13- ¿Y ahora qué?

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Se despierta sintiendo todo su cuerpo dolorido, y nada más abrir los ojos, la claridad que se cuela en su habitación, le obliga a cerrarlos de nuevo. La cabeza le da mil vueltas, y nota todos sus músculos entumecidos.

Alarga el brazo para buscar a tientas el vaso de agua que siempre deja en su mesita antes de irse a dormir, pero no lo encuentra, y vuelve a abrir sus párpados para localizarlo, sin éxito. Se extraña al tener tanta claridad, cuando las paredes correderas de su habitación están puestas, hasta que descubre un enorme agujero en uno de los laterales, por el que se cuela la luz de la mañana.

Y de pronto lo recuerda todo. Puede volver a sentir todos y cada uno de los golpes sobre su amoratada piel; imágenes de la pelea con Clarke en la que casi pierde la vida, la golpean sin cesar, creando una espiral de recuerdos que la marea. Un vórtice de sensaciones nuevas a las que todavía no sabe cómo hacer frente; una tormenta de la que no puede escapar.

Lleva dos de sus dedos hasta sus carnosos labios, acariciando su labio inferior, rememorando los besos compartidos horas atrás en ese mismo lugar. Caricias que todavía queman sobre su piel. Si cierra los ojos, todavía puede sentir la lengua de Clarke recorriéndola entera, haciendo maravillas en su centro de placer, o cómo sus uñas se clavaron en su espalda mientras ella la penetraba, escuchando sus gemidos en su oído...dios, joder.

Solamente con las imágenes de anoche, siente su cuerpo arder de nuevo.

Ladea su cabeza hacia Clarke, con la esperanza de poder compartir otra increíble sesión de sexo antes de levantarse. El dolor no existe, es solo una palabra carente de sentido, cuando se trata de fundirse con el cuerpo de la rubia, hasta ser una sola. Frunce el ceño al encontrarse su lado de la cama vacío, y se inclina para coger su teléfono móvil, que, para su desgracia, tampoco está en la mesita.

Suelta varios quejidos cuando, haciendo un esfuerzo sobrehumano, logra levantarse de la cama, sintiendo cómo todos y cada uno de sus huesos y músculos le duelen, atacando todos a una a su sistema nervioso, como si mil lanzas atravesaran cada uno de sus órganos, y alguien estuviera clavando alfileres en todos los poros de su piel.

Sale de su habitación, llevándose una mano al rostro para cubrirse de la luz de la mañana, y busca con su mirada a la rubia; pero no hay rastro de ella. –¿Clarke?– silencio. –¿Clarke?– prueba suerte de nuevo, obteniendo como respuesta el silencio imperioso que reina en su apartamento. Suspira de forma pesada, dándose por vencida al percatarse que la rubia ha abandonado su casa sin tan siquiera despedirse de ella, o dejarle una nota. Un, gracias por los tres increíbles orgasmos de anoche no habría estado nada mal, la verdad.

Dirige sus pasos con pesadez, arrastrando sus pies y sin apenas abrir los ojos, hasta el baño, con la intención de darse una ducha que termine por despertarla. Siente su cuerpo tan cansado, que hasta la fuerza del agua sería capaz de tumbarla si no fuera porque se está apoyando contra la pared. Deja que el cristalino líquido corra libremente por su piel, arrastrando toda la suciedad y el sudor de su cuerpo, al mismo tiempo que despeja su mente.

Cuando sale del baño, mucho más despierta que cuando entró, se detiene en seco al contemplar el estado en el que se haya su preciado loft de diseño: por el suelo de parquet hay miles de pequeños trozos de cristal esparcidos por todos lados, su carísima y enorme pantalla de televisión está en el suelo hecha añicos, mientras que el valioso contenido de sus botellas de whisky está vertido sobre el suelo. Ochenta años madurando en barrica, para acabar absorbido por la madera en una sola noche, qué ironía. El sofá, su preciado mueble de cuero en, en el que adora estar la gran mayoría del tiempo que expende en casa, se encuentra completamente destrozado.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now