Capítulo 27.

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Nunca consideró a Hee Chul como un potencial candidato. De hecho el Maestro odiaba que sus opciones fuesen tan limitadas. Su otra opción era, por supuesto, Sung Kyu. El chico "prodigio" como lo llamaban todos. El Maestro lo consideraba escoria. Sabía de la relación entre él y Hee Chul, tanto como sabía de la relación que mantenía a la vez con su hermano. A nadie le importaba realmente que se acostase con ambos, no mientras fuesen cazadores. Y los Kim eran la sangre más pura de todas.

Nadie lo sabía mejor que él.

Su adorada Isabelle...

Había tenido que renunciar a ella al ser escogido como Maestro, poco después de que su Segundo le traicionase y ella...

Para el Gremio Isabelle había muerto, la hermosa inglesa que había conocido un día de otoño. El Maestro nunca la olvidó. Por eso cuando fue mordida tuvo que dejarla.

—Isabelle...

—Estoy aquí Dae Jong.

Y sí, esa era la voz de Isabelle. Su gran amor. La única a la había amado, aun si había tenido que cumplir con las tradiciones de la familia y desposar a su propia hermana, un ser tan despreciable como lo era él mismo.

—Isabelle.

—Aquí estoy.

¿Cuantos años pasaron hasta que volvió a verla? Justo después de matar a su Segundo y dejarla ir. ¿Veinte? No, estaba seguro que había sido más. Sung Kyu ya había nacido para entonces. Y había estado todo ese tiempo frente a él.

La Academia Dissander. Su Isabelle estaba ahí, esperando por él.

—Isabelle.

Y ahora él estaba a punto de morir. Después de tanto...

—Él...

—Tu nieto está bien —repusó la voz dulce y suave de Isabelle, con una de sus manos entre las suyas —Woo Hyun cuida de él.

—Ellos no serán como nosotros... Ellos lucharan para estar juntos... ¿Verdad, Isabelle?

La anciana le sonrió. Cumpliría setenta y seis años el verano próximo. A esas alturas de la vida pensar en lo que pudo haber sido ya no tenía sentido. Habían tenido una oportunidad y ambos la habían desperdiciado, sin embargo Isabelle nunca dejó de amarlo. Tal vez por eso se hizo cargo de la Academia Dissander, lugar donde actualmente era la directora.

Y sobre Woo Hyun y Sung Kyu... No lo sabía. Había demasiadas cosas en contra. La responsabilidad de Sung Kyu, la misma que los había separado a ellos. Porque el Gremio jamás permitiría una relación así. Los licántropos eran bestias. Y el Gremio los mataba, no los amaba.

—Ellos estarán bien.

—Le di un gran peso a Sung Kyu —jadeó el Maestro, mientras en un rincón de la habitación su guardia personal aguardaba —él no lo merecía.

—Él es fuerte...

—Él no tiene corazón —y su rostro se llenó de dolor —ese ingrato no quiere a nadie, es como su padre.

—Woo Hyun...

—Lo siento por el chico, pero mi nieto no lo quiere.

Y hablaba con soltura, dejando a un lado su angustia anterior de que estos no pudiesen ser felices. Isabelle no lo contradijo, sabía que el final estaba próximo. Dae Jong había aguantado todo lo posible por Sung Kyu, pero ahora...

—Debí escoger a Sung Jong...

Sí, el pequeño Jongie. El Maestro sabía lo que el niño sufría a manos de ese par de monstruos que le habían tocado como padres. ¿Y Sung Kyu? El primogénito sería capaz de matar al niño con su amor.

Y era por eso que había ordenado a su hijo y su esposa que lo mataran. Sabía que Sung Jong era el Segundo. Y cuando Sung Kyu fuese asesinado... su nieto favorito sería el Maestro. Todo habría salido bien de no ser por el asesino. La Bestia. Sung Kyu lo había dicho, ¿no? No era como todos. ¿Y Hee Chul? ¿Podía confiar en él? Había jurado haber cambiado. Le había solicitado ser el nuevo heredero, argumentando la incompetencia de Sung Kyu, su falta de recuerdos. Y por eso se lo había contado todo... Pero ahora...

El Maestro comenzó a toser, doblándose en dos y sintiendo la tibia sangre escurrir por su mentón. El final estaba muy próximo.

Si Sung Kyu no... Entonces Hee Chul...

Había recibido un dedo de todas las víctimas de la Bestia. Con una nota:

Con cariño: El Titiritero.

Y por eso había acudido a Sung Kyu. Para cazar a una rata se necesitaba otra.

—Dae...

Escuchó la voz de su Isabelle. La única mujer a la que había amado. Su Isabelle.

Los ojos inyectados en sangre del Maestro se clavaron en la mujer.

—Siempre te amé sólo a ti.

—Lo sé.

—Perdóname por no haber luchado lo suficiente.

—Dae...

—Perdóname por no haberte hecho feliz.

Y el dolor. Las pulsaciones. El llanto. Era el fin, ¿no?

Escuchó los vidrios estallar aquella oscura noche y después la tibieza de la sangre de Isabelle escurriendo por su mano.

La muerte.

—Adiós, Maestro Kim.

Y los colmillos.

¿Como se había descuidado así?

Sung Kyu...

Sung Jong...

Pero ya era tarde. Y su ultimo pensamiento se fue para Isabelle, muerta a su lado, con sus manos entrelazadas, húmedas.

La sangre.

Los vampiros.

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