Capítulo 1.

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Los recuerdos de Sung Kyu se remontaban unos meses atrás, un año después del accidente. Justo en el momento en que había abierto los ojos y se había topado de frente con Sung Jong, su hermano menor, quién lo miraba con ansiedad. Sus fríos dedos sujetando su antebrazo y posando sus grandes ojos un segundo en la figura a su lado. Un hombre mayor. Su abuelo.
Pero en aquel entonces Sung Kyu no lo sabía. Tanto como no sabía que Sung Jong era su hermano. Y que había sufrido un aparatoso accidente de auto, un accidente donde sus padres habían perdido la vida... Un accidente que había resultado en un coma profundo para él. Y que además le había hecho perder la memoria, dejándole apenas un pequeño atisbo de algo que él no creía importante, porque, ¿qué tenían de reales esos oscuros y profundos ojos que a veces veía cuando cerraba los ojos? ¿Qué tenían de reales los gruñidos que a veces le parecía escuchar en sueños?
—Sung Kyu.
La voz de Sung Jong lo hizo volver a la realidad, apartando la vista del espejo de marco dorado con relieves en el que había estado mirándose en un intento inútil por recordar algo de su pasado, pero en su cabeza sólo había vacío. Sus recuerdos después del accidente, el despertar desorientado y confuso, el no ser capaz de reconocer a su familia. Y lo peor: el haber olvidado a sus padres. Aquellos que habían perdido la vida en el accidente en donde él había perdido sus recuerdos.
—Mm —su hermano lo miró con cautela. Un comportamiento que a veces sacaba un poco de quicio a Sung Kyu—. ¿Estás listo? El auto nos espera.
Sung Kyu asintió por respuesta, tomando su gorro negro para ponerlo sobre su cabeza. El clima era frío y las cosas no mejorarían en los siguientes días le había advertido Sung Jong. A veces Sung Kyu se sentía más como un retrasado que como un amnésico. Olvidar cada detalle de lo que una vez fue su vida diaria era bochornoso. Y aterrador.
Sung Kyu siguió a su hermano escaleras abajo, pasando por el salón principal y de ahí a la biblioteca, lugar donde yacía el abuelo, fumando y leyendo una novela de misterio. El fuego en la chimenea repiqueteaba con gracia, las llamas danzando como si de bailarinas se tratasen. Aquel pensamiento divertía e inquietaba a Sung Kyu. ¿De dónde vendría?
—Abuelo —la tímida voz de Sung Jong le hizo volver el rostro. Su hermano tenía facciones delicadas y finas, parecía una chica. Y Sung Kyu sabía que la primera vez que lo había visto (primera vez para él justo después del accidente) había creído que se trataba de una hermosa niña—. Ya nos vamos.
—¿Lo llevan todo?
Replicó el anciano, con un curioso tono agudo. Para Sung Kyu escucharle era como oír el chirrido de una mecedora, aunque no recordaba haber visto una de estas en su vida. Nada nuevo.
—Si —respondió el menor antes de lanzarle una rápida mirada a su hermano—. ¿Y tú, Sung Kyu?
El aludido se encogió de hombros. En su estado actual podría llegar a diferir sobre lo que era "todo" en una maleta. Lo cierto era que Sung Kyu tenía demasiadas dudas sobre demasiadas cosas.
—Bien —el anciano, ese que decía ser su abuelo, carraspeó ligeramente—. Los veré en las vacaciones.
Sung Jong lo miró un segundo más, como si esperase algo más del anciano, pero Sung Kyu ya habia comenzado a dar media vuelta rumbo a la salida. Si había algo que había aprendido en aquellos meses después de despertar era que ese abuelo era demasiado frío y separado emocionalmente. Sung Jong le había dicho una vez que debían comprenderlo. Había perdido a su único hijo en aquel fatal accidente de auto y ya no estaba en edad para cuidar a dos chicos como ellos. Sung Kyu tenía diecisiete años y Sung Jong quince, aunque ninguno de los dos aparentaba la edad que tenía. El mayor sin tener idea de quién era había cambiado bastante al que solía ser en el pasado. Y Sung Jong era muy maduro para su edad. Cualquiera podría pensar que él era el mayor. Bueno, casi siempre...
