11- Hazlo

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-Cálmate- la voz de Lincoln al otro lado del teléfono es tan alta, que Lexa puede oírle aún con el aparato telefónico a varios centímetros de distancia de su oreja. El chico habla a voces, de forma atropellada, mientras Lexa apenas se atreve a interrumpir ese discurso que parece no tener fin.

-¡Cómo quieres que me calme!, ¡No puedo!- oye un golpe seco, que supone es un puñetazo sobre alguna superficie, seguido de un frustrado resoplido.

-Lincoln, no hay forma de que te inculpen por esto, no hay pruebas ni mier...

-¿Te crees que estoy así por eso? ¡No joder eso ya lo sé!- eleva de nuevo el tono de voz, y Lexa resopla, intentando calmar sus propios nervios. No soporta que le griten. -¡Es la mejor amiga de mi novia, Lexa! ¡La mejor amiga!- exclama, perdiendo completamente los nervios.

-¿Y qué cojones iba a saber yo?- Entiende perfectamente al chico, pero aquello se trata de una casualidad. Una nefasta coincidencia del destino, o el karma jugando una de sus magistrales cartas de venganza, que ha puesto patas arriba el mundo de Lincoln, quién ahora no sabe cómo lidiar con el haber sido partícipe del envenenamiento de Clarke, la mejor amiga de su novia, la chica que, contra todo pronóstico, le ha robado el corazón al él, el lobo solitario.

–Mira Lexa, no sé en qué mierdas andas metida, pero deja a Clarke al margen ¿vale? Si le vuelves a hacer algo...yo...-traga hondo, cogiendo aire después –yo ya no podré cubrirte las espaldas, ¿me entiendes?- Lincoln ha conseguido calmarse un poco, pero es ahora Lexa quien no consigue mantener sus emociones a raya.

-Ya no hay nada que pueda hacerle...- su voz se quiebra, al volver a pensar en Clarke, en la última vez que la vio, en su cita, y en cómo se sentía cada vez que estaba cerca de ella. Ese calor tan agradable en el centro de su pecho, la forma que tenía su corazón de bombear cada vez que la rubia decidía dedicarle una de sus sonrisas, o simplemente mirarla a los ojos, ese nudo en el estómago y las mariposas revoloteando por todo su interior cada vez que la hacía reír... y que ya jamás podrá volver a experimentar. Y todo por su culpa.

Te odio, Lexa Woods, le grita una y otra vez su mente. Ya somos dos.

-Lexa, hay algo que deberías saber- hace una breve pausa, tratando de encontrar las palabras adecuadas, para que aquello que va a decir, no parezca una locura, intentando hacerlo lo más verosímil posible. –El veneno no ha funcionado con Clarke- pero la morena no oye esa última frase, ya que ha separado el teléfono móvil de su oído tras escuchar el timbre de su apartamento sonando con insistencia.

-¡Ya voy!- grita, comprobando que, pese a su aviso, quien quiera que esté al otro lado de la puerta, ha decidido no hacerle caso, y sigue llamando una vez tras otra. –Lincoln, tengo que colgarte, hablamos mañana- y antes de que el chico pueda contestar, Lexa pulsa el botón rojo de su Iphone, dando por finalizada la llamada.

Dirige sus pasos hacia la puerta, y cuando se dispone a abrir, ésta se abre de par en par con fuerza, por el impulso de una patada dada desde el otro lado de la madera. Clarke aparece en el umbral de la entrada a su loft, respirando agitadamente, apretando los puños con tanta fuerza, que casi deja a sus manos sin circulación, mientras mira a Lexa con los ojos llenos de rabia y odio. Al clavar sus ojos en los suyos, un escalofrío recorre el cuerpo de la morena, y siente cómo el miedo la paraliza por completo. Los ojos de Clarke están...sus ojos están...

¿¡Rojos!?

Ver a Clarke en la entrada de su loft, con su mirada bañada en un intenso y abrasador fuego, ha provocado un colapso cerebral que ha fundido todas las neuronas de su cerebro, haciendo que sea incapaz de nada más que no sea respirar, y por pura inercia.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now