Capítulo 41.

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Hee Chul había planeado el derrocamiento del Gremio desde hacia más de un año.
¿Por qué?
Estaba seguro que más de uno se lo cuestionaría. Estaba seguro que más de uno lo desaprobaría.
Casi podía escuchar a su padre, muerto en una cacería.
Patético.
Y era cierto. Ser un tipo resentido con el corazón destrozado era patético...
Y todo por él.
Kim Sung Kyu. Su primo, el verdadero heredero del Gremio. Y el hombre del que estaba enamorado.
Era estúpido y Hee Chul lo sabía. Sung Kyu no iba en serio. Sung Kyu no iba en serio con nadie. Sung Kyu no quería a nadie. Y aun sabiéndolo Hee Chul se había dejado arrastrar por él.
He oído cosas muy malas, Hee Chul. ¿Qué tienes tú que ver con los vampiros?
Esas palabras. La acusación del Maestro. Y el no dudar sobre la identidad de quien le había entregado.
Fue Sung Kyu, ¿no?
¿Te sorprende, Hee Chul?
Pero no le sorprendía. Le dolía, pero no le sorprendía. Podía decir que nada de lo que Sung Kyu hiciera lo sorprendería, ni la relación con su hermano, ni el odio a sus padres... pero Hee Chul quería creer que lo suyo era diferente.
Los dos son escoria. Lamento que sean los únicos candidatos.
El Maestro se lo había dicho desde que era muy niño. Ellos eran escoria y cuando se escapaban para follar, con Sung Kyu dentro de él, Hee Chul pensaba que tenia razón. Ellos eran escoria, pero si estaban juntos...
Tus acciones te han hecho perder el derecho a ser candidato.
Y Hee Chul lo entendió todo.
Desde el inicio todo lo que Sung Kyu aspiraba era a ser Maestro. Y seria capaz de apartar a quién le estorbase. Y Hee Chul lo hacia.
Había dejado Corea poco después, herido, pero sin dejar de amar ni un sólo instante a ese maldito traidor.
Y fue en ese viaje cuando decidió la mejor forma de vengarse. Dándole a Sung Kyu donde más le dolía: en su ego. Haciéndole perder todo. Así que había convencido a algunos vampiros de unirse a su causa. No le fue difícil, desde niño Hee Chul tenia facilidad para tratar con ellos. No sabia si era por su sangre. Y después había acudido a la Bestia. Jong Hyun. Sabia del parentesco de este con Ji Soo y que seria capaz de lo que fuese para protegerla. Tanto como sabia que Jong Hyun era un psicópata. No fue difícil obligarle a hacer lo que quería. Matar miembros del Gremio. Los mismos bastardos hijos de puta que disfrutaban llamándole marica sin futuro. No tenían mejor opinión de Sung Kyu, pero su primo era un prodigio y eso era suficiente para ellos. ¿Y Sung Jong? Hee Chul sabia que muchos de los ancianos le tenían simpatía al menor de los Kim. Era un lindo chico... pero tenia ideas peligrosas. Y para ellos que se negaban al cambio era realmente molesto.
¿Mataría a Sung Kyu?
Esa había sido su intención inicialmente, pero ahora... porque ese Sung Kyu no era su Sung Kyu. No quedaba nada del hijo de puta sin corazón del que se había enamorado. Y además estaba ese Nam Woo Hyun, ese perro...
Y Sung Kyu lo quería. Hee Chul lo sabia.
El coma, la perdida de memoria, todo eso había afectado a Sung Kyu de alguna forma. Y ahora era débil. No era rival para Hee Chul. Tampoco le preocupaba Woo Hyun, ni los otros prefectos. ¿Jong Hyun? Estaba encerrado como la bestia que era.
Hee Chul miró hacia afuera por la ventana de la oficina de la directora. Su oficina ahora. Tenia grandes planes para la Academia Dissander, la convertiría en una escuela interna para cazadores, mejor que Las Tres Cruces y Torre Blanca, siendo la primera el sitio donde él y Sung Kyu habían estudiado. ¿Y los licántropos? Los sobrevivientes formarían parte del plan. Su nuevo Gremio seria imparable, porque ellos no cazarían hombres lobo. Ellos los reclutarían.