—¡Tippy! ¡Tippy! ¿Dónde estás?
Llamó a gritos el menor, tomando una pequeña cesta del montón de equipaje. Sung Kyu miró todo con el ceño fruncido. Él sólo llevaba una pequeña maleta y su hermano parecía llevar media casa.
—¡Ah! ¡Tippy, amor! Ya es hora de irnos.
Y Sung Jong se inclinó para recoger una bola esponjosa de pelos entre blancos, grises y negros. El gato "Tippy" era una especie de dios intocable en aquella casa. Sung Jong lo amaba profundamente. Por lo que Sung Kyu sabía había sido un regalo del abuelo durante el año en que él estuvo en coma, ese año en el que Sung Jong no tenía a nadie... Ese año en el que había perdido a toda su familia en un accidente que Sung Kyu no podía recordar.
Sung Kyu observó a su hermano meter a la cosa esponjosa en la cesta, el gato maullando debido a la indignación. Los dioses como él no tenían porque entrar en esos trastos.
—¿Sabes, Kyu?—. Le sorprendió el menor, girándose con la cesta muy cerca de su pecho—. Antes me hubieras dado un sermón sobre esto... Me habrías prohibido llevar a Tippy al colegio, aún si la Academia Dissander permite llevar mascotas.
Sung Kyu se limitó a encogerse de hombros. No sabía que decir en una situación así. El "anterior" Sung Kyu ya no estaba. Y él no podía comportarse como si lo fuera, tanto como no podía traerlo de regreso.
Era cuestión de tiempo. Eso había dicho el médico. Los recuerdos volverían algún día.
Tal vez si... tal vez no. Y aquella era otra frase que Sung Kyu ignoraba de donde venía. Estar amnésico era de verdad algo muy jodido.
El chofer les esperaba ya en el automóvil. Un mercedes benz de un tono crema. Sung Jong le había dicho una vez que el abuelo tenía dinero hasta para regalar. Rematando aquel susurrante comentario con sus sospechas de que el abuelo pertenecía a alguna mafia. Qué más de una vez había visto a unas personas "extrañas" yendo a visitarlo. A Sung Kyu eso le daba igual. Si el abuelo era un mafioso o si tenía dinero para dar de comer a medio planeta le era totalmente indiferente. Él ya tenía sus propios problemas. Y encima el colegio.
La Academia Dissander. El gran amor de su abuelo por la forma en que hablaba de la institución.
¿Cómo le iría a un desmemoriado como él? Según Sung Jong solía ser un alumno de excelentes calificaciones, con la meta de conseguir una beca en el extranjero para cuando tuviera dieciocho. Según su abuelo serían indulgentes con él.
A Sung Kyu poco le importaban ambas cosas.
El chofer acomodó el equipaje en el auto y se encaminaron a su nueva escuela.
Sung Jong jugueteaba con su gato, riendo de una forma bastante infantil. Sung Kyu lo miró, aceptando que el niño era bastante mono. Era fácil quererle.
El mayor no tardó mucho en dejar que sus pensamientos girasen de vuelta a intentar recordar algo. Pero sólo había oscuridad. Y esos ojos. Si algo podía jurar era que esos inquietantes ojos no eran humanos. No eran como los de Tippy, el minino tenía unos llamativos ojos verdes. ¿Y que decir de los gruñidos? ¿Lo habría soñado? Y... su cabeza comenzó a repiquetear. ¿Un pelaje...? ¿Dorado como el sol? No estaba seguro. Esos pensamientos bien podían ser fruto de su imaginación. De un intento desesperado por recordar algo.
