Fedra

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Fedra

Las estrellas tintineaban en el firmamento, como guardianes celosos que conocen los secretos más profundos de los pobres mortales que viven admirando su brillo y sus ancestrales conocimientos, Hermione pensaba en ello mientras desde su ventana no deja de admirarlas. Les tenía un poco de envidia al sentirlas tan lejanas, sin saber de los horrores de aquellos miserables que están por debajo de ellas. Pero también creía que en su lejanía jamás podrían conocer también las maravillas de los hombres, el poder de sus sentimientos, la magnitud de sus sueños y la magnificencia del amor y la amistad.

Ser mortal tenía sus sufrimientos, justo ahora su destino era incierto y la muerte les acechaba de cerca, pero confiaba en vencer de nuevo, ellos no eran como las imponentes estrellas del cielo nocturno y sin embargo la fe y la esperanza los mantenía iluminados.

Suspiraba por primera vez sin sentir la opresión en su pecho, el dolor seguía presente pero había menguado, quizás nunca desaparecería por completo, pero al menos ahora podía respirar sin sentir esa punzada partirle por la mitad.

Sabía muy bien que nunca volvería a ser la misma que había sido, su alma se había fracturado aquella noche cuando conjuro la maldición asesina. Tendría que vivir con ese cargo de conciencia y lo aceptaba sin rechistar, pues sabía que eso había sido inevitable. Aun no lograba sentirse del todo culpable por arrebatarle la vida  a Andrew Parkinson, no podía tener ese tipo de sentimientos dirigidos al hombre que torturo de esa manera a sus progenitores, pero sentía culpa cuando miraba a Pansy y se imaginaba tantas cosas, pues al fin el era su padre y ahora estaba completamente sola, al igual que ella.

No quiso pensar más en eso cuando se alejo de la ventana y se acomodo  sobre su cama, cobijándose con las sabanas, en su mesa de noche había un par de frascos, poción para dormir sin sueños, desde su última crisis la bebía todas las noches para poder descansar. Su altercado con Pansy la había afectado demasiado y no ayudaba en nada el acoso a la que era sometido por Vladimir.

Pero mientras ladeaba un poco su rostro y veía la luz de la vela reflejarse  en el cristal de los pequeños frascos, pensó que quizás ya era tiempo también de enfrentar sus pesadillas. Después de todo debía prepararse bien para lo que se avecinaba y seguir evadiendo sus miedos no le ayudaban en nada.

Suspiro antes de apagar la vela y se acomodo para dormirse, cerró los ojos esperando que pronto el sopor del sueño se apoderara de ella. No tardo mucho en conciliar el sueño, estaba cansada después de un ajetreado día llena de emociones divididas, se sentía liberada, de algún modo más ligera y dueña de sus emociones desde que hablara con sus padres, pero había también un gran vacío, el de la incertidumbre si lograrían sobrevivir a todo eso.

En su propia alcoba Malfoy también pensaba, llevaba bastante tiempo recostado sobre su mullida cama, sin siquiera cambiarse de ropa, tenía muchas cosas en mente, quizás demasiadas para conciliar dormir con facilidad, pero se sentía tranquilo después de todo.

No había imaginado tener la oportunidad que había tenido, estaba muy agradecido con Granger, muy conmovido en muchos sentidos, además de estar extrañamente complacido. Sus expectativas habían sido superadas con creces y todos sus temores por enfrentarse a su padre se vieron disueltos con extrema rapidez.

Sabía bien que su padre no estaba complacido por su amistad con Granger, pero al menos no había tenido ninguna de las reacciones que esperaba de su parte, no le había gritado, ni exigido que abandonar sus nuevos planes, le había dado carta abierta para tomar por el mismo sus decisiones, le había pedido solo no arrepentirse, sin importar que decisión tomara solo quería que no repitiera sus mismos errores.

Sanando Mis HeridasWhere stories live. Discover now