Capítulo 56.

896 185 17
                                    

Myung Soo observó a Woo Hyun alejarse por el frondoso bosque, atento a los tambaleantes pasos del rubio. Y le fue inevitable cuestionarse si el otro sería capaz de andar con esas heridas sangrantes, pero al cabo de unos pocos segundos Woo Hyun echó a correr, desapareciendo prontamente de su vista. ¿Estaría bien? ¿Esas muñecas quemadas no lo dejarían en desventaja, incluso en su forma lobuna? Pero Myung Soo sólo podía confiar en el coraje de Woo Hyun. Sólo podía desear que todo saliera bien para su viejo amigo.
Se dio unos minutos más para observar el sitio por el que Nam se había marchado, persiguiendo al hombre que amaba; y dejando un rastro de sangre tras de él. Su infecciosa y maldita sangre de hombre lobo.
Lo cierto era que Myung Soo no era de los que renegaba de lo que era. El prefecto más joven aceptaba su condición. Y sin embargo… las cosas en los últimos días habían cambiado tanto que Kim ya no se sentía a gusto con esa situación. Y era plenamente consiente de la razón.
Sung Jong.
Ese bonito y dulce chico que se había presentado con Sung Kyu un día de otoño, hacia más de un año. Sabía que estaba mal, pero le había sido imposible no sentirse atraído hacia él, aunque su relación no iniciaría hasta mucho tiempo después. Y para entonces las cosas estaban demasiado complicadas.
Sung Jong era el Segundo de Sung Kyu y él… ¿qué era Myung Soo sino un simple lobo manso? ¿Qué podía alguien como él ofrecerle al sucesor directo del Maestro? Y al final de todo Sung Jong se iría de su lado sin que él pudiese evitarlo.
Myung Soo soltó un gruñido por lo bajo, dándose la vuelta con los labios contraídos en un gesto cargado de irritación. No quería dejarlo. La sola idea de no volver a verlo le parecía insoportable, pero no era tan fuerte ni tan valiente como para luchar contra el Gremio a favor de ese inusual y prohibido amor. ¿Un hombre lobo amando a un Cazador? Y sabía muy bien lo que las malas lenguas decían de Woo Hyun y Sung Kyu. Conocía de antemano el rechazo de la Academia Dissander ante esas uniones. Y Myung Soo tampoco se sentía capaz de luchar contra su gente.
Porqué él no era como Woo Hyun. No poseía tampoco ese egoísmo, ese intenso deseo de luchar por su felicidad personal aún a costa del dolor de otros. Myung Soo no poseía la fuerza de las convicciones de Nam Woo Hyun.
Y lo envidiaba.
Porqué sí él fuese como el muchacho rubio… hacia mucho tiempo que le hubiese pedido a Sung Jong que huyeran juntos. Pero no era el caso y la sola idea era suficiente para aterrarle. Porqué Myung Soo sabía muy bien lo que el Gremio le hacia a los que desertaban de la Academia Dissander. ¿Qué clase de vida tendría Sung Jong a su lado? De posible Maestro a prófugo del Gremio. Eso no podía considerarse vida bajo ninguna circunstancia.
Myung Soo se acercó entonces al cuerpo sin vida de Tae Min, sin poder reprimir una mueca de tristeza. El menor era un hermano para él. Un chico con talento y un futuro por delante. ¿Qué equivocación habría cometido en la vida para terminar así? Sólo ayudar a un hermano. Y había quienes morían por mucho menos que eso.
—Vendré por ti más tarde, Tae.
Y se aseguraría de darle un entierro decente, como a los otros.
Myung Soo volvió sobre sus pasos, topándose poco después con el cadáver de Choi Min Ho. No le había tratado mucho, pero Sung Jong decía que era de fiar. Y había muerto por su Gremio. Joder, todo eso era tan absurdo… chicos jóvenes muriendo por razones absurdas. Por una guerra que ellos no habían empezado. Y mientras Myung Soo seguía andando no pudo evitar corregirse, porque aquella no era ninguna guerra. Era una masacre. Una en la cual ninguno tenía voluntad, ni los licántropos, sin posibilidad de elegir esa condición, ni los Cazadores, sin posibilidad de huir de su destino. Cada cual estaba jodido a su manera.