—Mira, Sung Kyu —le saltó Sung Jong, señalando por la ventanilla—. Esa es la Academia Dissander. Es impresionante, ¿verdad?
—Supongo.
Sung Kyu la miraba, con sus altas torres y sus grandes muros. Aquella no parecía una construcción propia de Corea. Era más como un castillo europeo.
—Y... —la voz de su hermano se volvió baja —aquí está el sitio del accidente.
Sung Kyu miró también, pero no había nada que mirar. Había transcurrido un año después de todo. Sin embargo el mayor no pudo evitar un escalofrío. Aquel había sido el sitio en dónde lo había perdido todo... En un accidente que nadie entendía. Porqué, ¿cual era la razón para estar esa noche en aquellos terrenos tan alejados de casa? Según supo después era a causa de Sung Jong. Pero Sung Kyu no entendía esto último. Así como no entendía otra cosa que le habían contado, a saber, que él se las había ingeniado para arrastrarse fuera del auto antes de que éste estallará... Pero Sung Kyu no lo recordaba. Cuando lo intentaba sólo veía aquellos ojos... Y eso era irritante. Comenzaba a creer que estaba chiflado. O en camino de estarlo.
Sung Kyu le dio una suave palmadita a Sung Jong, sonriendole brevemente. Había cosas que ya no tenían remedio. Eso lo había aprendido en días recientes del abuelo. Había cosas que ya no tenían remedio y sólo quedaba aceptarlas y seguir con lo que uno tenía. Ese concepto de vida no encajaba demasiado con un abuelo deprimido por la muerte de su hijo y su nuera. Pero ese era otro tema del cual Sung Kyu prefería pasar.
No tardaron demasiado en dar con la entrada principal de aquel lujoso sitio. La Academia Dissander no aceptaba a cualquiera.
Sung Kyu miró la hora en su reloj de mano. Pasaban a de las ocho de la noche. ¿Era una buena hora para llegar? Pero supuso que esto último no importaba. Habían pagado su lugar ahí, ¿cierto?
—Le ayudaré con el equipaje.
Dijo el chofer ante las cantidad de maletas pertenecientes a Sung Jong. Sung Kyu bajó y tomó su única maleta. Sus pequeños ojos perdiéndose en la imponente presencia de aquel sitio. Tenía más de trecientos años de antigüedad por lo que le habían dicho. Había una franja que separaba el colegio de un inmenso y espeso bosque. El bosque era lo que más curiosidad le daba. De alguna forma le evocaba pensamientos sobre cosas que, una vez más, no lograba recordar. Pero esto era extraño. Él era un niño de ciudad, ¿no? ¿Qué pintaba su vida del pasado en un frondoso bosque? Y ello le remitía a pensar en esos ojos...
Sung Kyu subió primero los altos escalones, llegando hasta una imponente doble puerta de mármol rosado. Y junto a esta un chico de su misma edad, de cabello oscuro e impecable uniforme azul marino.
—Hola —saludó éste, esbozando una sonrisa cargada de amabilidad—. ¿Tú eres Kim Sung Kyu?
El aludido frunció el ceño. Ese chico no daba la apariencia de ser un profesor sino un alumno más. ¿Por qué era que...?
—Mi nombre es Lee Ho Won y te estaba esperando —posó sus ojos en Sung Jong y el chófer —y a tu hermano.
—Mucho gusto —respondió Sung Jong con encanto —nosotros somos los Kim.
—Ustedes son los últimos en llegar. Pasen, les indicaré donde están sus habitaciones —y miró al joven que les había llevado hasta ahí—. Lo siento, pero sólo pueden pasar los alumnos. Reglas de la academia.
Sung Kyu no se quedó a escuchar más. Había entrado, mirando todo tan rápido como le era posible, como si acaso no tuviera oportunidad de explorar más adelante.
—Bien. Siganme.
Ordenó el chico y el mismo ayudó a Sung Jong con su equipaje. Sung Kyu les seguía a ambos.
