17- La cita diurna- no diurna, parte 1

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Saca su teléfono móvil con suma dificultad. El pulso le tiembla y su mano vibra sin darle un respiro ni tan siquiera para teclear en su pantalla. Suerte tiene de poder desbloquear su iphone con su huella dactilar, o de lo contrario tendría graves problemas para realizar esa llamada que tanto necesita hacer, y con urgencia.

En esos momentos, en los que se siente más perdida, con el miedo recorriendo cada una de sus células y terminaciones nerviosas, apoderándose de su ser, es cuando más necesita a la única persona que, pese a todo, sabe que va a hacerla sonreír, hasta lograr convencerla de que todo va bien, aunque en realidad no sea verdad.

La una menos cinco y me llamas, ¿nervios pre–cita?– solamente una frase, y Lexa ya ha movido un centímetro sus labios, formando una milimétrica sonrisa que, vista desde un microscopio, sería perfectamente apreciable. Anya es su mejor nicotina, y Lexa lo sabe perfectamente.

–Clarke ha cancelado la cita– contesta de forma seria y escueta, apretando la mandíbula.

Eso es malo– opina Anya al otro lado de la línea

–Pero me ha dicho de quedar más tarde

Eso es bueno.

– He ido a buscarla a la universidad en la que trabaja, dónde supuestamente habíamos quedado, y resulta que no hay ninguna profesora que se llame Clarke Griffin.

Eso es malo.

–Y encima, la cita es por la noche– silencio al otro lado de la línea. –Eso es malo Anya. Te recuerdo que no a todo el mundo le hace tanta ilusión como a ti que Clarke Griffin sea un puto vampiro.

Eso es bueno.

–Joder, ¿quieres dejar de jugar a imitar a Homer Simpson y su yogulado, por favor? No me estás ayudando– resopla nerviosa, mirando hacia el cielo mientras, al otro lado de la línea, su amiga ríe con ganas.

Vale, vale, lo siento– una última carcajada, antes de adoptar un tono algo más serio; o por lo menos, todo lo serio que puede ser, tratándose de Anya. –Entonces, ¿tu cita–no cita, es ahora una cita diurna– no diurna?

–Ese podría ser un buen resumen, sí– le concede la ojiverde.

¿Sabes lo que eso significa, no?– el tono de voz de Anya sugiere que su pregunta sólo tiene una respuesta, y además, es la más lógica del mundo; o por lo menos, a su parecer.

–¿Qué Clarke me ha mentido y no quiere quedar conmigo al mediodía?– responde Lexa, intentando no contestar de forma directa a su mejor amiga, porque, a cada minuto que pasa, su teoría sobre la naturaleza vampírica de Clarke cobra más sentido. Y cuanto más real es, más se niega Lexa a creerlo; aunque en el fondo, ya lo haya aceptado.

–¿Y eso es porque...? Piensa, Lexa, piensa– silencio al otro lado de la línea telefónica –vamos Lexa, en el fondo sabes que tengo razón, y te mueres por decirlo– la incita Anya.

–Porque es un puto vampiro– exclama por fin, sin poder retenerlo más, dejando que la Lexa irracional hable por ella, haciendo que su amiga estalle en felicidad, gritando bien alto. La morena se ve obligada a apartarse su teléfono unos centímetros de su oreja, hasta que Anya logra dar fin a ese ataque espontáneo de locura que acaba de sufrir.

–¡Vas a tener una cita nocturna con una vampiresa!– de nuevo Lexa tiene que separar su teléfono de su oreja. –¿No es eso genial?– exclama emocionada.

–Mierda, voy a tener una cita con una vampiresa– afirma Lexa, dándose cuenta de la realidad; y esa es que, efectivamente, si la teoría de Anya, junto con todas sus sospechas y sus peores miedos, son verdad, esa noche, más que probablemente, la cena va a ser ella. Traga saliva al ser consciente de ello, y comienza a respirar profundamente, intentando calmar sus nervios.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now