Siguió andando, pensando de nuevo en Sung Jong. Estaba herido, sería incapaz de salir él solo del bosque, pero… y un leve escalofrío le recorrió la columna vertebral. ¿Era la hora? No. Tendría otros veinte minutos, treinta si tenía algo de suerte. Tenía que sacar a Sung Jong (y a Sung Yeol) del bosque. Había un par de camionetas cerca de la enteada a la Academia. Podrían marcharse.
A Kim no le tomó mucho encontrar al menor, aunque se había movido del lugar dónde le había dejado, tirando de Sung Yeol como podía. Myung Soo vio como trataba de ocultarle dentro de un hueco en el tronco de un árbol.
—Me parece que es demasiado grande.
Comentó, logrando que Sung Jong se girará de golpe, con un puñal de plata en la mano.
—Eres tú, L. Pensé qué…
Jong negó con la cabeza, volviéndose de nuevo hacia Sung Yeol.
—¿Creíste que sería Ki Bum?
—Sí—. Sung Jong lo miró de nuevo—. ¿Liberaste a Woo Hyun?
—Lo hice.
—Gracias.
—Sung Jong. Voy a sacarte del bosque.
—No me iré de aquí sin Sung Kyu.
—Pero es que…
No lo dejó terminar, pues Sung Jong se puso de pie con dificultad y llevó una mano hasta su mejilla sin afeitar.
—Has hecho más por mí de lo que merezco y te lo agradezco mucho, pero ésta no es tu lucha, Myung Soo. Vuelve a la Academia y ayuda a tus hermanos.
Jong le sonrió levemente, rebuscando en sus bolsillos hasta dar con una botellita plateada. Myung Soo tragó saliva, pero no halló ninguna replica a las palabras del otro. Tenía razón.
—Jjong, yo…
—Esto es una mezcla de olores desagradables para los lobos —explicó el menor, pasando del prefecto y rociando al chico alto con aquella extraña sustancia—. Dino lo inventó. Servirá para repeler a cualquier licántropo por ésta noche, porqué a Yeollie le quedan un par de horas más de sueño. Como mínimo.
—¿No piensas quedarte con él?
—Iré a ayudar a Sung Kyu. Quizás no llegué a tiempo, pero quiero intentarlo.
Y Sung Jong echó a andar por el camino trazado, usando una potente linterna roja, cojeando y de forma inestable, pero sin vacilar. Myung Soo se dio prisa en seguirlo. No serviría de nada tratar de disuadirlo. Lo conocía lo suficiente para saber que cuando algo se le metía en la cabeza lo llevaba hasta sus últimas consecuencias. Recordaba que un día le había dicho que podía llegar a ser tan terco como Sung Kyu.
—Te acompañaré.
—Gracias, pero no es necesario.
—Hace rato te dije que…
—No te preocupes por eso, Myung Soo —pero el Segundo no se detuvo en ningún momento —te amo, pero me quedaré con Sung Yeol. No sé que vida tendré a su lado, pero trataré de ser feliz.
—¿Y si yo no quisiera eso?
—No podemos hacer nada.
—Jjongie…
Myung Soo lo tomó por los hombros, obligándole a volver el rostro. Descubriendo las lágrimas que bajaban por sus mejillas.
—Suéltame, tengo que…
—¿Por qué no podemos estar juntos?
—Tú sabes porque —susurró el joven Cazador —fue por eso que me dejaste.
Y Myung Soo volvió a quedarse sin palabras, soltándolo, pero siguiéndole cuando Sung Jong echó a andar de nuevo. Pasando junto a Min Ho y Tae Min sin mirarlos apenas, con el dolor muy clavado en el pecho. Un dolor que tardaría un largo tiempo en sanar. Esa noche habían perdido mucho.
—Sung Jong.
Y volvió a hacer que se detuviera, mirándolo a los ojos.
—No.
—Te amo, pero…
Y fue Sung Jong quién lo besó, olvidando por un momento su realidad. Y pensó en su abuelo y en la directora. En ese amor tan grande que tuvieron que sacrificar por el tabú. Sin saber entonces que estaban destinados a lo mismo. No Woo Hyun y Sung Kyu, sino ellos.
—Myung Soo…
—Te seguiré amando aunque ya no pueda tenerte.
