27- Fin de semana romántico-no romántico, parte 1

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Lexa tamborilea sobre el volante con sus dedos, intentando concentrarse en la carretera, dando largos tragos a su café con leche, con su vista perdida en el asfalto, y pocas ganas, o mejor dicho ninguna, de entablar conversación con los ocupantes del vehículo en el que viaja, rumbo al parque natural que Clarke y ella habían elegido para pasar su frustrado fin de semana romántico.

Si bien ella había intentado que la rubia viera el lado positivo de aquel cambio inesperado de última hora, evitando una discusión que para nada deseaba tener con sus amigos, la actitud de Octavia, y la soberbia demostrada por la morena al negarse a firmar la paz con ella, hacen que para ella, ver el lado rosa de toda esa situación sea prácticamente imposible.

La resiliencia nunca ha sido su punto fuerte; más bien, podría considerarse que su capacidad de adaptarse a los cambios es nula, su talón de Aquiles, y ese giro de la trama, está poniéndola a prueba. Aunque su paciencia está a punto de agotarse, y el fin de semana no ha hecho más que empezar.

Siente la mano de Clarke, quién, hasta ese momento, también se había mantenido callada durante el viaje, cruzada de brazos y con cara de pocos amigos, rozar dulcemente su nuca, y cierra los ojos unas milésimas de segundo, disfrutando de esa caricia. Desvía su vista hacia sus ojos favoritos en el mundo entero, y se permite perderse una vez más en ese mar tan profundo que forman sus dos cristalinas esferas, sonriendo de forma cómplice, antes de volver su atención a la carretera. La rubia le devuelve la sonrisa, intentando contagiarla de ese positivismo del que hace un rato la morena ha hecho gala, cuando le ha convencido de seguir adelante con ese fin de semana, aunque no vaya a ser tal como lo habían planeado.

–Lo vamos a pasar genial, ya lo verás –susurra en su oído. Deja un tierno beso en su mejilla, haciendo que la comisura de sus labios se curve en una leve sonrisa, y continúa acariciando su nuca.

–Lo sé –admite– si estoy contigo, no tengo nada que temer –confiesa, mirando al frente, incapaz de sostenerle la mirada a Clarke, cuando siente cómo se ruboriza. No está acostumbrada a realizar ese tipo de confesiones; todo aquello es demasiado nuevo para ella. Clarke se muerde el labio, notando cómo su interior se derrite cual vela encendida, por las palabras de la ojiverde.

Vuelven a quedarse en silencio, creando una situación muy incómoda para los tres amigos, quienes intentan mantenerse al margen de la disputa silenciosa que están teniendo Lexa y Clarke con Octavia. Cansada de toda la situación, Raven decide actuar, buscando una excusa para poder romper ese frío silencio que impera en el interior del coche.

–Oh, por dios Lexa, ¿es que no tienes música buena, o qué?–exclama la latina, quejándose del repertorio musical seleccionado por la ex sicaria para ese viaje. Y es que, al parecer, el hecho de que la ojiverde hubiera elegido canciones de los ochenta, además de una amplia gama de títulos de David Bowie, para el viaje, no gustaba en absoluto a Raven.

–¿Qué tiene de malo David Bowie?– contesta extrañada, frunciendo el ceño al no entender la queja de su amiga.

–No me creo que te guste– le señala con el dedo índice –tú nunca has sido de escuchar este tipo de música– achina los ojos, escudriñando la expresión de la morena.

–La gente cambia sus gustos musicales– Lexa se encoge de hombros, desviando unos segundos la vista de la carretera, para clavar sus verdes ojos en los de la latina, a través del retrovisor central.

–No, lo que pasa es que cierta rubia te tiene comido el cerebro, por no hablar de otra cosa mucho más abajo– esa respuesta le vale para ganarse un manotazo de Clarke, algo torpe, ya que la rubia se encuentra sentada en el asiento de copiloto, y Raven en uno de los asientos traseros, justo a sus espaldas.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now