28-Fin de semana romántico-no romántico, parte 2

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-¿Cómo has podido hacerme esto?- entra como una exhalación al salón, con los brazos en alto y los ojos abiertos como platos. -¿Cómo?- repite la pregunta, pero obteniendo la misma respuesta; silencio. Si espera que Clarke pueda contestarle, tendrá que proporcionarle más detalles, porque, ahora mismo, no sabe porqué la lunática de su amiga ha entrado gritando de esa manera, sobresaltándola. -¿Tan bajo has caído?- la mira con cierta decepción, escondiendo una sonrisa, que, por suerte, logra evitar –te tenía por una tía más dura, la verdad- chasquea la lengua, mientras niega con la cabeza.

-Sé puede saber qué narices te pasa a ti- contesta finalmente Clarke, levantándose del sofá para encarar a su amiga.

-¡Que le has dicho te quiero a Lexa!- grita, con el tono de voz cargado de sorpresa y decepción. Clarke se gira para mirar a la morena, que se encuentra sentada en el sofá, y se agarra con fuerza al cómodo reposabrazos, tragando hondo ante la mirada que le lanza la rubia.

-Yo no le he dicho nada- se defiende antes de que la rubia pueda atacarle, alzando ambas manos en son de paz.

-Somos dueños de nuestros silencios, y esclavos de nuestras palabras- Anya entra al salón, con el brazo extendido y la palma hacia arriba, apuntando directamente a Raven, y mirándola con una amplia sonrisa y una ceja alzada –me debes cien dólares, Raven- la latina bufa, girándole la cara y cruzándose de brazos, en señal de disconformidad.

-Enserio, tiene que follar muy bien para que le hayas dicho te quiero- se queja, mirando con fingido odio a su amiga, esa que le acaba de costar cien dólares, por una estúpida apuesta que hizo con Anya, la cual, en su momento, le pareció muy graciosa y cien por cien segura de ganar. Maldito seas, efecto Lexa.

-¿Habéis apostado quién diría te quiero antes?- pregunta ofendida, abriendo la boca y dejando escapar sonidos que no hacen más que enfatizar su incredulidad ante esa tan inverosímil situación que está viviendo en estos momentos.

-Sí- contestan al unísono, Anya con una sonrisa, y Raven con cara de pocos amigos, gruñendo su respuesta.

-Y parece que yo he ganado- Lexa ladea sus labios, formando su sonrisa socarrona, ganándose una colleja de la rubia. –Auch- se frota la parte golpeada con la mano, carcajeando levemente –vale, esa supongo que me la he ganado- admite, llevándose otra en la misma zona de impacto que la anterior, y esta vez, más fuerte. -¡Eh!, ¿Esta a qué viene?- vuelve a acariciar la zona, algo más dolorida por ese segundo golpe.

-La propina por ser tan bocazas.

-Esta te la guardo, Anya- mira con rencor a su ahora ex mejor amiga, sintiéndose traicionada porque la castaña, tan sólo unos minutos después de que Lexa le contara, muy emocionada y con los nervios a flor de piel todavía, cómo Clarke le había dicho te quiero por primera vez, hubiera revelado su secreto a otra persona. A, nada más y nada menos, que Raven Reyes.

-Una apuesta es una apuesta, y yo he ganado- se encoge de hombros, restándole importancia a su traición. Ni judas actuó tan indiferente cuando se descubrió su engaño. Perversamente egoísta.

-¿Me has vendido por cien dólares?- pregunta ofendida, alzando los brazos en un gesto dramático, cuando Anya asiente con una sonrisa ladeada en sus labios. –No me lo puedo creer.

-Eh, Octavia, que sepas que Raven ha perdido su apuesta- comenta divertida la castaña, cuando la morena entra en el salón con una bandeja cargada de comida. Al oír las palabras de Anya, el plato que porta se resbala, cayendo en picado dirección al suelo. Una catástrofe de magnitudes gigantescas, y con consecuencias inimaginables para todos. Y es que en ese trozo de metal viaja su cena, y sus estómagos rugen con fiereza, exigiendo un poco de comida para saciar su hambre, tras un largo y agotador día. Pero, para suerte de todos, los reflejos de Clarke deciden actuar, estirándose para frenar el descenso en picado y sin control de la bandeja, parando la caída y acomodando el metal sobre la palma de su mano, dejándolo con cuidado después sobre la mesa.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now