16- La cita diurna

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–Has hecho bien en pedírmelo a mí, rubia– Raven sonríe de forma orgullosa, mientras cierra los ojos y se señala con la mano, en un gesto de fingida soberbia. –No hay nadie mejor que yo en estos asuntos.

–Por tu bien, espero que tengas razón– suspira, cerrando sus ojos un segundo para descansar su agotada mente, que no ha parado de dar vueltas desde la noche en la que recordó todo. Demasiadas imágenes que se agolpan una tras otra, sin darle ni tan siquiera un respiro. Y, para terminar de crear aquél cóctel explosivo, está su maldito corazón, y la forma que tiene de bombear cada vez que Lexa la mira, está cerca, o simplemente piensa en ella.

¿Cómo puede ser que se sienta así por alguien que ha intentado asesinarla tres veces?

Lo tuyo no tiene nombre, Griffin. Gracias mente, eso ya lo sé, no hace falta que me lo recuerdes. Su subconsciente, lejos de ayudarla, la tortura provocándole una montaña rusa de sentimientos y emociones que roza la bipolaridad; y todas ellas tienen un único protagonista: esas dos verdes esferas.

–Voy a por una cerveza, ¿tú quieres otra?– Raven asiente, sin desviar la mirada del portátil de Lexa, con sus marrones ojos clavados en la pantalla, mientras sigue tecleando a un ritmo frenético, escribiendo interminables líneas de código que, solamente con mirarlas, a Clarke le provocan náuseas ; lo suyo es el arte, definitivamente. Se levanta del sofá, dirigiendo sus pasos hacia la cocina. Abre la nevera y agarra dos botellines de cerveza y cierra de nuevo la puerta. Los gritos de su amiga latina, provenientes del salón, llaman su atención, haciendo que deje las bebidas rápidamente sobre la encimera.

– ¡Mierda! ¡No!– repiquetea aún más rápido sobre las teclas del ordenador –no, no, no, no, no– repite una y otra vez, acelerando aún más el ritmo de sus dedos sobre el teclado. – ¡Joder!– deja el portátil sobre la baja mesa, bufando, visiblemente frustrada. Se pasa una mano de forma nerviosa por el pelo, mientras su pierna derecha se mueve arriba y abajo sin control. – ¡Me cago en la puta!– pega una patada a la baja mesa que está frente a ella, levantándola varios centímetros del suelo. Por la inclinación que toma la pesada superficie de madera, todo lo que se encuentra sobre ésta cae al suelo, incluido el portátil.

La latina se levanta al mismo tiempo, girando sobre sí misma, apoyada únicamente en una pierna, mientras con ambas manos se agarra su pie derecho, mostrando claros signos de dolor, haciendo fuerza sobre el lugar del impacto, al mismo tiempo que suelta un par de quejidos e insultos más que quedan perdidos en el aire del salón del apartamento de su amiga.

– ¿Qué pasa Raven?– Clarke acude rauda hacia el lugar del crimen, donde una mesa y un dedo meñique acaban de ser apalizados, sin que haya un aparente motivo, alertada por los gritos de la latina. – ¡Oh mierda!– comienza a mover su pie rápidamente, intentando apagar el pequeño fuego que una vela encendida ha provocado en su alfombra, al caer de encima de la mesa.  Después lograr extinguir el incendio en potencia, se percata de que, junto al resto de objetos que hay esparcidos por el suelo, se encuentra el portátil de Lexa.

Se agacha para cogerlo, con el ceño fruncido, y lo mira extrañada, mientras Raven mueve las manos en el aire, al mismo tiempo que intenta apoyar su pie derecho de nuevo en el suelo, sin demasiado éxito. En la pantalla, aparece un dibujo que cubre la totalidad de las 16 pulgadas del ordenador. Una mano de color verde chillón, con el dedo de en medio levantado formando un gesto grotesco, y unas letras arriba a la derecha, de color amarillo fosforescente, en las que se puede leer perfectamente "OMG, Skykrufucker estuvo aquí. Te jodes".

– ¿Quién es Skykrufucker?– pregunta Clarke extrañada, dejando el portátil con cuidado sobre la mesa.

–Un hacker bastante famoso– Raven se deja caer sobre el sofá, suspirando de alivio al notar cómo su espalda se hunde entre los mullidos cojines del respaldo de ese mueble de color azul marino. Levanta su herido pie derecho, y lo pone sobre la mesa, llevándose una mirada de reprimenda por parte de la rubia.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now