Utilizándonos

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Esa era la última noche  antes de la guerra, los ánimos estaban agitados, eran muchos los que no conciliaban dormir a sabiendas de lo que les esperaba al amanecer. Los Slytherin estaba ansiosos, todo estaba listo y él regocijo era mucho al pensar que asaltarían la escuela por sorpresa.

Lejos de las mazmorras, en otro punto del castillo Harry caminaba por uno de los muchos pasillos, su corazón estaba agitado ante la expectación de un futuro que se tornaba tan incierto, le parecía insoportable tener que estar en circunstancias similares al año anterior teniendo la incertidumbre si ganarían o no esa guerra y si abría que lamentar nuevas muerte.

Era muy duro enfrentarse de nuevo a los fantasmas que había intentado dejar atrás, lamentaba enormemente tener que estar siempre al borde del abismo, sin saber que esperar del destino, sin embargo, no dudaba que hiciera lo correcto, su único temor era perder lo que amaba. En esos momentos le hubiera gustado toparse con Luna y conversar como solían hacerlo, cuando el no encontraba la calma.

Pensar en la rubia, le lleno de mas angustia, no saber nada sobre su paradero también representaba un martirio, pero quería pensar que donde quiera que se encontrara en esos momentos estaría bien, tenía sus esperanzas puestas en verla de nuevo, en escucharla hablar sobre todas esas criaturas en las que creía, que le contara de las conspiraciones de los duendes, de las alianza de las hadas,  de los conflictos que el ministerio intentaba esconder y que solo su padre conocía y daba a conocer por medio de claves en el quisquilloso.

Tenía que confiar en encontrarla a salvo, confiar en que saldrían victoriosos, que ningún inocente moriría al día siguiente, porque a pesar de que no tenía la certeza de que todo eso pasara, tenía que tener la fe que tenía Luna, creer ciegamente  incluso en aquello que parecía imposible.

Una sensación cálida lo invadió mientras pensaba en eso, mientras se convencía a si mismo que no podía perder la fe, necesitaba confiar como lo haría Luna, tener esperanzas a veces era lo único que podía mantenerlos firmes.

Alejo de su mente la angustia de saberse uno de los blancos que pretendían eliminar primero, confiando que sin importar cual fuera su suerte en esta ocasión sus aliados no se detendrían hasta vencer a los mortios.

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Hermione temblaba en los brazos de Draco, escondiendo su rostro en el pecho fuerte del rubio, esas barreras que había diseñado para mantenerse firme se habían roto por fin, haciendo que fluyeran todos esos sentimientos que había contenido.

Sus emociones eran un mar revuelto, había experimentado tantas cosas en tan poco tiempo, que ahora que se sentía segura cobijada entre sus brazos podía respirar con tranquilidad permitiéndose ser débil por un momento.

La leona no era perfecta y por mucho que se esforzaba en parecer que tenía todas las respuestas, la verdad era muy diferente, que fuera valiente no significaba que no tuviera miedo, unas horas atrás lo había comprobado, cuando termino agazapada en el piso frio a unos metros del despacho de Parkinson intentando calmarse. Estaba completamente aterrada, sopesando la idea de salir huyendo y correr hasta estar muy lejos de todo eso, pero  al pensar en todas las personas que dependían de ella se había levantado resignándose a que quizás no saldría de nuevo de aquel lugar.

Había tenido mucha suerte, lo sabía bien, no podía borrar esa mirada de Vladimir que tanto le recordaba al asesino de sus padres, el brillo maligno y malicioso cuando le observaba le resultaba repulsivo, y le hacía despertar el más absoluto y arrebatador odio en contra de ese hombre.

Todo su terror se transformo cuando atravesó la puerta y lo tuvo frente a ella, pareció que repentinamente le habían abofeteado para que reaccionara, provocando que todos sus temores fueras sustituidos por la rabia y la furia. El hormigueo en su mano se había extendido hasta convertirse en un ardor doloroso cuando intentaba mantener sus manos quietas, para no sacar la varita de entre sus ropas y conjurar una segunda vez la maldición asesina.

Sanando Mis HeridasWhere stories live. Discover now