraba y le suplicaba que no le dejase... Alguien que sufría...
Sung Kyu abrió los ojos, encontrándose con la luz de la habitación encendida.
—Perdón por despertarte de esa forma —susurró Dong Woo, de pie junto al interruptor —pero la alarma acaba de sonar. Debemos darnos prisa si no queremos llegar tarde de nuevo. Y si no queremos perdernos el desayuno.
Sung Kyu asintió. No le apetecía ninguna de las dos cosas. Y además estaba hambriento. Moría por un enorme plato de ramen.
Los dos chicos abandonaron la habitación al mismo tiempo. Dong Woo hablando hasta por los codos y Sung Kyu sólo escuchando. No les fue demasiado difícil hallar el comedor, ya que se limitaron a seguir al resto de los alumnos. Algunos bostezaban y casi parecían arrastrarse debido al sueño, pero estaban ahí. ¿Sería que todos eran responsables? ¿O les gustaba demasiado aquel sitio? Pero Sung Kyu no lo sabía.
El comedor era un sitio amplio, del tamaño de un salón de baile. Con mesas esparcidas por toda la estancia, estaban elegantemente decoradas. Y mientras los dos chicos tomaban asiento, Sung Kyu distinguió a unos cuantos meseros empujando carritos del servicio.
—Estoy hambriento.
Gruñó Dong Woo y Sung Kyu le dio la razón, mirando el techo, decorado con una bella pintura de flores. ¿Rosas? Mm. No estaba seguro. Pensó en preguntarle a Dong Woo, pero antes de abrir la boca una figura conocida de había materializado junto a él.
—¡Sung Kyu!
Y los esbeltos brazos de Sung Jong le habían rodeado a la vez que el menor se sentaba a su lado.
—Sung... Jong. Me asfixias.
—Lo lamento —el niño se separó un poco y Sung Kyu escuchó un maullido, sólo para ver a Tippy saltando al regazo de su amo—. Ayer no te vi. ¿Como estuvo tu día?
—Bien.¿Y el tuyo?
—Increíble. Me encanta este lugar. Es tan misterioso y bello. Es como vivir dentro de una novela de aventuras.
Sung Jong soltó la risa, tomando al gato entre sus brazos y ganándose una curiosa mirada de Dong Woo.
—Es mi hermano—. Explicó Sung Kyu y se volvió hacia Sung Jong de nuevo—. ¿Le permiten a tu mascota estar en el comedor?
Sung Jong frunció el ceño y se levantó.
—La verdad es que no, pero...—. No terminó la frase, sus ojos se habían topado con alguien más—. ¡Sung Yeol! Creí que te quedarías a vivir en la ducha—. Se inclinó un segundo hacia Sung Kyu—. Te veo después.
Y se marchó a reunirse con su amigo, aunque sin soltar en ningún momento al dios Tippy.
—Lindo chico.
Comentó Dong Woo y Sung Kyu se limitó a encogerse de hombros.
Llegaron a la clase puntualmente, encontrándose con Min Ho, quién les presentó a un chico que estaba junto a él llamado Jong Hyun.
La clase transcurrió con normalidad, Sung Kyu confundido, intentando prestar atención, pero sus ojos yendo directamente a aquel asiento vacío.
Woo Hyun no había ido a clases.
¿Podría ser que algo oscuro y tenebroso le hubiese devorado en el bosque?
Pero sabía que no era así.
La clase finalizó y los dos chicos, más Min Ho y su amigo les siguieron.
—Ahora tenemos una hora libre —se maravilló Dong Woo, mirando su horario—. Este sitio empieza a gustarme.
—Eso dices ahora —replicó Jong Hyun —pero las horas libres entre clases no son para relajarse, sino para intentar ponerse al día con los deberes.
—¿Qué dices?
—Ya lo irás viendo en la semana —añadió Min Ho —los de tercero tenemos más... responsabilidades. Y la prueba esta en que los de primero no tienen horas libres, pero tienen menos clases.
—Y menos deberes.
Ayudó Jong Hyun y los dos chicos rieron ante la expresión confundida de Dong Woo.
Sung Kyu, por su parte se había ido rezagando hasta quedarse atrás, notando que sus acompañantes estaban demasiado sumergidos en su conversación como para notarlo. Y sin más se escabulló directo al jardín.
No era por Woo Hyun. Por supuesto que no. No le preocupaba si el chico había muerto, pero... le intrigaba. Y además alguien tenía que encontrar su cadáver, ¿o no?
Sung Kyu anduvo por aquel sitio, buscando su propia ventana para asegurarse de que estaba en el sitio correcto. Había algunos alumnos por ahí también, aunque todos iban en grupos de amigos. Él era el único por el sitio que iba solo.
No le demoró mucho hallar el lugar donde había visto a Woo Hyun la noche anterior. Pero no había nada que ver. Ni siquiera pisadas. Ni sangre ni jirones de carne. Todo eso debía estar en el bosque, pero Sung Kyu no se animaba a cruzar la valla. No le temía a lo que pudiese haber del otro lado, pero...
Sus ojos se desviaron hacia unos matorrales y junto a estos un montón de flores blancas.
