37- Sin salida

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Un fuerte aire desvía la mano de Lexa, lo suficiente para provocar que la bala acabe impactando en el hombro de Dante. El presidente cierra los ojos por el dolor, rompiendo el contacto visual que mantenía con la ex sicaria, milésimas de segundos antes de que una gran explosión les alcance a los tres, haciéndoles saltar por los aires.

Lexa cae a varios metros de distancia, golpeándose contra el duro cemento, y permanece inmóvil, boca arriba, durante largos instantes. Comienza a toser, aún con sus ojos cerrados. Con sus brazos y piernas temblando, logra alzarse lo suficiente para comenzar a gatear, buscando a tientas el cuerpo de Clarke. Un ensordecedor pitido, producto del estruendo causado por la explosión, le impide escuchar más allá del incesante ruido agudo en sus oídos. La cabeza le da vueltas y le es imposible mantener el equilibrio, tropezando varias veces consigo misma o con los escombros que se encuentra en su camino.

Gruñe por el sobreesfuerzo que está realizando, sintiendo todo su cuerpo dolorido y magullado por los múltiples golpes sufridos y el impacto de la onda expansiva de la explosión. Sacude su cabeza varias veces, antes de abrir los ojos para intentar localizar a Clarke. Una densa capa de humo negro invade el ambiente, imposibilitándole ver mucho más allá de donde se encuentra. Achina sus ojos para intentar ver mejor a través del humo, percatándose de que los dos guardaespaldas de Dante yacen en el suelo, inmóviles y cubiertos de sangre.

La ex sicaria logra localizar el cuerpo de la profesora, a escasos metros de ella, y sacando las últimas fuerzas que le quedan, del recoveco más inhóspito de su cuerpo, se arrastra con relativa rapidez hacia ella. Deja caer su cuerpo sobre el de Clarke, retirando rápidamente la cadena de plata que la rodea, liberándola.

–¡Yiiiiiiiiiiiiiiha! –Grita una voz muy familiar desde las alturas– ¡Raven Reyes al rescate, cabrones! –la latina se encuentra en una pasarela situada encima de la puerta, muy cerca del techo, y a sus hombros carga con un enorme tubo cilíndrico de color verde. –¿Qué opinas ahora de llevarme un lanza misiles a una misión de rescate, Lexa? –Exclama con orgullo, mirando fijamente a la morena con una sonrisa de oreja a oreja– eso te pasa por llevarme la contraria –La señala con el dedo índice, y Lexa comienza a reírse. Una risa nerviosa que deja salir toda la tensión que su cuerpo había almacenado durante los instantes previos.

Acababa de salvarles la vida. A Clarke, a Octavia–no Octavia, alias Meredith, y a ella.

Raven Reyes les ha salvado la vida.

Con un puto lanza misiles.

Sencillamente increíble. Surrealista e inverosímil. Ni en mil años habría imaginado una situación similar. Probablemente, la entrada triunfal más épica de toda la historia, y Raven Reyes acaba de convertirse en su persona favorita de toda la humanidad entera.

Hay que joderse.

–Lexa... –Clarke pronuncia el nombre de la ex sicaria en un susurro apenas audible. La profesora se encuentra tumbada, con los ojos cerrados, y su corazón emitiendo un débil latido.

–Shhh, ya está, cariño –deja un suave beso en su frente, ennegrecida por el hollín, al mismo tiempo que acaricia su rostro con ambos pulgares –estás a salvo.

Octavia, ya liberada de su atadura, pues al parecer la explosión había provocado que la cadena de plata volara por los aires, rueda sobre un costado hasta situarse a su lado, tomando el rostro de Clarke entre sus manos, examinando su estado.

–¿Quién eres? –Lexa frunce el ceño al ver cómo su tez vuelve a ser de una tonalidad más morena, y su cabello ha recuperado su moreno habitual, con sus ambarinos ojos brillando cual estrellas, amenazantes en mitad de esa densa capa de humo gris. Octavia suspira, desviando su mirada hacia Clarke antes de volver a clavar sus ojos en los de la morena.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now