Las Culpas

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Las Culpas

Podría parecer que aquella torres del colegio estaba deshabitada, el silencio imperaba en todo el lugar, ni siquiera eran perceptibles los suaves ronroneos inducidos por el sueño mientras dormía, sería normal considerando que la noche caía, era tarde y todos en el castillo dormía, o mejor dicho casi todos.

La sala común de premios anuales parecía desierta, esa impresión daba cuando Hermione permanecía inmóvil sentada en uno de los sillones viendo  el fuego crepitaba en la chimenea encendida, las llamas danzaban de manera hipnótica intentando dar un poco de calor, pero parecía una labor inútil pues no había forma de entibiar al menos un poco ese frio que la atravesaba.

Ahora entendía muchas cosas que en el pasado no llegaba su razonamiento a admitir, hubo necesitado de pasar por todo aquello para vislumbrar algo mas allá que su entendimiento no alcanzaba a comprender por estar cerrada a la posibilidad de infringir daño a otro ser vivo. Su varita siempre se había levantado por causas justas, esforzándose en todo momento en ser solo una defensa, un medio para salvaguardar la integridad y felicidad de los indefensos y desprotegidos,  y no una arma de destrucción y dolor en la que fue convertida.

Porque incluso su varita había cambiado al conjurar un hechizo de esa naturaleza, la nobleza de la madera de vid y los nervios de dragón de su interior reflejaban ese cambio, lo sentía al tenerla sostenida en sus manos, la sentía inestable quizás en reflejo de sus propias inquietudes.

Cuan diferentes eran las cosas cuando uno mismo era la víctima, ya no podía percibir las cosas de la misma manera y ser objetiva. Era tan distinto juzgar los hechos desde afuera cuando no te ha tocado padecer las penas en carne propia, sobre tus seres queridos. Antes su oposición contra la pena capital era contundente, no la aprobaba bajo ninguna circunstancia, el beso del dementor era  inadmisible e inhumano.

A esa conclusión había llegado después de lo que pasara con Sirius Black, el era inocente y en ocasiones dudaba que en las celdas frías de Azkabar no hubiera más de uno inculpado de manera injusta, por eso ¿Quiénes eran ellos?  Para determinar quien debía morir a manos de esos seres oscuros que les robaban toda esperanza y el alma misma.

Creía firmemente en la justicia y en aplicar un castigo justo y proporcional a los daños ocasionados pero para ella privar de la vida a otro ser vivo no era negociable, estaba en contra o al menos así había sido hasta que la cruel realidad le abofeteo en la cara.

Ya no era la vida de desconocidos las que habían sido arrebatadas, aquellos cuerpos inertes, destrozados y maltratados eran sus padres, ya no podía, ni debía ver las cosas de la misma manera. No era un dolor ajeno por el que se apesaraba y derramaba lágrimas de tristeza, ahora sentía el dolor en cada parte de su cuerpo, porque era SU dolor, era Su perdida y Su sufrimiento. Ya no era solo una espectadora afectada por un sentimiento ajeno, ahora era la protagonista de ese drama y el sufrimiento corría por sus venas causándole un ardor que le quemaba como brasas ardientes.

No podía seguir pensando de la misma manera y ahora entendía ese sentimiento de impotencia sumado al de venganza que abrazaba a los dolientes, a los afectados, a los que sentían día a día que nada les consolaba y que nada era suficiente para compensar las pérdidas de sus seres amados a manos de malditos que no  se tocaron el corazón y que aun seguían respirando cuando quienes debían estar muertos debían ser ellos y no seres inocentes.

Cuanto había cambiado su percepción de la vida y la concepción de hacer justicia, porque aun cuando sabía que había obrado mal no se arrepentía de haber privado a ese  mortifago de la vida. Porque de solo recordar esa última mirada de su padre y la sonrisa dulce de su madre en esos cuerpos que habían sido torturados sin ningún remordimiento hasta el punto tal de estar en agonía en medio de un charco de sangre, le parecía poco haberlo matado tan rápido y no haberle hecho pagar como debía por cada herida y golpe infringido.

Sanando Mis HeridasWhere stories live. Discover now