¿Cual era el nombre de esas flores? ¿Rosas? ¿Lirios? ¿Margaritas? ¿Tulipanes?
Pero no podía recordarlo. Simplemente no podía.
Sung Kyu se dejó caer de rodillas junto a las flores, una mueca de frustración en su rostro mientras intentaba recordar. Pero era inútil. Su cerebro no ayudaba y el dolor de cabeza se hizo presente.
Sung Kyu se dejó caer de espaldas entonces, recostándose y quedando oculto detrás de los matorrales. Dejó que su mente vagará sin rumbo fijo. Ya no intentó recordar, sólo se dejó estar. Pensó en Sung Jong. ¿Era normal no sentir demasiado entusiasmo al verle? Sung Kyu creía que no. Eran hermanos después de todo. Él debía quererle aún si no lo recordaba. Pero... era difícil sentir eso. El menor le agradaba la mayor parte de las veces, eso era cierto, pero... pero... seguía viéndole más como un extraño que como su hermano.
Sung Kyu se cubrió el rostro. Se sentía mal al pensar así. Ese niño se había esforzado en hacer las cosas cómodas para él después del despertar y Sung Kyu jamás se lo había agradecido. Realmente era un pésimo hermano mayor, ¿había sido así antes?
Se descubrió el rostro y mientras dejaba que su culpa le carcomiera las entrañas la respuesta llegó de golpe.
Margaritas.
Las flores que se hallaban a su lado eran margaritas.
Bueno, tal vez no todo estaba perdido. Cerró los ojos y se quedó profundamente dormido. El dolor de cabeza sólo desaparecía tras unas horas de sueño.
No lo despertó la luz siendo encendida por Dong Woo, sino el sonido de voces.
—...no podemos confiarnos.
—No lo haremos, señora.
—Mantendremos todo estrictamente vigilado.
Añadió otra voz. A Sung Kyu le resultaba familiar. Se incorporó a medias para echar un vistazo, topándose con una curiosa imagen: los tres prefectos de la Academia Dissander con una señora mayor, elegantemente vestida.
—¿Y que haremos con él?
Quiso saber Myung Soo entonces.
—En su estado no nos genera ningún peligro —respondió la mujer —pero sería mejor si lo mantenemos bajo vigilancia también, Woo Hyun, ¿podrías...?
—No le quitaré los ojos de encima, señora.
—Gracias. Sé lo difícil que es todo esto para ti.
—Para todos en realidad.
Añadió Ho Won.
Sung Kyu frunció el ceño, pero ese curioso grupo no agregó nada más. Marchándose en completo silencio. Por lo menos podía decir que Woo Hyun no estaba muerto.
¿Y de que iba esa plática? ¿"Todo estrictamente vigilado"? ¿Más de lo que ya lo tenían?
Sung Kyu no entendía nada, pero una mirada a su reloj de mano le demostró que eran cerca de las once. Vaya, había dormido bastante.
Se levantó y abandonó su escondite. No se topó con nadie en el camino, creyendo que había corrido con suerte. Estaba prohibido saltarse clases y ya debía haberse perdido la mayoría de aquel día.
El resto del alumnado debía estar en clases en ese momento.
Logró llegar hasta las escaleras del vestíbulo cuando una voz familiar lo llamó.
—Kim Sung Kyu.
El joven desmemoriado se volvió, lamentando haber sido descubierto por Woo Hyun. Precisamente Woo Hyun.
—¿Qué?
—¿No sabes que está prohibido saltarse clases?
—No me las estaba saltando —replicó Sung Kyu —yo sólo... me quedé dormido. Me dolía la cabeza y dormir siempre me quita el dolor.
—La próxima vez ve a la enfermería —Woo Hyun se acercó unos pasos —o inventa una mejor excusa.
—No es ninguna excusa.
Y repentinamente el joven prefecto lo sujetó de la muñeca, sus ojos fijos en el rostro del otro.
—Te lo dije. Tu amnesia no te salvara siempre.
—¿Como lo sabes?
Woo Hyun no le soltó, dejando sus ojos recorrer lentamente el rostro de Sung Kyu, como si intentase empaparse con su imagen. Aquello incomodó a Kim en demasía.
El rubio sonrió y le soltó, metiendo una mano en el bolsillo interior del suéter de la escuela y sacando la pequeña libreta negra.
—¿Ves esto? Aquí tengo anotados todos y cada uno de los historiales y curiosidades de los alumnos de la Academia Dissander.
—¿Y eso por qué? ¿Eres un acosador o algo así?
—Soy un prefecto.
Sung Kyu frunció el ceño, confuso una vez más. ¿Por qué él...?
—¿Qué pasa aquí, Woo Hyun?
Habló una voz femenina al pie de las escaleras. Los dos chicos se volvieron para encontrarse de frente con una mujer mayor, de cabello casi blanco y ropas elegantes. Sung Kyu no tardó en reconocerla como la mujer del jardín. ¿Quién era ella? Pero su duda fue resuelta cuando Woo Hyun le hizo una ligera reverencia antes de saludarla.
—Buen día, señora directora.

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