19- Tarjeta de visita

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En esa gélida mañana de domingo camina por las calles de su ciudad, con las manos en los bolsillos, resguardando sus preciosas extremidades del helado aire que la sacude con fuerza una vez tras otra. Se dirige a la cafetería dónde, como cada semana, ha quedado con sus dos mejores amigas para desayunar.

Ya es toda una tradición el que Octavia y ella se mofen del estado en el que se encuentra Raven, quién, la gran mayoría de veces, por no decir todas, acude a la cita semanal en un estado deplorable, con evidentes signos de resaca y sin haber dormido previamente. Y es que no hay sábado que la latina perdone; su noche favorita de la semana, cuya diversión se basa en salir de fiesta, emborracharse y aumentar su larga lista de conquistas femeninas.

De camino al lugar, decide arriesgarse a congelarse, y saca su teléfono móvil del bolsillo de su abrigo; tras el fallido intento durante la cita de anoche con la ojiverde, necesita hacer esa llamada cuanto antes. Marca el número, y espera a que la persona a quién va dirigida la llamada conteste.

Hola Clarke– responde al primer tono. –¿Ha pasado algo?– pregunta extrañado, ya que no acostumbran a llamarse por teléfono.

–¿Recuerdas esa llamada de Octavia, en la que te mandaba a la mierda por dedicarte a vender veneno a morenas con ojos verdes, que se dedican a intentar asesinar, una vez tras otra, a rubias con ojos azules, cuya mejor amiga sale contigo?– ironiza Clarke. Un silencio sepulcral se hace al otro lado de la línea. –Exacto, no la recuerdas porque nunca sucedió– la rubia puede oír el rechinar de unos dientes; probablemente Lincoln en estos momentos esté apretando con mucha fuerza su mandíbula.

Clarke– traga saliva sonoramente. –Lo siento, yo no...

–Me importa una mierda lo que tengas que decirme, Lincoln– le interrumpe la rubia. –Si te he llamado, es porque necesito que me hagas un favor– el tono duro de Clarke, hace que el chico se estremezca.

Claro, pídeme lo que necesites, sea lo que sea– responde Lincoln de forma muy condescendiente.

–Necesito que me consigas una cosa, te pasaré los detalles por correo electrónico– el chico asiente. –Ah, y Lincoln, o le cuentas  a Octavia a qué te dedicas en tus ratos libres, o lo acabaré haciendo yo. O es mi mejor amiga, y no quiero que viva engañada, por muy feliz que la hagas– Clarke lleva toda la noche pensando qué iba a decirle al novio de su mejor amiga. Pensó que el frío de aquella mañana, junto con encontrarse caminando por las calles de Nueva York, rodeada de gente, ayudaría a calmar su enfado, pero no ha sido así. Nada más escuchar su voz, los recuerdos de cómo Octavia lloraba mientras ella apenas podía respirar, la golpearon con fuerza, haciendo que le fuera imposible hablarle de otra forma.

Lo haré Clarke, sólo dame tiempo, es complicado– de nuevo el silencio se instaura, y ambos toman aire profundamente, el moreno intentando calmar sus nervios, y la rubia su mala leche. –Sé que no te servirá de nada, Clarke, pero déjame decirte que lo siento– Lincoln aguarda en silencio, esperando una contestación o un corte por parte de la rubia. Vuelve a coger aire una vez más, decidido a continuar con su respuesta; es perfectamente consciente de que no servirá de nada, pero necesita decírselo. –De saber que era para ti, jamás le habría vendido el veneno.

–Mi vida vale lo mismo que cualquier otra, Lincoln. No porque sea mejor amiga de tu "novia"– dibuja las comillas en el aire –merezco no ser envenenada y otros sí. Lo que tú haces está mal, tú lo sabes, yo lo sé, y cualquiera con un mínimo de moralidad lo sabría– resopla frustrada, mientras que el moreno se mantiene en silencio, intentando asimilar la lección que le está enseñando Clarke. –Hay belleza en cada vida, nunca olvides eso. Ahora te envío el correo– tras decir estas últimas palabras, cuelga al instante, sin darle opción a réplica. De nada le sirven ya sus palabras, y no necesita su lo siento; el único perdón sincero que necesitaba oír ya lo tiene, salido de unos carnosos labios, y gritado en silencio por los ojos verdes más increíbles en los que se había perdido en toda su vida.

Un encargo peligrosoKde žijí příběhy. Začni objevovat