35- Sin elección

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Nota: Los textos en cursiva corresponden a acciones que se desarrollan en el presente, de forma paralela, pero en lugares distintos.

Mira a ambos lados desde su posición elevada, cerciorándose de que no haya nadie, y salta desde el tejado del pequeño edificio, de una planta de altura. Rueda por el duro asfalto, evitando así hacerse daño por el impacto de la caída, hasta tocar con su espalda la pared del edificio situado justo en frente. Su destino final.

Saca del bolsillo de su chaqueta un pequeño dispositivo tecnológico, de color plateado y redondo, y lo coloca sobre el metal de la puerta trasera de entrada, conectándolo con el panel numérico para introducir la contraseña.

–¿Lo tienes? –pregunta casi sin aliento, por todo el esfuerzo físico realizado hasta el momento. Y es que hacía mucho tiempo que no corría durante largos minutos, esquivando coches, cámaras de seguridad, miradas indiscretas y serpenteando por los callejones y tejados de la ciudad neoyorkina. Una auténtica yincana en medio de esa jungla de acero y cemento.

Es un poco más complicado de lo que pensaba, estos cabrones saben lo que hacen –de fondo se oye el ruido frenético de un teclado de ordenador siendo golpeado sin ninguna piedad ni clemencia.

–Pero tú también lo sabes –responde entre grandes bocanadas de aire, todavía con su espalda contra la pared, intentando recuperar el aliento. Cierra los ojos un instante, secándose el sudor con la palma de su mano, cubierta en esos momentos por un guante de cuero negro.

Soy el mejor, tú lo sabes, y yo lo sé –alardea de sus dotes informáticos– y Jasper también lo sabe, pero en otro contexto más... sexual, claro.

–¡Información innecesaria! –protesta, haciendo una mueca de asco y sacando la lengua. Monty carcajea al otro lado del pinganillo, por el cual se mantienen conectados y comunicados en todo momento.

Dame sólo treinta y dos segundos y cinco milésimas y lo tienes –Lexa sonríe de lado al oír el tiempo de espera proporcionado por su mejor amigo. Había echado mucho de menos su precisión milimétrica, y una sensación agradable recorre su pecho al recordar todos los momentos vividos junto al informático. Pero esa sensación desaparece al instante, cuando una rubia, con sus preciosos ojos azules cubiertos de lágrimas, aparece por su mente. La imagen le provoca un fuerte pinchazo en las costillas, y se lleva una mano al costado, doblándose sobre sí misma por el dolor.

El ruido de un "clic" metálico, signo de que la puerta acaba de ser desbloqueada, la saca momentáneamente de sus pensamientos. Agarra el pomo con fuerza, tratando de serenarse, y abre ligeramente la puerta para introducirse en el interior del edificio, cerrando con cuidado tras de sí.

"O él o yo". Tiene que detenerse en seco cuando la imagen de Clarke vuelve a su mente. Sacude su cabeza, intentando apartar el recuerdo de su cabeza, sin lograrlo. "Lexa, o él o yo", dos atrevidas lágrimas resbalan en silencio por su rostro, secándoselas al instante con el dorso de su mano, dejando que mojen el cuero que reviste su piel.

Continúa avanzando por la superficie de cemento, escondiéndose tras los centenares de vehículos estacionados en el lugar. Se trata de un aparcamiento privado, de varias plantas de altura, y el único edificio desde el cual tendría vistas hacia la localización de su objetivo, para poder llevar a cabo su misión: asesinar al candidato a la Casa Blanca.

El mismo que ordenó matar a su padre para evitar que salieran a la luz las fotografías que había tomado durante una de las múltiples fiestas privadas que organizaba para él y sus amigos. En ellas, aparecía el futuro presidente de los Estados Unidos, manteniendo relaciones sexuales con una niña de diez años.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now