3- La hermana gemela

6.5K 464 71
                                    

-Vaya cara, parece que acabes de ver a un fantasma- bromea Anya en cuanto ve aparecer por la puerta a Lexa, con el rostro completamente emblanquecido y los ojos abiertos de par en par, mirando a la nada. La morena se sienta de nuevo en el taburete que hay junto a la barra, el mismo que ocupaba antes, volviendo a coger la taza de café que ha dejado a medias por beber. Intenta dar un sorbo, pero las manos le tiemblan demasiado, imposibilitándole tan sencilla tarea, así que decide desistir en su intento. En su lugar, mueve la cucharilla, describiendo círculos con ella en su taza, mirando fijamente el líquido de color marrón, absorta en sus pensamientos.

Por su mente pasan muchas cosas, y a cada cual tiene menos sentido. No entiende nada, se ve incapaz de comprender cómo alguien ha podido sobrevivir a un tiro en la sien realizado desde menos de medio metro de distancia. No, eso es imposible y, por mucho que hubiera podido pasar así, no sería capaz de estar paseándose por Central Park a la mañana siguiente como si nada hubiese sucedido. Hay algo que Lexa debe haber pasado por alto, quizá una pista o algún detalle...y tiene que averiguar qué había sucedido aquella noche con Clarke, o de lo contrario se va a volver loca.

-¿Qué ocurre?- pregunta Anya. Lexa alza la vista para encontrarse con esos ojos marrones que la miran fijamente desde detrás de la barra de aquella cafetería; unos esferas que ahora mismo la contemplan con expresión preocupada. -¿Lexa?- insiste, al no obtener respuesta por parte de la morena.

-¿Sabes que ayer trabajé hasta las tantas en un encargo especial, no?- Anya asiente, arqueando una ceja y achinando los ojos, intentando descifrar en la mirada de Lexa qué estaba pasando por su mente, sin lograrlo. Y eso era sumamente extraño, pues los ojos de Lexa acostumbraban a hablar por sí solos, aun sin que su dueña quisiera. Pero en aquel momento Anya se ve incapaz de saber qué es lo que estaba pensando su amiga. Normal, ni tan siquiera Lexa sabe qué pensar o cómo sentirse. –Pues...- Lexa traga hondo, intentando ganar unos segundos antes de explicarle todo aquello a su mejor amiga. Tiene miedo de que no le crea; toda esta situación le sigue pareciendo inverosímil. Una locura, una puta broma del destino, o el karma devolviéndosela a lo grande.

Anya comienza a repiquetear sobre la barra con sus dedos, mostrando su nerviosismo. Un cliente intenta captar su atención, y Anya le señala con la mano que debe esperar unos momentos más para ser atendido. -Dímelo ya de una vez, Lexa, no tengo todo el día- inquiere su amiga, poniéndose más nerviosa, sin poder evitar sonar más borde de lo que pretendía, notando cómo su impaciencia se incrementa a cada segundo que la ojiverde permanece callada sin decir nada.

-Se supone que ayer acabé el trabajo...quiero decir...cerré el contrato- Lexa vuelve a fruncir el ceño, sintiendo como las piezas de ese rompecabezas no encajan, por mucho que intente montar una sobre la otra, mientras Anya la continúa observando en silencio.

-¿Se supone?, ¿Qué quieres decir con que se supone?- Se cruza de brazos unos instantes, mirando seriamente a su amiga. Acerca su cuerpo a la barra para susurrar –Una persona está muerta o viva, no hay punto intermedio, Lexa- su tono, remarcando que aquello que dice es algo obvio, molesta a la morena.

-Lo sé- contesta ofendida. –No tengo cinco putos años. El caso es que-

-¡Sí, ya voy, solo dos minutos, hombre!- exclama Anya, interrumpiendo el discurso de Lexa, tras volver a recibir la queja de un cliente que, al parecer, tiene mucha prisa por recibir su pedido.

-Mira, yo acabé el trabajo- continua Lexa, tratando de ser lo más breve posible para no crearle más problemas en el trabajo a su amiga. –Pero ahora Roan acaba de llamarme y me ha dicho que está viva- Anya abre los ojos de par en par.

-¿Quieres decir que- se acerca de nuevo a ella para susurrarle y evitar que alguien pudiera oírlas, aunque por suerte el resto de clientes se encontraban sentados en las mesas de aquella cafetería, lejos de donde estaban ellas. -¿Qué la matase y ahora ha revivido, como Jesucristo?- bromea, en un tono a medio camino entre la burla y la seriedad.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now