25- De compras

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Anya

Lexa: Necesito que me acompañes a un sitio.

Anya: dame cinco minutos, y estoy en tu casa.

Mentirosa.

Han pasado seis minutos. Cinco minutos con sesenta segundos de propina, y todavía no ha llamado al timbre de su apartamento, anunciando su llegada. De acuerdo, quizá no todo el mundo es tan metódico, ni tan escrupulosamente puntal como Lexa, pero la morena no es capaz de entenderlo, todavía. De pronto, su teléfono móvil vibra en su mano, anunciando la llegada de un nuevo mensaje de texto de la castaña.

Anya

En línea

Anya: sé que estás pensando que llego tarde porque te había dicho que estaría allí en cinco minutos.

Lexa ladea la comisura de sus labios, sonriendo de lado. Porque sí, su mejor amiga la conoce mejor que nadie en el mundo.

Anya: ¿vamos a ir en coche o andando?

Lexa: andando, vaga.

Anya: grabando audio

Anya: (audio de voz) -punto número uno, Lexa- su tono suena serio, a modo de falsa reprimenda –tú no has trabajado ocho horas de pie, sirviendo cafés a gilipollas impacientes- cuánto amor tiene Anya por su trabajo, y, en especial, por su clientela. Su vocación por el servicio y la atención al cliente, jamás podría ser puesta en entredicho –Punto número dos, no sé ni a dónde vamos, pero si piensas que voy a caminar mucho rato, más vale que te busques a otra.

Lexa niega con la cabeza, riéndose mientras escucha a su amiga lanzar improperios sobre su puesto de trabajo, y su actividad de esa tarde, surgida de forma esporádica, totalmente inesperada y de la nada.

Lexa: está bien, cogeremos un taxi. Espérame en la puerta, enseguida bajo.

Anya: en cinco minutos estoy en tu esquina, como las mujeres de moral distraída.

Lexa: tú ya eres de moral distraída, Anya.

Anya: sí, pero no cobro por ello.

Lexa: pringada.

Anya: yo por lo menos me acuesto solo con humanos.

Lexa: touché.

Anya: lo que me recuerda que no sabemos todavía qué narices es Clarke.

Lexa: ¿la mujer más jodidamente sexy del universo?

Anya: vale. Me arriesgo y añado "alienígena" a la lista de todas nuestras teorías. Porque te ha tenido que lavar el cerebro. Ni te reconozco.

Y es que ni la propia Lexa se reconoce en realidad. Han cambiado muchas cosas, muchísimas, en tan solo unas semanas. Demasiadas. Tantas, que cada día que pasa, se sorprende redescubriéndose, encontrando en pequeños detalles, destellos de una personalidad que no la definía en absoluto; hasta ahora.

En más de una ocasión, el número exacto de veces no está dispuesta a revelarlo en voz alta, se sorprendía sonriendo de forma bobalicona, con una sonrisa de oreja a oreja como bandera, al pensar y recordar a Clarke. Así de idiotizada está por la rubia. Y es que sus ojos celestes se han grabado a fuego en su mente, incapaz de sacarla de sus más profundos pensamientos, o incluso de los superficiales, por mucho que quisiera; pero tampoco quería.

Porque, pese a todo, pese a las constantes pruebas a las que Clarke le había sometido, pese a saber que no era un ser humano, aun desconociendo su verdadera naturaleza, y habiendo estado al borde de la muerte y de la detención policial, que le asignaran matar a Clarke Griffin sigue siendo la maldita mejor cosa que le ha pasado en toda su vida, dando sentido a su hasta ahora mísera existencia. El mejor regalo que podría haber recibido nunca, de eso no cabe duda. Y, su permanente sonrisa de tonta, junto con los desbocados latidos de su corazón, bombeando sangre a velocidades desconocidas por la propia Lexa hasta ahora, se lo confirman. Está profunda y locamente enamorada de Clarke Griffin. Y no tiene miedo de admitirlo. A ella misma, claro; y a Anya, por supuesto.

Un encargo peligrosoWhere stories live. Discover now