—Se les ha dado un folder con el horario de inicio de clases, un mapa y un reglamento. Aprendan rápido. La Academia no tolera indisciplina.
—Pero si mugre —replicó Sung Kyu, señalando una mancha enorme en una de las esquinas del techo —no parecen ser muy limpios.
Ho Won se detuvo, lanzándole una dura mirada antes de esbozar otra encantadora sonrisa y asegurar que se encargaría de informar. ¿Quién era aquel chico? ¿El de los recados?
—Esta es el ala de los varones. Esta prohibido ir a la zona de las mujeres. ¿Entendieron?
Sung Jong asintió enfáticamente, pero Sung Kyu se encogió de hombros una vez más. No era como si el tuviese ganas de mirar tetas o coños que era lo que esa prohibición indicaba. De hecho a Sung Kyu no le interesaban las personas. Otro defecto más consecuencia de su falta de recuerdos.
Llegaron a un pasillo con puertas de madera blanca cada pocos metros.
—Ésta es tu habitación, Sung Jong.
Pero antes de que Ho Won pudiese abrir la puerta está se abrió y salió un chico alto.
—¡Sung Jong! ¡Creí que ya no vendrías!
—¡Sung Yeol!
Y sin más los dos chicos procedieron a abrazarse con emoción. Sung Kyu no tenía la más remota idea de quién era aquel chico alto.
—Sung Kyu, tú también estás aquí.
—Perdón, pero no sé quién eres.
Replicó el mayor, sintiéndose un poco incómodo ante esa inesperada situación.
—Oh si. Lo había olvidado. Soy amigo de Sung Jong. Y tuyo... Solías cuidarnos cuando éramos niños. Me quedé a dormir muchas veces en tu casa.
Para Sung Kyu hubiera sido igual si le hubiera dicho que habían viajado juntos a la luna. No lo recordaba y ya le dolía lo suficiente la cabeza como para intentar forzar sus memorias de nuevo.
—Ya podrán ponerse al día después —intervino Ho Won —aún falta tu habitación, Sung Kyu. Me temo que dormirás tu solo—. Eso también le daba igual a Kim, para él como si durmiera con el perro—. Y... Sung Yeol. No te olvides de las reglas. Nada de vagar de noche por los pasillos.
El chico en cuestión le dedicó una mueca antes de tomar a Sung Jong de la mano y llevarlo hasta la habitación. Su hermano le hizo un gesto de despedida, el cual Sung Kyu correspondió torpemente.
Siguió a Ho Won por el pasillo, notando entonces que el resto de las habitaciones ya parecían estar ocupadas. Y sobre sus puertas había un pequeño letrero con el nombre de los huéspedes. En ese sitio parecían ser unos obsesos del control.
Ho Won se detuvo de golpe frente a una puerta.
—Joder. No me han avisado de esto —y se volvió —ésta es tu habitación, pero al parecer si tendrás compañero después de todo.
Y se marchó a paso rápido. Sung Kyu leyó su nombre y bajo a éste: Jang Dong Woo. Esperaba no tener que tratar mucho con él.
Entró a la habitación. Un sitio pequeño con dos camas y un escritorio. Una puerta que debía dar al baño y un closet mediano. Pero no fue nada de esto lo que llamó la atención del joven (ni la ausencia de una computadora o una máquina de capuchino), sino la ventana. Estratégicamente ubicada en un sitio que le daba una vista panorámica del jardín y de la valla que separaba la academia del bosque. Y viéndolo desde su sitio se veía tenebroso. Sung Kyu se vio deseando ir.
La puerta se abrió de golpe entonces y un chico delgado y un poco bajito fue empujado al interior. Detrás de él había un chico, con un perfecto rostro de maniquí, pero unos ojos tan fríos como el hielo.
—Está prohibido vagar por los jardines en la noche.
