30- El castigo

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-¿Tarjeta de embarque? Listo. ¿Kit básico y esencial de neceser para higiene personal? Todo en su sitio. ¿Cargador de móvil? También. ¿Camiseta del equipo local? Oh, eso es lo primero que hay que añadir a la maleta. ¿Ropa de invierno casual y elegante? Al fondo.

Perfecto.

Se encuentra revisando la lista que lleva dos días preparando, como cada vez que se va de viaje, para cerciorarse de que en su equipaje está todo lo básico para sobrevivir dos semanas fuera de su casa, lejos de su loft, pero que, por contrario que pueda parecer, va a estar cerca de, o más bien, en su hogar.

Durante todo el día, ha tenido la sensación de que en su lista faltaba algo muy importante por añadir. Se lleva una mano a la barbilla, intentando recordar qué es lo que se le está escapando. –Clarke, cariño, ¿puedes ayudarme un segundo? –la profesora, que en esos momentos se encuentra con la cabeza sumergida en una lectura que parece de lo más interesante, corrigiendo unos trabajos de sus alumnos, para intentar adelantar trabajo y así no tener tanto papeleo acumulado al volver de vacaciones, alza la vista, enfocando con sus cristalinas esferas a la ex sicaria, de pie frente a ella en su salón.

-Dime –sonríe cálidamente, y Lexa se sienta a su lado, bufando por la frustración de no lograr recordar qué es lo que falta añadir a su lista de viaje.

-¿Puedes revisarlo y decirme qué es lo que me he olvidado? –la rubia alza una ceja, mirándola con gesto divertido- sé que lo he revisado ya dos veces, y he comprobado que todo lo que está aquí escrito está en la maleta –señala primero el papel amarillo, y después a su equipaje, guardado en una maleta grande- pero tengo la sensación de que me falta algo –la rubia agarra el papel, comenzando a deslizar sus ojos con agilidad sobre las líneas, y Lexa gruñe, sintiéndose impotente por tener que pedir ayuda en algo tan simple.

-¿Esto es una indirecta? –Sonríe de lado, y Lexa frunce el ceño, sin entender su respuesta- porque, si quieres ponerme cachonda, no hace falta que hagas esto. Basta con que me mires como siempre lo haces –cada vez entiende menos lo que su novia quiere decirle, y no tiene claro si se trata de una provocación, o si realmente tiene que ver con lo que hay en su lista. O, más bien, con lo que no hay, porque no recuerda haber escrito nada sexual allí. –No has apuntado tu ropa interior –ríe, y Lexa siente sus mejillas arder, antes de darse un golpe en la frente con la palma de su mano.

-¡Claro! Ahora lo recuerdo –exclama, levantándose como una exhalación, dirigiéndose a la cama y abriendo rápidamente el cajón de ropa interior para comenzar a guardarla en la maleta, ante una Clarke que la mira divertida, antes de volver a centrar su atención en la corrección de los trabajos. Al retirar varias braguitas, se encuentra con algo que no recordaba haber guardado allí, pero le hace sonreír de lado. Hace mucho tiempo que no lo utiliza, y, por supuesto, no puede llevarlo consigo en el equipaje, allá donde van no sería demasiado ético. De pronto, un pensamiento inundó su mente.

¿Porqué no aprovechar ahora?

-¿Cómo habías dicho que tenía que mirarte para ponerte cachonda? –comienza a andar hacia a ella, sintiéndose un poco ridícula al principio, pero, en cuanto ve la reacción de Clarke, todos los nervios desaparecen, tornándose en ardiente deseo que la quema por dentro, atravesándola hasta llegar a su piel y abrasarla.

La rubia deja los papeles que sostenía en la mano sobre la mesa, sin apartar su mirada de ese cuerpo de infarto que se alza frente a ella, caminando con paso lento, pero decidido. Se sienta mejor sobre el sofá, y se muerde el labio cuando finalmente Lexa se detiene frente a ella de pie. Desde esa posición, el juguete rojo queda a la altura de su rostro, y Clarke enarca una ceja, sonriendo de forma pícara a una Lexa que la contempla expectante, esperando su reacción y su siguiente movimiento.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now