El Dueño de su Corazón

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El Dueño de su Corazón

Harry no podía estar en paz, se movía con desesperación de un lado a otro, sintiendo como a cada minuto que pasaba su angustia se acrecentaba, el vacio en su estomago se tornaba insoportable y esos sentimientos agitándose en su pecho lo tenían al borde de un ataque de nervios.

Ron no estaba mucho mejor se frotaba las manos con fuerza cada tanto tiempo, pasándolas con impotencia entre sus cabellos rojos, seguía con la mirada como su pelinegro amigo se movía de aquí para allá mareándolo, poniéndolo más tenso.

Estaban los dos en la sala común de Gryffindor a la espera  de que en cualquier momento entrara por el hueco del cuadro Hermione. Habían quedado en que el primer lugar al que llegaría seria ahí, para informarles de lo ocurrido, pero los minutos transcurrían terriblemente lentos, torturándoles, manteniéndolos en agonía pensando en el gran peligro que corría en esos momentos, era desesperante no poder hacer nada.

Vigilaban constantemente el mapa merodeador, nada cambiaba en absoluto y lejos de darles un poco de tranquilidad que ese pequeño punto con el nombre de Hermione Granger permaneciera estático, los ponía con los nervios de punta al verlo tan cerca de ese otro punto en el mapa que correspondía a Vladimir.

Era un suplicio estar a la espera sin saber que estaba ocurriendo en esos momentos en ese despacho, lo único seguro dentro de la incertidumbre por la que atravesaban era que en pocas horas todo daría inicio.

En la torre de premios anuales la tención era absoluta, Malfoy no estaba solo, con el estaban Nott y Zabini esperando noticias. En otras circunstancias  seria gracioso ver como Draco perdia los nervios conforme el tiempo transcurría, no dejaba de mirar las llamas crepitar en la chimenea, intentando mantener una calma que no sentía en absoluto. Para quien no lo conociera lo suficiente podría creer que estaba tan frio y distante como siempre, pero para sus amigos que le conocían desde hacia tantos años no pasaba desapercibida la angustia llameando en sus ojos.

Sus amigos Slytherin eran demasiado astutos para dejar pasar ciertos detalles, su mirada perdida en las llamas danzarinas, su labios apretados en una línea recta, sus manos hechos puños presionando tan fuerte hasta que su piel de por si blanquecina perdía aun más el color. Tenía el cuerpo rígido y la mandíbula tensa al punto de rechinar de manera inconsciente los dientes.

Blaise y Theodore habían estado a su lado cuando la mansión de su familia se convirtió en el cuartel general del innombrable, solo entonces cuando vivía la angustia de ver a sus padres siendo presionados e incluso torturados por su señor lo habían visto de esa manera.

No emitía palabra alguna, no estallaba como lo haría cualquiera en su lugar, pero en su silencio se notaba como se consumía tan tremendamente lento como esos maderos victimas del fuego, que parecía observar con tanta atención.

Sin necesidad de leer su mente podían saber que se estaba muriendo de la angustia, podían notar ese sufrimiento silencioso que se adueñaba de su sistema, envenenando su sangre de una ira creciente contra ese hombre que ponía en riesgo la seguridad de Granger.

Blaise estaba de pie con la espalda recargada en una de las paredes de piedra, tenía un afecto muy especial por la castaña desde que supo que a ella le debía estar vivo, también estaba preocupado, entendía muy bien como debía sentirse Draco en esos momentos, a el mismo le costaba trabajo contenerse para no salir de la torre e ir a buscarla. Le debía mucho, demasiado mantenerse firme en su papel frio de siempre.

Lo cierto era que Granger se había ganado a pulso la confianza de esos tres Slytherin, manteniendo siempre firme, siempre dispuesta a ayudarles, curando sus heridas, dándoles desde el principio la opción de elegir el camino que deseaban seguir.

Sanando Mis HeridasWhere stories live. Discover now