36- Dispárame, dispara

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Todo está negro. Completamente negro. Oscuridad que se cierne sobre ella, cual cazador sobre su presa, atrapándola. Sus oídos pitan con fuerza, ensordeciéndola, y su cabeza le da vueltas, imposibilitándole la tan sencilla tarea de abrir sus ojos para poder ver dónde se encuentra.

El sabor amargo, a hierro oxidado de la sangre, impregna cada una de sus papilas gustativas, y apenas es capaz de mover lo suficiente sus labios, para escupir un poco de ese espeso líquido rojo, que acaba esparcido en el suelo, salpicando el parquet. Siente sus manos hinchadas y entumecidas, atadas a su espalda con una gruesa cuerda que está comenzando a crear una herida en su piel por el roce. Ya no le quedan fuerzas para intentar desatarse, y ha decidido, por primera vez en su vida, rendirse y abandonarse a su suerte. Una suerte que parece haberle dejado de lado.

Apoya su cabeza en su hombro, sin apenas fuerzas para sostenerse, y siente cómo el sueño va venciéndole de nuevo, poco a poco. Pero un puñetazo certero en su rostro, seguido de un fuerte dolor, la sacude por dentro, haciéndole gritar, cuando siente grandes punzadas de dolor provocadas por unas descargas eléctricas. Sus músculos se tensan y ella se retuerce en su silla, intentando de alguna manera esquivar esa horrible sensación, paliar la agonía que está sintiendo en estos momentos. Sus ojos se inyectan en sangre, abriendo sus párpados de par en par y alza el rostro; intenta alejar su mente de ese lugar, evadirse y escapar para dejar de sentir esa horrible sensación.

Cuando por fin cesan las descargas, puede volver a respirar, dando grandes bocanadas de aire. Baja su vista para encontrarse a Clarke, a su Clarke, a través de la pantalla de un teléfono móvil, de rodillas en el suelo de lo que parece ser su apartamento, asintiendo lentamente, antes de que finalice la llamada. Siente un nuevo golpe, propinado desde atrás, y todo vuelve a quedarse completamente a oscuras.

El frío de la gélida agua impactando sobre su rostro, calando hasta sus huesos, hace que se sobresalte. Abre los ojos al mismo tiempo que da grandes bocanadas de aire, con el corazón bombeando sangre a mil revoluciones por milisegundo. Pestañea varias veces, antes de enfocar al hombre que se alza frente a ella.

–¿Tú? –pregunta confundida, sin entender muy bien qué hace él allí.

Flashback

Pasa su puño por su labio inferior, retirando un hilo de sangre que emanaba de una pequeña herida. Sonríe satisfecha, contemplando a su oponente tirado sobre el suelo, con el rostro ensangrentado y la nariz rota, incapaz siquiera de levantarse.

Agarra su mochila, mientras escucha varios gritos a su espalda, haciendo caso omiso de las voces que intentan captar su atención, y comienza a alejarse de la puerta del instituto, lugar donde apenas unos segundos atrás, estaba dándole su merecido a ese estúpido de Mark.

–Lexa Woods –una voz masculina y adulta, hace que desvíe su mirada, localizando al instante a su dueño. Un hombre alto y esbelto, sin pelo en la cabeza, y con varios tatuajes con motivos tribales sobre la piel de ésta.

–¿Te conozco? –observa con detenimiento al hombre, quién niega con la cabeza ante su pregunta.

–No, pero yo a ti sí –Lexa achina sus ojos, mirando con desconfianza a aquel desconocido que se ha acercado hasta ella para hablarle. –Te gusta meterte en líos por lo que veo, ¿o me equivoco? –curiosea con una sonrisa un tanto extraña en sus labios.

–Te equivocas, no me gustan las peleas –le corrige, y comienza a andar en dirección a su casa, intentando dejar atrás a ese hombre que ya comienza a darle mala espina.

–Pues lo que acabo de presenciar no era precisamente jugar a las muñecas –ironiza, acelerando su paso hasta lograr situarse a su altura.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now