Capítulo 30.

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Sung Kyu corrió hacia los jardines, dejando a Sung Jong en su habitación.

Se encontró con Woo Hyun en el pasillo, quien a pesar de no haberle seguido hasta la habitación del menor parecía estar vigilando. Seguía cuidando de Sung Kyu, aún si este ya no necesitaba que le cuidaran.

—¿Oíste eso? —inquirió el rubio nada más verlo, acercándose a él tanto como le era posible.

—Sí. Es el auto del Maestro. Se ha estrellado contra la valla.

Woo Hyun se tensó, mirándole con sorpresa.

—Tu... ¿Maestro? El Gremio...

Sung Kyu le miró, notando la sorpresa y el miedo en su mirada, en sus dulces ojos. Y lo entendió. Woo Hyun no sabía que el Maestro era su abuelo. En el pasado nunca se lo dijo. No tenía porque si tenía en consideración la forma en que miraba a Woo Hyun.

—Nam... —se detuvo, dejando pasar la urgencia durante algunos segundos—. El Gremio no invadirá la Academia Dissander. Mientras yo este a cargo eso nunca pasará.

—¿Eso significa que serás Maestro?

—Así es como debe ser.

Y volvió a echar a andar, sin darle tiempo al prefecto de replicar. De todas formas no le haría cambiar de opinión. Sung Kyu tenía un camino trazado, un futuro hecho... y aunque le amase, ese futuro no incluía a Nam Woo Hyun. Porque el líder del Gremio jamás podría estar con un licántropo. Su amor estaba más que vetado para los Cazadores.

Llegaron al vestíbulo, cruzándose con Min Ho, quien se mostraba un tanto confuso. Y no era ninguna sorpresa. Sus dos compañeros de guardia, Dong Woo y Ji Soo ya no estaban con él. Debía ser duro perderles el mismo día. O mejor dicho la misma noche.

—Sung Kyu, ¿escuchaste...?

—Lo hice. El auto del Maestro se estrelló, tal vez necesite ayuda.

Pero antes de llegar siquiera a la puerta principal, esta comenzó a ser golpeada con fuerza, con desesperación.

Sung Kyu corrió hacia ella, abriéndola de un tirón, encontrándose con el chófer del abuelo. Aquel joven que les había llevado a la Academia Dissander la primera vez a él y a Sung Jong. Tenía el rostro ensangrentado y los ojos desorbitados.

—Joven... Maestro.

—¿Qué pasado?

El chico soltó un sollozo, llevándose una mano a la garganta.

—¿Puedo... pasar?

—Absolutamente no —respondió desde lo alto de la escalera la voz de Hee Chul.

Todos se giraron, viéndole bajar los escalones como la diva que Sung Kyu sabía que era.

—Está herido, imbécil, ¿no ves...?

—Eres tú el imbécil que no ve, Sung Kyu.

Hee Chul sacó lo que parecía un bastón de sus pantalones. Lo observó con atención y después lo llevó hasta el joven chófer, apartando sus manos del cuello del chico. Y todos pudieron apreciar las marcas en su cuello. La mordida.

—Porque ahora su lealtad ha cambiado —añadió Hee Chul, recuperando su bastón y mirando al chico con asco. Este comenzó a llorar, todo ante la atenta mirada de Sung Kyu, quien estaba sorprendido. Y sin palabras. ¿Vampiros? Y pensó en el ruso. ¿Sería posible que...?

—El Maestro ha caído —gimió el chófer —traté de protegerlo, pero míreme... Soy uno de ellos ahora. Fueron los vampiros. Llegaron de noche y...

—¿El Maestro ha muerto?

Y este era Min Ho, con los labios temblando a causa de la impresión.

—¿Fuiste el único convertido? —inquirió Sung Kyu, manteniendo la sangre fría.

—Sí... fui el único que sobrevivió. Ni la Guardia, ni los criados, ni la señorita Isabelle...

Ante estas palabras Sung Kyu se volvió hacia Woo Hyun, notándole pálido y viéndole trastabillar. Se dio prisa en rodear su cintura para evitarle caer.

Isabelle... la directora de la Academia Dissander.

—Yo... joven Maestro...

El chico se dejó caer de rodillas, arañando lo que parecía ser una pared para él. El espacio entre la puerta. Un espacio que dada su nueva condición no podía traspasar sin permiso.

—Ayúdeme... No quiero esto... Yo...

—Estás muerto para el Gremio —replicó Hee Chul, dándose la vuelta —lo que pase contigo no nos concierne.

El chico miró a Sung Kyu con desesperación. Con miedo. Y Kim sintió romperse su corazón. Porque conocía a aquel torpe, alegre e ingenuo chico de toda la vida. Y porque él no había pedido aquello. Era como Dong Woo, quién había sido atacado mientras cumplía con su deber.

—Puedes pasar.

El joven cayó de bruces sobre la alfombra del vestíbulo, sus pequeños ojos fijos en Kyu. El terror desfigurando sus facciones.

—Maestro...

—Min Ho, llévale a la enfermería. Explícale a Tae Min la situación.

Parecía que Min Ho iba a replicar, pero asintió, tomando al chico por uno de sus brazos. Mientras le llevaba a las escaleras, Sung Jong apareció. Y de inmediato se ofreció a ayudarle. Sin preguntar nada. Así era Sung Jong, compasivo hasta el final, ayudaría siempre al herido sin importar nada.

Sung Kyu supo que de haber estado en su lugar no habría dudado tanto.

Miró a Woo Hyun, con el rostro hacia abajo. Y vio el suave llanto que inundaba sus mejillas. Lo entendía.
La directora había sido lo más próximo a una madre que Woo Hyun había tenido. Lo más próximo que todos los estudiantes de la Academia Dissander habían tenido en realidad.

—Woo...

Pero no terminó de llamarle cuando sus ojos se enfocaron en el exterior de la Academia.

Y en aquellos ojos. Cientos de ojos rojos. Todos mirándole a él.

Woo Hyun dejó salir un bufido, entre sus brazos, aferrándose a él. Mirando lo mismo.

—Vampiros —jadeó su novio, mostrando lo vulnerable que era realmente Woo Hyun.

—No pueden entrar. No sin invitación. Estamos a salvo aquí.

Mierda. ¿Cuántos eran? Y, ¿por qué estaban ahí? Habían asesinado al Maestro, ¿qué querían ahora? Y mientras Sung Kyu cerraba la puerta, echando el cerrojo y agradeciendo que faltase poco para el amanecer, también comprendió eso.

Ellos estaban ahí por él. Porque ahora Sung Kyu era el Maestro.

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