Y había sido esto ultimo lo que había convencido a Sung Jong de unírsele. Con el nuevo Gremio se terminaría la caza indiscriminada. A los culpables se les arrestaría y se les daría un juicio justo.
¿Y el resto? Dong Woo pertenecía ahora a ellos. Era un lobo más. Min Ho y Sung Yeol... Ambos se habían negado a aceptar las nuevas reglas y Hee Chul había ordenado su muerte. Un desperdicio. Y sólo quedaba Ji Soo, la traidora, quien se había negado a obedecer y había firmado su sentencia.
Hee Chul observó el amanecer. Era bello. Era como una vez pensó que era Sung Kyu. Porque él había tenido esperanzas...
Escuchó un ligero golpeteo en la puerta.
—Adelante.
Myung Soo entró al sitio, con la mirada gacha, ya sin sus ínfulas de grandeza.
—He hecho lo que has ordenado. Todos los chicos están en las mazmorras.
Y Kim levantó la vista, mirándole con odio. Hee Chul sabia muy bien porque Myung Soo había accedido a colaborar, a diferencia de Ho Won, quien había perecido con el resto. Porque el hombre lobo estaba perdido de amor por Sung Jong. Le había visto rendirse ante él. El amor era una gran debilidad. El amor apestaba y, sin embargo, había sido el amor el que le había impulsado hasta el sitio donde estaba.
—Es una lástima que estés tú solo, ¿no, Myung Soo? Si Woo Hyun no hubiese huido, tal vez habrían hecho el trabajo de limpieza juntos.
Myung Soo oprimió los puños, pero no dijo nada, marchándose del lugar, luchando contra el llanto. Sus hermanos... había por lo menos una docena de cuerpos sin vida de ellos. Niños en su mayoría. Todos presas del ataque inicial de los vampiros. Según Hee Chul era inevitable, estaban sedientos, pero prometió respetar la vida del resto si eran obedientes.
Obedientes.
¿Qué otra cosa sabían hacer ellos? Habían sido obedientes durante toda su existencia como hombres lobo.
Myung Soo se mordió los labios. No sabia nada de Hoya. Y Woo Hyun... Woo Hyun se había marchado con Sung Kyu. Habían huido. Les habían dejado a su suerte.
—¿Myung?
La voz de Sung Jong lo hizo volver el rostro. En aquella Academia vacía, pero tan llena de muerte.
—Tengo qué...
Pero no pudo terminar, no al ver el cuerpo de una niña de ocho años, con la garganta reventada. Se llamaba Elsie. Y quería ser pintora. Ahora ya no... ya no... Y el llanto cubrió su rostro, mientras sentía los delgados brazos de Sung Jong en torno a él.
—Está bien. Está bien.
Pero se equivocaba. Nada estaba bien.
—Vamos, deja esto por ahora.
Y tiró de él hasta llevarlo al vestíbulo, cuidándose que el prefecto no mirase nada indebido.
—¿Por qué, Sung Jong?
Jadeó el chico entonces, mirándole. Y Sung Jong no supo como explicar aquello.
—Porque Hee Chul tiene razón. Es hora del cambio.
Myung Soo le miró. Estaba enamorado de ese chico. Confiaba en él y sin embargo...
—¿Y los demás?
—Decidiste apoyarme, Myung Soo.
—Lo sé. Yo...
—Los vampiros se han ocultado en el comedor. Han tapizado las ventanas.
Pero L no le había preguntado por los vampiros. No lo necesitaba. El día había llegado.
Sung Jong rozó sus labios con suavidad, acercándose más a él.
—Será un nuevo comienzo, pero te juro que Hee Chul nunca será el Maestro.
Y esto lo había susurrado a su oído.
—Tú...
Sung Jong asintió.
Porque aquella era la única solución posible. Y no era Sung Kyu quien lo había planeado, sino él. El menor del clan Kim.
—Hoya...
—Vive.
—¿El resto?
Sung Jong asintió, sintiendo el mango de la espada de Sung Kyu en su cinto. Sabia muy bien lo que tenia que hacer. Aún si Myung Soo no lo había entendido.
Porque Sung Jong jamás traicionaría a Sung Kyu. Porque Sung Jong le sería fiel a su hermano hasta la muerte.

Academia Dissander Where stories live. Discover now