39- Halloween, parte 2

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–Hay una cosa que no entiendo –Anya rompe el silencio que se había instaurado entre el grupo de amigos. Habla entre jadeos por el esfuerzo tras largos minutos caminando entre las penumbras por ese angosto pasillo en el que se encontraban, el cual parecía no tener fin– Si Clarke es hija de un demonio y una mortal, ¿eso no la convierte en mitad demonio, mitad mortal? –se agacha de golpe cuando un murciélago pasa volando muy cerca suyo.

–Tu argumento es mitad correcto, mitad incorrecto –responde Octavia, encabezando la expedición. Mantenía sus ojos entrecerrados en todo momento, para intentar vislumbrar cualquier movimiento extraño que sucediera ante ellos; no sabe qué o quienes podrían estar escondidos, al acecho en espera del momento perfecto para atacar, protegidos por esa penumbra que les envuelve.

–Como Clarke –Raven, con su pierna ya curada gracias al ungüento aplicado por Aquiles en la guarida de los Insurrectos, camina detrás de Octavia. En ese momento caminaban en fila, uno detrás del otro, porque las paredes de piedra apenas les dejaban espacio para moverse por el infinito pasillo.

Lexa se encuentra tras la latina, acompañando a la comitiva, y aferrándose a su pistola de nueve milímetros como si en esos momentos fuese su posesión más preciada. Y es que realmente lo era. La sensación de que en cualquier momento podrían atacarles, aprovechándose de la oscuridad que les rodeaba a ambos extremos del pasillo, y en la ventaja de conocerse un terreno el cual solamente era familiar para Octavia, provocaba que en el pecho de la ojiverde creciera una sensación de angustia que le oprimía sin piedad alguna.

–¿Qué mitad es cierta y qué mitad no? –decide no darse por vencida, porque aunque dicen que la curiosidad mató al gato, ella no era felina, pero comenzaba a sospechar que debía de tener siete vidas, por lo menos, después de haber sobrevivido a decenas de hordas de demonios que cargaban contra ellas, ganando el combate contra todo pronóstico, y venciendo a todas las apuestas que seguro los seres superiores habían realizado; en esos momentos se preguntaba cuántos dioses se habrían arruinado apostando en su contra. Así que, de ser cierto y poseer seis vidas más que los simples mortales, no le pasaba nada por consumir una y extraer un poquito más de información de Octavia.

–Clarke siempre ha sido un demonio, sin mitades –responde, aclarando la parte errónea de la teoría de la camarera, refutando así su primera hipótesis. –No obstante, al ser hija de una mortal, su naturaleza permanecía escondida, oculta. Se necesitaba una ceremonia, una especie de ritual para poder activarla.

–¿Eso fue lo que hicisteis la noche de Halloween? –exclama de pronto Raven, deteniendo sus pasos en seco y provocando que los que la seguían chocaran entre sí, tambaleándose. – ¡Pensaba que estabais de coña! –la latina se muestra visiblemente ofendida porque hayan sido capaces de ocultarle durante tantos años que sus amigas realizaron un ritual convierte demonios.

–Si te sirve de consuelo, yo también –responde Clarke, mirando a ambos lados, analizando las piedras que conforman la pared del túnel en el que se encuentra. Por un momento le había parecido escuchar una extraña voz susurrar algo que había sido incapaz de comprender– no fue hasta más tarde, cuando me di cuenta de que no había sido una broma pesada, y que realmente era un puto demonio.

–Me he perdido –Monty se encuentra al final de la expedición, salvaguardado por Aquiles, el último de la fila, que se encontraba de espaldas a ellos vigilando para que no les atacaran por sorpresa desde la retaguardia. –¿Cómo te hacen un ritual para transformarte en demonio sin que te des cuenta?

–Eso quiero yo saber –secunda la petición del informático Lexa, quién lejos de mirar a los ojos a alguno de sus amigos, seguía en un permanente estado de alerta.

Flashback

–Qué pesadilla de trabajo –resopla mientras se deja caer de forma pesada sobre su cama, haciendo que Octavia bote sobre el duro colchón por el impulso– con las clases, los deberes y ayudar a mis padres en la casa, no tengo tiempo ni para pensar en cómo me llamo– se lleva una mano al puente de la nariz, y comienza a masajearlo en círculos para intentar desestresarse– el tiempo pasa tan rápido –suspira antes de dejarse caer sobre su almohada, hundiendo sus rubios cabellos.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now