—No lo sabía. Ya te lo dije. Soy de nuevo ingreso.
Pero el chico guapo de mirada fría no añadió nada más, dando media vuelta y marchándose. Sung Kyu adivinó que ese chico distraído y de nuevo ingreso era Jang Dong Woo, su compañero de habitación y al que ese tal Ho Won había ido a buscar.
—¿Que rayos con ese tipo? ¿Lo viste?
—Lo vi.
—Por cierto soy Dong Woo.
—Sung Kyu.
—¿Sabes que tenemos prohibido ir al dormitorio de las chicas?
—Creerán que queremos follarnoslas.
Replicó Sung con tranquilidad, abriendo su maleta para comenzar a acomodar sus cosas, mirando de reojo el folder del que Ho Won les había hablado.
—Querrás tú, amigo. No me gustan las chicas.
—¿Eres homosexual?
—Si. ¿Tienes algún problema con ello?
—Ninguno —Sung Kyu miró su uniforme con fastidio y añadió: —es tu culo, no el mío.
Dong Woo empezó a reír.
—Me agradas, Sung Kyu. Yo creó que...
Pero no pudo decir lo que creía, pues un alboroto en el pasillo los hizo volver el rostro a ambos. Antes de poder decir algo más Dong Woo había abierto la puerta y había salido. Sung Kyu lo siguió, topándose con otros alumnos. Todos en pijama ya.
Pero el centro de todo aquel alboroto era un chico, de cabellos dorados y facciones perfectas, quién tiraba del cuello de la chaqueta de otro chico.
—¿Cuantas veces habrá que repetirles que esta prohibido vagar por los pasillos de noche?
—Lo olvidé.
Lloraba el chico a la vez que era arrojado bruscamente contra la alfombra. Los murmullos entre el resto no se hicieron esperar.
—¿Quién es ese?
Susurró Dong Woo. Sung Kyu le echó un vistazo antes de volver a mirar al chico rubio. Y a sus dos acompañantes. Ho Won y Mirada de Acero.
—Eso son los tres hijos de puta de la Academia Dissander —les sorprendió la voz de un chico de grandes ojos saltones —Lee Ho Won, el más tranquilo, Kim Myung Soo, el que no tiene emociones y Nam Woo Hyun, el rubio. El líder y el peor de todos. Los tres son prefectos y son de cuidado. Ustedes son nuevos, ¿cierto?
—Si. Me llamó Dong Woo y el es Sung Kyu.
—Choi Min Ho. Parece que estaremos en la misma clase.
Pero Sung Kyu ya no le prestaba atención. Miraba fijamente a los tres prefectos. Notando su impecable y perfecta apariencia. Parecían los modelos de algún comercial.
—¿Que hacen aquí?—. Habló de nuevo el rubio, Woo Hyun—. Mañana tienen clase. Rápido, a sus habitaciones.
Los alumnos no tuvieron que escucharlo dos veces. Aquel chico realmente les aterrorizaba.
Sung Kyu iba a imitarles cuando los oscuros ojos de Woo Hyun se clavaron en él.
—¡Oye tú!—. Sung Kyu se volvió, quedando frente al rubio, sintiendo una mirada escrutadora sobre él. Una mirada familiar...—. Eres nuevo, ¿no?
—Dudo mucho que sea "nuevo", pero si te refieres a que soy de nuevo ingreso si, lo soy.
Nam Woo Hyun frunció el ceño ante esa respuesta, pero se limitó a asentir.
—Revisa bien el reglamento.
—Lo haré.
Y Sung Kyu se alejó de nuevo detrás de Dong Woo, sin embargo algo le hizo volver el rostro, sólo para encontrarse con los intensos ojos de Woo Hyun fijos aún en él.
Sung Kyu arqueó una ceja, desconcertado. ¿Conocía a ese chico de algún lado? No lo sabía. No lo recordaba. Pero entonces, ¿por qué el rubio lo miraba como si así fuera?

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