12- Perdiendo el control

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Aviso para sobrevivir al capítulo: hacerse con un kit de supervivencia que contenga agua bien fresca, y una ducha cerca. Avisadas/avisados estáis.

           

Lexa no entiende qué acaba de pasar, pero tampoco necesita comprenderlo; o por lo menos, no en ese preciso instante. Tiene mejores cosas que hacer; mucho mejores. Ya pensará en lo ocurrido mañana, ahora solamente quiere disfrutar de este momento, de Clarke, y  de todo lo que la rubia le hace a su cuerpo. Y son muchas cosas.

Demasiadas.

La lengua de Clarke invade su boca por completo, explorando cada recoveco, mientras batalla contra la suya, en una lucha sin cuartel, y sin ganador. El noble arte de combatir, la pasión de disfrutar de la batalla sin buscar ser el vencedor.

Sus respiraciones agitadas mientras dan bocanadas de aire, muy esporádicas, las mínimas imprescindibles para no quedarse sin oxígeno y poder continuar con los besos que están compartiendo, son lo único que rompe el silencio que reina en el loft de Lexa. La morena tiene sus manos apoyadas en la cintura de Clarke, moviéndolas de arriba abajo, recorriendo y dibujando la figura de la rubia, queriéndose grabar a fuego en la yema de sus dedos el tacto de la piel de Clarke, quién a su vez tiene sus manos perdidas en el pelo de la ojiverde, atrayéndola más hacia ella, como queriendo evitar que pueda romper ese beso e irse lejos.

Lo que quizá Clarke desconoce, es que Lexa ni puede, ni quiere ir a ningún otro lugar. Si apareciera un genio tras frotar una lámpara mágica, y le concediera un deseo, sería poder quedarse a vivir en ese momento para siempre, con Clarke besándola de esa manera en su apartamento, mientras siente el calor de su cuerpo contra el suyo propio.

Cuando la falta de oxígeno es demasiado latente, ambas se ven obligadas a cortar el beso, permaneciendo unos segundos en silencio, manteniendo los ojos cerrados y con sus frentes apoyadas, mientras respiran con dificultad. Lexa abre los ojos, y, al hacerlo, vuelve a encontrarse con ese azul que tanto ha extrañado. Siente cómo su corazón se salta un par de latidos al ver ese precioso iris celeste, bañado de un intenso negro. Y quizá Lexa no sea consciente de ello en ese preciso momento, tampoco está en las mejores condiciones para pensar con claridad, pero el calor que se ha instaurado en su pecho por tener a Clarke así, no se debe únicamente al fuego provocado por el calentón que recorre todo su cuerpo. Es algo mucho, muchísimo más intenso.

Lexa sonríe sobre sus labios, aun sabiendo que quizá no es el mejor momento para hacerlo, pero no, no puede evitarlo. Ha extrañado demasiado aquello, lo necesita para vivir, más incluso que el oxígeno; los besos de Clarke le llenan de vida. Y es que llegó a pensar que jamás volvería a sentirse así, que nunca más podría tener a Clarke de nuevo entre sus brazos mientras la besa, y en toda su vida se ha alegrado tanto como ahora de haber estado equivocada.

Pero Clarke, tal como era de esperar, no le devuelve esa sonrisa, y en su lugar, como respuesta, vuelve a atacar sus labios con un ansia y hambre desmedida. Lexa la agarra fuertemente de su cintura, atrayéndola más hacia ella, queriendo pegarla aún más a su cuerpo; aunque aquello difícilmente es posible. Continúan devorándose, saboreándose, sus lenguas batallando fuera y dentro de sus bocas, mientras las manos de la rubia se pierden explorando el cuerpo de la morena y viceversa.

Lexa muerde con fuerza, quizá demasiada, el labio inferior de Clarke, tirando de éste hacia ella, provocando que un jadeo extasiado salga de la garganta de la rubia. De nuevo conectan sus miradas, y al hacerlo, Lexa descubre que el rojo vuelve ser el color que predomina en el iris la rubia.

-No hagas eso- pronuncia en un tono amenazante, pero tan ronco, que funde por completo todos los sistemas cognitivos de Lexa, cortocircuitándolos, haciendo que pierda toda la capacidad de raciocinio y autocontrol, si es que le quedaba alguna. Pero Lexa, lejos de sentirse intimidada por la mirada amenazante que le lanza Clarke, vuelve a morder su labio, aún con más fuerza que la vez anterior, y el color de los ojos de la rubia se torna aún más intenso. –Quién juega con fuego se acaba quemando, Lexa- susurra de forma sensual contra sus labios, mientras aprieta con fuerza sus manos contra la cintura de la morena que, ni corta ni perezosa, repite el gesto otra vez.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now