—Yo también te seguiré amando.
Y volvieron a besarse, ajenos durante algunos segundos a todo. Ajenos al grupo de vampiros que salían de sus ataúdes a unos kilómetros de ellos y ajenos a la pelea entre Jong Hyun y los Cazadores.
Y fue entonces que las cosas cambiaron.
El cuerpo de Myung Soo se puso rígido, con los ojos muy abiertos y la frente pálida.
—¿Myung…?
—Corre.
Jadeó por respuesta el prefecto, apartando violentamente al otro.
—¿Qué?
—Corre, Sung Jong—. Y Myung Soo se dejó caer de rodillas, con los ojos cerrados—. Por favor, vete.
—Estás…
Sung Jong no dijo nada más, mirando un segundo el cielo, observando la brillante luna llena que había aparecido sobre sus cabezas. Echó a correr tan rápido como su herida pierna se lo permitía, tropezando un par de veces y salvándose de caer de pura suerte. Sin poder evitar jadear y aferrarse a la linterna con fuerza, la cual había apagado casi de inmediato. No estaba en condiciones para luchar contra un hombre lobo. Y mucho menos contra Myung Soo. ¿Sería capaz de…? Pero lo dudaba. El Sung Kyu de antes le había dicho una vez que si Woo Hyun llegaba a perder la cabeza él lo mataría sin el menor remordimiento, pero ese Sung Kyu ya no existía. Y él…
Escuchó un gruñido bajo a su izquierda y fue esto lo que finalmente lo hizo caer cuan largo era sobre la tierra, seca en esa zona. Sung Jong jadeó, con la sangre resbalando del mentón y la pierna herida palpitando bajo el vendaje. Y dolía tanto…
El crujir de las hojas le hizo girarse tan rápido como pudo, lamentando las energías y la sangre perdida en du lucha contra el vampiro diurno. No estaba en su mejor momento ni de broma. Y aún así… Sung Jong se mantuvo sereno ante el enorme hombre lobo de pelaje blanco como la nieve que se hallaba frente a él, mirándole con las fauces abiertas.
Myung Soo.
Incluso como bestia era hermoso.
El hombre lobo soltó un gruñido, con la mirada carente de humanidad. Y cuando estaban así… un licántropo sería capaz de matar a su propia madre… pero Woo Hyun. Sí, Nam Woo Hyun había sido capaz de controlarse por Sung Kyu.
—Myung Soo… soy yo… —el gruñido se intensificó, mientras el lobo blanco daba un paso, muy lento, pero sin despegar los ojos de su presa. De ese chico cubierto de sangre e incapaz de huir —recuérdame… soy Sung Jong.
Pero era inútil. Myung Soo se había marchado. Y cuando volviese en sí y viese lo que había hecho…
Debí correr más.
Pensó el menor y el hombre lobo saltó hacia él. Sung Jong lo golpeó en el hocico con la linterna, logrando desviar su trayectoria. Lo escuchó llorar y retrocedió por la tierra, utilizando una mano, mientras con la otra buscaba la daga de plata de su abuelo.
El hombre lobo volvió a gruñir, abriendo y cerrando las fauces.
—Myung… Soo… te amo.
Y el lobo volvió a saltar sobre el Segundo. Fue un momento, tan rápido como un parpadeo. La daga de plata se encajó en el costado derecho del hombre lobo, tiñendo de rojo el pelaje. Sung Jong gritó con horror, haciéndose a un lado, pero recibiendo la sangre de todas formas. Y el hombre lobo apartó la daga de un golpe, mirándole de una forma tan… diferente.
—¿Myung… Soo?
El licántropo parpadeó, para segundos después marcharse, corriendo en la dirección contraria tan rápido como le era posible. Porque lo había reconocido. Sabía quién era Sung Jong. Lo sabía. Su Jjongie.
Sung Jong lo vio irse con el corazón en un puño, anonadado. Myung Soo… pero, ¿cómo había ocurrido exactamente? Sin embargo no tuvo mucho tiempo para pensar en ello. No cuando la voz de Woo Hyun llegó a sus oídos. Un grito desgarrador que llamaba a Sung Kyu, seguido por el inconfundible sonido de un arma de fuego.

Academia Dissander Where stories live. Discover now