Capítulo Veinte

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No quería aquello, no deseaba escuchar al doctor decirle a mi novio los resultados de los análisis que me había hecho el día anterior, pero ir al doctor sola no era una opción, lo supe cuando había despertado en la mañana y había sido lo primero que Alexander hubo mencionado.

Visité a mi papá antes de reunirnos con el doctor, lo habían trasladado a una habitación cómoda y totalmente privado, claro, todo al bolsillo de mi prometido, lo sabía, no necesitaba que Alexander me lo dijera. El doctor nos observó y luego a los análisis, mi novio apretó su agarre alrededor de mi mano, dándome seguridad y pude finalmente relajarme un poco.

—¿Qué tiene?— preguntó Alexander.

Las siguientes palabras del doctor cambiarían nuestra vida para siempre: —Estás embarazada— mi aliento se detuvo en mis pulmones al escucharlo.

Sentí como Alexander se quedaba quieto a mi lado, de repente era como si el tiempo se acabara de detener, y nos encontráramos en una especie de sueño, mas el rostro preocupado del doctor nos decía que había mucho más que un embarazo.

—Algo más sucede— no fue una pregunta el tono de mi novio mientras su agarre en mi mano se hacía mortal.

—No me gusta lo que veo— confesó el doctor. —Ya tuvo un problema alimenticio, señorita Reid— y lo supe, no existía manera alguna en que Alexander no se enterara sobre mi pasado. —He visto su expediente y de acuerdo con los análisis de anoche, está sufriendo de anemia, sin embargo, aunque los estudios muestran que no se está alimentando adecuadamente, los pacientes con problemas alimenticios, tienden a vomitar y privarse de alimentos— de repente, la mano de Alexander había dejado la mía, aparté la mirada del doctor y lo observé, él no me observó, pero pude ver la dureza en su rostro.

El doctor continuó hablando, pero mi cabeza no me permitía concentrarme, entre la noticia del embarazo y el silencio de Alexander estaba causando que mi estómago se sacudiera. Por primera vez desde que había decidido ir con Alexander, me sentí completamente sola, deseaba acurrucarme y llorar, llorar por lo estúpida que había sido al ocultarle algo como aquello, llorar porque estaba poniendo en peligro la vida de nuestro bebé que crecía en mi cuerpo con cada alimento que me negaba a comer o por cada vez que me había provocado el vómito.

—¿Desde cuándo?— la voz de Alexander cortó el silencio cuando nos encontramos en el pasillo. Guardé la receta que el doctor había escrito en mi bolso.

—Cuando estaba pequeña sufría de sobre peso— las palabras se sentían pesadas en mi lengua. —Lo superé o eso pensé...— me mordí el interior de la mejilla. —Cuando mi madre murió me quedé sola, recaí— las palabras sonaban asquerosas cuando lo decía en voz alta, no me gustaba el sabor amargo que dejaban en mi boca.

—¿No crees que tenía derecho a saberlo?— pero no me atreví a responder. —¿No crees que tenía el maldito derecho a saberlo?— ahora gritó con dureza.

Tragué con fuerza mientras observaba su enojado rostro, sus ojos verdes estaban oscuro y me era imposible descifrar su mirada. Lo observé frotarse el cabello y luego maldijo en voz alta, haciendo que las enfermeras que se encontraban cerca pidieran que bajara la voz.

—No quería que...— pero Alexander se había acercado, tomado mi rostro entre sus manos y besado duro, con fuerza mientras mordía mis labios en el proceso.

—No sé que mierda debería hacer en estos momentos— su voz fue ronca cuando susurró aquellas palabras sobre mis labios. —Estoy enojado como la mierda, nunca debiste guardarte algo tan delicado— mordió mi labio inferior después de decir aquello. —Pero también soy el hijo de puta más feliz en estos momentos— ahora su beso fue suave, haciéndome gemir contra su boca.

Falling with you  (F.F.L #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora