Capítulo 30: Sospecha sospechosa

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―Mamá, las cortinas... córrelas ―dije cubriendo mi cara con la almohada de la espantosa luz solar que se metía a la habitación por falta de cortinas. Y era bastante peculiar, porque aquella almohada tenía olor a perfume de hombre... 

¿QUÉ?

Me incorporé de golpe, y me arrepentí inmediatamente en cuanto mi cráneo se encogió sobre mi cerebro, para luego darle paso al mareo, que fue seguido por las náuseas. Miré hacia mi costado derecho, y junto a la cama vislumbré una cubeta, en donde vomité restos de alcohol.

¡Puaj!

Respiré profundo y me levanté de la cama... Era una cama matrimonial, pero no era la mía.

Miré mi ropa, y tenía una especie de pijama, demasiado justo y pequeño para mi gusto. Seguí estudiando el lugar en busca de alguna respuesta, o algún índice, pero no había nada que pudiera servirme en aquella habitación sencilla y con las malditas ventanas abiertas. Al lado de la cama había un armario para la ropa y del otro lado nada, solo la cubeta llena de vómito, un espacio vacío y la puerta... 

¿Qué hago yo aquí? Pensaba, mientras comenzaba a caminar de un lado a otro en el trecho vacío, tratando de recordar algo de la noche anterior, pero era absurdo; no recordaba absolutamente nada y el entrecejo me dolía. Quería salir de aquella habitación, pero no lo haría vestida así, y no encontraba mis pantalones y mi chaqueta por ningún lado.

Suspiré para intentar calmarme, pero un ronquido me sobresaltó y empecé a correr por todos lados en la habitación, alarmada. No sabía de dónde provino aquel ruido y estaba realmente asustada. Jamás me había pasado algo parecido, no tenía idea de cómo actuar. 

―Mamá, sálvame por favor... ―lloriqueé, y se me ocurrió empezar a buscar mi teléfono. 

Subí a la cama y busqué entre las sábanas, las almohadas y nada. Y cuando miré debajo de la cama grité como solo podrían gritar en las películas de horror. Se escuchó un golpe seco, y un devastado «ouch».

Bajé lentamente, y vi entre el armario y la cama a Amber en el suelo, llorando silenciosamente. 

―¿Qué te ocurrió Amber?, ¿estás bien, amiga?, ¿qué pasó? ―pregunté entrando en pánico y acercándome a ella para ayudarla a levantarse, pero ella no dejaba de llorar―. Amber, ¿qué tienes? 

―Me duele ―dijo ella en un susurro. 

―¿Te duele el qué? ―cuestioné, también susurrando, preocupada, imaginando lo peor. 

―Me duele la resaca, hermana ―contestó, volviendo a llorar. 

***

―Así que no recuerdas lo que sucedió ―dijo Amber estudiándome bastante seria. 

―No, por favor dime qué ha pasado. 

Ella rió, mientras sostenía un hielo sobre su frente. Mi grito la había asustado, haciendo que golpee su frente contra la cama. 

―Por favor, ¡eso significa que la pasaste tan bien como yo! Yo tampoco recuerdo lo que sucedió, ni cómo llegamos a mi departamento. ―Se encogió de hombros, aunque tenía una pequeña sonrisa que no me convencía. 

―¿Y solo eso? ¿Sabes cómo me sentí al despertar en una cama desconocida? Que por cierto, ¿por qué huele a chico? 

―¿Alguna vez te dijeron que haces muchas preguntas? 

―Solo quiero saber qué pasó anoche ―insistí. 

―Mira, esto encontré en la cafetera ―dijo mostrándome una pequeña nota―. De hecho, el café ya estaba preparado. 

Escupí el café que tenía en la boca y la miré indignada mientras tomaba el papel que ella me tendía. 

―O sea que estamos bebiendo el café que vaya a saber quién preparó, ¿cómo si nada? 

―Okay, estas siendo muy paranoica ―dijo, resoplando y levantándose del desayunador, recogiendo las tazas y llevándolas hacia el fregadero. 

―Mira nada más, esto parece una nota de amenaza.

―No lo creo ―sonrío embobada―, esto me parece un bello gesto. 

―Una nota que dice "Disfruten el café, lo necesitan" me parece de todo menos algo romántico. Sin contar por la carita de abajo. 

―Pero si es una carita feliz...

―Es una carita siniestra, Amber.

―¿Realmente no recuerdas nada, Becky? ―preguntó ella con una mirada que no supe descifrar, y eso me parecía demasiado raro, ya que siempre fue muy transparente con sus emociones―. ¿No recuerdas a los camareros? 

―¿Los imbéciles que no nos querían atender? ―cuestioné, y me molestó hablar de ellos―. Me conformo con saber que todavía existimos. 

―Viva el drama, amiga ―dijo aliviada mientras reía, haciendo que una mezcla de intriga y sospecha se crucen en mi pecho―, ¿por qué me miras así? 

―¿Así cómo? 

―No sé, me estas asustando... Ya en serio, déjalo... Mira, voy a ducharme, cuando se te pase, podríamos salir de compras. 

―Va, va... Ya lo dejo ―dije mirándola con los ojos entrecerrados. 

―Que te den. 

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Where stories live. Discover now