Capítulo 24: Mala reputación (POV AUSTIN)

688 117 82
                                    

Los días después de eso, estuve totalmente desconcentrado. En el instituto, como siempre, iba para saltarme las clases o para dormirme en las que no.

El instituto no era de mi agrado, solo me causaba problemas. Como por ejemplo, gracias a estar ahí, había conocido a Sam, aunque luego se convirtió en mi amigo, pero seguía siendo algo conflictivo. Luego estaban los profesores, que me miran con odio, al igual que algunos de mis compañeros, pero no tenía ni la más mínima intención de tratar de ser agradable con los demás.

No es que fuera el típico chico malo, o algo de eso. Simplemente, evitaba tener relación con cualquiera de ese asqueroso lugar.

Por las tardes, con Sam solíamos ir al callejón de la tercera avenida. Un lugar en donde se armaban peleas, carreras, apuestas, y ventas clandestinas. La salsa de cualquier tipo como nosotros. Yo solía pelear, y era bastante bueno. Desde que comencé con eso, solo perdí tres veces, las demás, por más golpeado que terminara, me llevaba la lana siempre.

Pero últimamente solo iba a estar detrás de Sam, su inestabilidad era algo que debía controlar de cerca.

Que fastidio.

Él era mucho más grande que yo, y por más que sea mi único amigo, a veces me dan ganas de matarlo. Odiaba que no pudiera controlarse, pero también sabía que era un maldito problema, un problema que no era capaz de superar. Y el doctor Alex era un incompetente al no saber tratarlo. Sam seguía visitándolo, a pesar de que Alex se negara a atenderlo.

El lunes por la tarde, Sam estaba bebiendo en mi jardín. Yo estaba moviendo un par de muebles tras las instrucciones de mi abuela, cuando él llegó riendo e hipando a la vez. "Debes ver esto" fue lo que dijo antes de llevarme al jardín "escuché un grito del otro lado, anda mira".

Miré por la grieta, y vi un cuerpo tirado de una forma muy incómoda a pocos centímetros de mi escondite, y el señor Houston tratando de levantarla.

Rebbeca es muy torpe, pensé.

Sam no paraba de reírse, y yo reía solo para acompañarlo.

Horas después nos encontrábamos aún en el jardín, fumando hierba, mientras la noche se iba alargando... Uno, dos y hasta tres joints.

Sam seguía bebiendo, sentado en el césped. Hablábamos de cosas que veíamos importantes en el momento, pero que después de minutos, no tendrían la misma importancia.

—Ella es una mimada, solo mírala... Aún con la edad que tiene sigue siendo mantenida por sus padres —había dicho él en algún momento, dándole otro trago a su botella.

Sabiendo que se refería a Rebbeca, me apresuré en fijarme hacia su ventana cerrada. Las luces estaban apagadas, y era de esperarse. Después de todo era ya muy tarde.

—Creo que ella es diferente —solté, sabiendo que ninguno de los dos podíamos hablar de eso, ambos ganábamos dinero ilegalmente, y que ambos procedíamos de una familia de buena posición económica.

Quedamos varios minutos en silencio, hasta que mis pensamientos la llamaron, ella abrió su ventana, pero no se asomó. Inmediatamente, tomé mi móvil y le escribí.

Bueno, solo le mandé una carita sonrojada. Pero la descarada me dejó en visto.

Sin pensar en la oportunidad de quedar como un idiota ignorado, la llamé. Y obtuve exactamente lo mismo, solo que esta vez se dio el privilegio de cortar mi llamada, me estaba ignorando olímpicamente.

Nadie me hacía eso, no a mí. Sam seguía riéndose de mí, y de mi ego herido.

"Anda, sé que estas despierta" le escribí en un mensaje.

Me contestó a los segundos con un irónico: "Vaya, que inteligente eres por notarlo."

"No utilices ese sarcasmo conmigo, siento mucho lo de tu brazo" le dije, ya que había visto la manera en la que estaba tirada en el suelo, y no dudaba que se había lastimado.

"Anda, búrlate si quieres, te doy permiso."

Ella me recordaba. Recordaba la manera de burlarme y fastidiarla en todo momento. Y me sentí feliz, irónicamente, había hecho que ella no me olvidara. La llamé, para fastidiarla un poco más, recordando los vie

—¿Qué quieres Austin? —dijo ella en un susurro apenas audible.

Pensé que no iba a contestarme, pero lo hizo. Y no supe que decir.

—¿Hola?

—Lamento causarte tantos problemas —dije después de unos segundos, riéndome de mí mismo por mi repentino colapso nervioso. Debía escucharme patético.

Sam se había quitado la camisa, para empezar a tocarse el torso desnudo y masajearse los pezones diciendo que merecía más atención que Rebbeca. Tuve que cortar la llamada para que no escuche todas aquellas cosas que decía el idiota de mi mejor amigo. Y reír con él, claro. 

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Where stories live. Discover now