Capítulo 17.

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Se llamaba Yoon Joo.

Era una estudiante promedio, pero tenía una obsesión poco natural hacia los libros. No al hecho de leerlos, sino de poseerlos. Nada la satisfacía más que poder oler el aroma que emanaba un libro nuevo, nada le daba más felicidad que el crujir de las hojas bajo sus dedos, nada le provocaba más placer que saber que esas letras, esas historias, esas palabras, eran suyas, que al momento de adquirir un libro éste pasaba a ser su propiedad.

Recordaba al profesor de Sociales explicándole que no era así. Qué si eran realistas nada que tuviese derecho de autor era suyo, por mucho que hubiesen pagado por él, que era más como si lo hubiesen rentado.
Yoon Joo lo sabía, pero le parecía burdo y frío. Era mucho mejor su concepto de propiedad. Era mucho mejor lo que ella consideraba como suyo.

Y esa era la razón de que hubiese roto el toque de queda, impuesto hacia apenas tres días, porque la idiota de su compañera de habitación había dejado un libro de su colección en el comedor. De todos los lugares posibles... El comedor. Yoon Joo pensaba matarla. O por lo menos darle una buena. Pediría compartir celda con ella en la próxima luna llena.

Yoon Joo cruzó los corredores de la Academia Dissander tan silenciosamente como pudo, echando uno que otro vistazo a su alrededor. Sabía de los prefectos, sin embargo conocía el aroma de los tres. Y si estaban cerca los notaria. El problema radicaba en los cazadores del Gremio.

Myung Soo les había dicho que ellos olían diferente a los humanos normales, que su sangre y su ADN eran distintos, pero Yoon Joo no había encontrado ninguna diferencia.

Ni siquiera en el chico sin memoria.

Kim Sung Kyu.

Todos le conocían. No se había hablado de otra cosa en semanas. El Gremio, el chico sin memoria... ¿Qué hacían exactamente ahí?

Pero eso era algo que Woo Hyun no les había dicho.

Yoon Joo se detuvo entonces, escuchando un ligero murmullo:

—...te lo he dicho, si la amnesia fuese provocada la cura tal vez funcionaria.

—Y, ¿qué tal si así fue?

—Fue un accidente. El auto, sus padres... Y además, ¿por qué Sung Kyu querría borrar sus memorias?

—Porque sus recuerdos son demasiado horribles...

—No lo sabemos, pero te lo dije. No es posible eso. Sung Kyu jamás recuperará sus recuerdos.

Yoon Joo ladeó la cabeza al reconocer las voces, aunque nunca habría imaginado verles juntos.

—Tengo que matarlo —susurró la voz del hombre. Un chico con el que compartía algunas clases.

—No puedes. No te dejarán.

—Ayúdame, hermana...

Yoon Joo no pudo contener una exclamación de asombro. Ellos... ¿Eran hermanos? ¿Era eso posible? ¿Alguien del Gremio y alguien de la Academia Dissander? ¿Un lobo y un cazador?

—Yoon Joo —llamó él, mientras la chica se escabullía entre las sombras.

La joven lo llamó por su nombre. Y esas fueron, en realidad, sus ultimas palabras antes de que las rápidas y hábiles manos del asesino se deslizaran por su cuello, soltando un pequeño crujido cuando lo quebró.

El cuerpo sin vida de Yoon Joo quedó inmóvil, con el cuello roto y la sorpresa dibujada en el rostro.

La muerte le había llegado tan sorpresivamente, como una broma o un chiste. Y el asesino lo sabía. La vida sólo era eso.

Kim Sung Kyu tendría que morir. Y después le tocaría al Segundo.

El asesino fue a reunirse con Ho Won a los jardines, charlando sobre las clases.

Y pensando. Lo que su hermana había dicho.

Amnesia provocada.

Y los Jang eran químicos.

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