Capítulo 31.

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Sung Kyu llevó a Woo Hyun hasta su habitación, pensando en lo larga que había sido esa noche. Con Dong Woo, con Jong Hyun, con Ji Soo, pero sobre todo con Woo Hyun y Sung Jong, las dos personas más importantes de su vida. Ni su madre, ni su padre, ni el abuelo. Ninguno de ellos había significado absolutamente nada en su vida.

Hizo a Woo Hyun sentarse en el borde de la cama, sin olvidar lo que habían hecho aquella noche. En el pasado Sung Kyu lo llamaba "jugar con su perro", un acto sexual sin ningún sentimiento de por medio. Y esa noche había sido realmente la primera vez que hacia el amor, la primera vez que se entregaba a alguien estando enamorado.

—Debo —empezó el prefecto mientras Sung Kyu cerraba la puerta —decirle a los estudiantes. A los profesores. A Hoya. A L.

—Namu...

—¿Cómo podremos seguir sin la directora?

—Eso tú lo sabes muy bien.

—¿Qué?

Y sus ojos miraban con desconcierto a Sung Kyu. Kim fue hasta él, tomándolo de la mano con ternura, intentando trasmitirle confianza y seguridad.

—Tú eras su mano derecha, ¿no es así?—. El rubio asintió—. Isabelle confiaba en ti más que nadie, sabía que tú llevarías a bien la Academia.

Sung Kyu dejó de hablar, comprendiendo lo jodido que podía ser el destino a veces. Su abuelo y Maestro había amado a Isabelle en su juventud, pero la condición lobuna de ella los había separado. Y ahora la historia se repetía. Sung Kyu sería el Maestro y Woo Hyun... Woo Hyun sería el director de la Academia Dissander, tal vez no inmediatamente, pero sabía que lo sería en un futuro.

—No podría... —murmuró su novio, recargando su rostro en su hombro.

—¿Por qué no? Eres responsable, fuerte, esos niños confían en ti.

Y era que la mayoría de los estudiantes de la Academia eran chicos menores de quince años.

—¿Y nosotros?

Sung Kyu dejó salir el aire, mordiéndose el labio inferior, pero agradeciendo que Woo Hyun no pudiera verle a los ojos.

—¿Qué pasa con nosotros?

—Ya sabes, Kyu. Serás Maestro... No, ya lo eres.

Woo Hyun se incorporó, buscando su mirada, cosa que Sung Kyu no deseaba.

—Lo siento, Hyunnie.

—¿Vas a dejarme? —Nam lo tomó del rostro—. Te amo, Sung Kyu. ¿Lo entiendes? Te amo. No puedo vivir sin ti. Tú eres mi todo.

—¿Qué quieres que haga? —replicó Kim, notando las lágrimas de su amante—. Nunca nos dejarán estar juntos. Sus reglas...

—Vas a ser el Maestro. Puedes cambiar las reglas.

Sung Kyu le apartó con brusquedad, levantándose de la cama, luchando contra la impotencia que las palabras de Woo Hyun le provocaban.

—No es tan fácil. Existen miembros antiguos, ellos jamás aceptarán eso. Se opondrán. Y tendrán razón, Nam. Estamos hablando de años y años de tradición, ¿crees que cambiara de un día a otro?

—Sólo si eres Maestro...

Volvió a atacar el prefecto después de una pausa.

—Llevo toda mi vida preparándome para esto. He hecho cosas que no puedes ni imaginarte para conseguirlo. Yo debo ser el Maestro.

—Sung Kyu... ¿no me amas?

El chico de pequeños ojos se giró, dando un fuerte pisotón en el suelo, furioso.

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