Capítulo 2: Hogar, dulce martirio

1.6K 210 181
                                    

—¡Pero mira que morena estás! ¿En realidad eres mi Becky?

—Oh Terrence, pero es obvio que es nuestra Becky, mira nada más cuánto ha crecido. —Mi madre me separó del abrazo de mi padre, para abrazarme ella misma—. Terrence, hazme el favor de abrazarnos a las dos.

—Yo también los he extrañado mucho —dije luego de un rato, pues realmente lo hacía.

Había llegado a un hotel al mediodía, tuve que darme una larga ducha luego de bañar a Jo, y terminamos de arreglarnos con la secadora de pelo, para caer rendidos en los brazos de Morfeo hasta que el sol se ocultó. La idea era ir a ver a mis padres lo antes posible, pero el cansancio nos ganó.

Una vez descansados y vestidos para ir a ver a mis padres, los llamé para avisar mi visita, y ellos emocionados anunciaron que me esperaban, no sin antes preguntar si quería que pasaran por mí en el aeropuerto; negándome, nos dirigimos a comprar algo para no ir con las manos vacías.

—Ven a la mesa, te hemos preparado tu cena favorita —dijo mi madre con una autentica sonrisa en su rostro, esa sonrisa que hacía demasiado tiempo no veía. Ni siquiera me preocupé por ya no recordar a qué se refería con mi cena favorita.

—Enseguida voy, mamá. 

Primero fui a buscar el bolso de Jo, ya que lo había dejado en la entrada para poder ir a abrazar a mis padres. Saqué a mi peludo amigo, quien inmediatamente comenzó a olfatear todo, y rogué en mi mente que no se le ocurriera empezar a roer los muebles, cosa que había hecho un par de veces en mi apartamento, ganándose así severos castigos.

Ambos mirábamos la casa con mucha precaución; todo estaba distinto. Yo tenía la ilusión de que iba a encontrar todo como cuando me había marchado, pero no fue así.

Seguí los ruidos de los cubiertos siendo colocados, para ubicarme en el nuevo lugar del comedor y acercarme a la mesa. Até la correa de Jo a mi silla, y le avisé a mamá —ella seguía acomodando los platos— que había traído postre, un pie de frutas que compré en el camino.

—No te hubieras molestado amor, hice una rica torta de chocolate para mi bomboncito negro.

—Que no estoy tan morena papá —dije, aun sabiendo que mi color de piel en ese momento era distinto al de ellos—. Ustedes son los que están demasiado blanquitos —añadí con recelo.

Él estuvo a punto de contestar pero fue interrumpido por un grito de espanto. Automáticamente dirigimos nuestras miradas hacia mamá.

Ella había conocido a Jo.

***

La cena consistía en solomillo acompañado con verduras cocidas, aunque también había camarones y ensalada cesar, y no pude evitar pensar en que distaba mucho de mis nuevos gustos culinarios.

Mis padres me llenaron de preguntas, sabía que estaban ansiosos por saber todo lo que había hecho durante todo el tiempo que estuve lejos de ellos, pero hasta ellos parecían aburridos de mis cortas anécdotas... No lo demostraban, pero sus comentarios no pasaban de un ajá, o un forzado wow. Y no los culpaba, fui al caribe con el objetivo de estudiar; y eso fue lo que hice, dejando atrás cualquier cosa interesante.

Mamá miraba con recelo a Jo, que comía de la ensalada que yo le daba con los dedos.

—Bien, a subir de peso a ese animalito, que mi parrilla lo espera, cariño —dijo papá para fastidiarme.

—Ja, ja. Ya quisieras...

—Hija, no hiciste entrar tu equipaje —dijo mamá después de chasquear los dedos, ocurrente—. Terrence, después de cenar, ayuda Becky con sus maletas.

Apoyé mi vaso en la mesa y carraspeé antes de hablar.

—Sobre eso... bueno, no quería incomodarlos, así que me estoy alojando en un hotel —dije rápidamente y conteniendo la respiración con nerviosismo.

Mamá parecía confusa, estaba con el ceño fruncido y analizando mis palabras.

—Pero, ¿y tu equipaje?

—En el hotel —respondí obvia, y al notar todavía su confusión agregué—: llegué al mediodía, mis cosas están ahí.

Pude notar la decepción en la cara de ambos, y me sentí culpable por un momento. Era obvio que después de tanto tiempo sin vernos, querrían tenerme en casa algunos días. Yo también los extrañaba, pero todo se me hacía un poco confuso.

—Pensé que ibas a quedarte aquí, tu habitación está arreglada.

—Nunca nos incomodarías Rebbeca —añadió papá con cierto tono de reprensión.

—¿Por cuánto tiempo pagaste la estadía? —hizo una pausa, pero antes de darme tiempo para responder volvió a hablar—. Mañana mismo vienes con tus cosas Becky, supongo que aquel hámster gigante tendrá lugar en el jardín.

Mi cerebro tardó en procesar aquellas órdenes, hasta que se identificaron con recuerdos del pasado. Su voz demandante y sus ganas de tener todo bajo su control. Nada había cambiado en realidad.

Esa manera de querer manejar mi vida era de la que escapaba. Esas cosas sí que no extrañaba. 


Un pequeño gran problema [COMPLETA]Where stories live. Discover now