Capítulo 25.

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Desde que ambos eran pequeños siempre estuvieron sometidos a las reglas de sus padres. No era fácil criarse en una familia como aquella, pero Sung Kyu y Sung Jong solían apoyarse mutuamente. Tal vez esto fue lo que les ayudó a sobrellevar su infancia.

Aún si tenían que seguir las estrictas normas del clan Kim. O lo que quedaba de él. El acabado y corrompido clan Kim.

Sung Kyu había aprendido desde muy joven que su familia padecía un trastorno psicológico conocido como "el mal de los reyes" y todo debido a esa costumbre de casarse en familia. Sus padres eran primos. Y eso, de alguna forma, había hecho un poco ambigua su moralidad.

Con todo ni él ni Sung Jong mostraron nunca indicios de esa locura familiar. Él era un prodigio.

Sung Kyu podía ver su situación de infancia. Y la de Sung Jong. Porque el mayor había logrado cumplir las expectativas de todos, pero Sung Jong no lo había conseguido. Y el menor no sólo debía aguantar las burlas de los otros niños que estudiaban para convertirse en cazadores, sino que además debía soportar los castigos de su padre debido a sus ideas. Debido a esa extraña ideología de Sung Jong que lo hacia débil ante los demás.

¿Y Sung Kyu? Por aquella época era demasiado débil y joven como para ayudarle. Sólo podía observar con impotencia el rostro lloroso de su hermano después de cada reprimenda de su padre. Lo consolaba como podía, haciéndolo reír, dándole algunos caramelos a escondidas y jurándose que algún día aquello terminaría. Sobre todo cuando veía a Sung Jong negar sus propias ideas, pero sin ser capaz de cambiarlas. Sung Kyu sabía que ese pensar era lo que le había costado al abuelo el distanciamiento con ellos.

El viejo Kim creía en la compasión. Y el resto del clan no.

Sung Kyu había tenido que marcharse de casa unos años después, enfocándose en su entrenamiento, en sus metas y en cierta forma en su relación con Hee Chul. ¿Que tenia de extraño que él y su primo fuesen amantes si sus padres estaban en una situación parecida? Nada en lo absoluto.

Pero entonces había ocurrido "eso". La sangre de vampiro. Y Hee Chul había roto las reglas. Sung Kyu lo sabía, aún si no hubo evidencia suficiente para condenarle Hee Chul se había auto exiliado de Corea. Una verdadera lástima, teniendo en cuenta que había sido Sung Kyu quién le había delatado, con la esperanza de un castigo ejemplar o, tal vez, la expulsión del Gremio. Y sólo había una forma de dejar el Gremio.

Había pasado los últimos meses en casa de Dong Woo, quien estaba inmerso en la experimentación con ratones y una extraña droga capaz de borrar recuerdos.

¿Y después?

Había vuelto a casa sin avisar después de recibir la confirmación y lo había visto. Aún si Sung Jong le decía en sus cartas que todo estaba bien.

Era la misma escena que de niño había tenido que presenciar cientos de veces. Momentos en los cuales se limitaba a apretar los puños, con la fuerza suficiente para encajarse las uñas en las palmas.

—¿Cuando entenderás, Sung Jong? —siseaba su padre.

El menor de los Kim se mantenía con los ojos fijos en la alfombra de la sala.

—Lo siento —declaró entonces y levantó la vista, con las mejillas pálidas y los ojos brillantes —pero me niego a asesinar a alguien que podría ser inocente.

Y el puño de su progenitor fue directo a estrellarse con su pómulo derecho.

—Débil —gruñó el viejo—. Dejar ir a los perros... ¿Es lo que te hemos enseñado?

—No —Sung Jong se limpió la sangre con la manga de su camiseta —ustedes no me enseñaron nada que valga la pena.

Y está vez fue su estomago el que sufrió el golpe, haciendo que el chico se doblase en dos a causa del dolor.

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