Capítulo 54: Necesidades

717 95 80
                                    

Después de un largo día en el PreireCaire, Sam me había dicho que no podía pasar a buscarme porque tenía unos asuntos urgentes que atender.

Amber había desaparecido también; así que, sin ganas y con frío, caminé las cuadras que me distanciaban hasta mi apartamento. No es que fuera lejos, porque en verdad estaba bastante cerca, lo que pasaba es que yo estaba realmente cansada. El día con el doctor Scott fue agitado.

A pesar de todo, me gustó mucho el cambio, con ese doctor no perdíamos tiempo como lo hacía con Alex.

Cuando estuve dentro del ascensor, luché con todas mis fuerzas para no dormirme parada. Lo único en que podía pensar, era en lo delicioso que sería estar en mi cama, arropada hasta el cuello y con la calefacción calentando hasta mi interior.

Estuve a punto de caer rendida en el mundo de los sueños, cuando el sonido del ascensor me sobresaltó, salí un poco desconcentrada en mis movimientos y paré en seco cuando vislumbré mi puerta. Sobre ella, se encontraba Alex recostado. Decir que me sorprendí, era un eufemismo.

―¿Alex? ―pregunté mientras me acercaba, estando a pocos metros pude ver que en su cara había golpes y un par de cortaduras―. ¿Qué te pasó?

―¿Podemos pasar? ―preguntó abatido―. Solo será un momento.

Sin contestar, abrí la puerta y lo guié hacia la sala.

―¿Quieres algo de beber? ―pregunté, mientras le indicaba el sillón para que tome asiento. Quería preguntarle mil cosas, desde su manera de actuar cambiándome de médico tutor, hasta sus golpes, pero mi orgullo era un poquito más fuerte.

―En realidad, solo vengo a decirte una cosa ―dijo nervioso, y yo lo miré invitándolo a continuar hablando―. Debes alejarte de Sam.

Lo miré confundida mientras él veía directo a mis ojos, de uno en uno.

―¿A qué te refieres? ―pregunté, ya que a lo mejor él había malinterpretado nuestra relación.

―Rebbeca, no tengo idea de cómo terminaste relacionándote con él, pero no sabes el peligro que corres.

―No es tan peligroso, ya nos estamos entendiendo ―contesté sintiendo la necesidad de defenderlo de algún modo―. Ha estado aprendiendo a relacionarse con la gente. La verdad es que está aprendiendo bastante.

Muy en el fondo sabía que mi empeño de seguir ayudándolo, se debía a la misma afición que tenía por comprender los distintos problemas que podía albergar nuestra mente. Pero decir que esa era la única razón por la que me mantenía a su lado, era una total mentira.

―¡No es a lo que me refiero! ―gritó y yo me sobresalté―. Lo siento, no quise gritar. Estoy muy asustado por lo que pueda pasar. Estoy preocupado por ti.

Su frustración era latente, y no lo comprendía. No entendía muchas cosas que sucedían con ellos tres, y si al principio pensaba que en algún momento podía aclararlo, en ese entonces pensaba que todo se estaba saliendo de mis manos. 

Eso sucedió hace bastante tiempo atrás.

―Alex, no entiendo una sola palabra de lo que estás diciendo ―dije, cuando empezó a contagiarme su nerviosismo.

―Sam es una persona con problemas, Rebbeca. Y no hablo solamente de su estado de salud mental. Sus problemas van más allá, problemas legales.

En realidad, eso ya lo suponía, no por nada evitaba a los policías.

―¿Qué clase de problemas legales?

―Rebbeca, solo digo que estar cerca de él no te traerá nada bueno. Si aprecias tu vida, deberías alejarte. Hazlo mientras puedas ―dijo abatido―. Solo es un consejo de amigo.

No pude responder porque él se dirigió hacia la puerta, con la intención de dejarme sola con mis amontonados  pensamientos.

―Me alegro de haberte encontrado, sé que él está bastante tiempo a tu alrededor. Por favor, necesito que él no se entere de esto ―pidió antes de marcharse.

La verdad, es que no entendí ni un poquito.

Sus palabras hacían eco en mi cabeza, e inmediatamente recordé cuántas veces me había dicho Austin que de quien debería alejarme era de Alex. Aunque también dijo que tenía que alejarme de cualquiera de su entorno.

Todo era tan confuso, la maraña de ideas se atoraba en mi mente y lo único que quería hacer era dormir hasta que se acabaran todos los problemas. Pero sabía que la única forma de acabarlos, era enfrentándolos.

Lo haría al día siguiente, claramente. Esa noche solo quería descansar.

***

―Rebbeca, despierta ―susurraron en mi oído―. ¿Cómo estuvo tu día?

―¿Qué estás haciendo aquí? ―pregunté todavía dormida―. Ya aprendí a usar las llaves.

―Tomé las copias que tenías, hace algún tiempo ―respondió Sam, aún susurrando cerca de mi oído.

Me incorporé de golpe, haciendo que un leve mareo me desconcertara por un momento. La habitación estaba levemente iluminada por la escasa luz de mi velador nocturno, pero aún así pude ver su rostro cerca del mío, su cuerpo casi encima de mí.

―¿Qué hiciste qué? ―cuestioné horrorizada, apartando el sueño de un tirón.

―Tenía que asegurarme de que estés bien ―dijo y acarició levemente mi mejilla―. ¿Estas enojada?

No estaba enojada, estaba aterrada.

Sabía que Sam se ponía bastante sobreprotector conmigo. Pero invadir mi privacidad de ese modo, luego de escuchar las palabras de Alex me hacía delirar del miedo.

No sabía a qué tipo de problemas legales se refería Sam; ya no sabía qué creer, ni en quién confiar.

¿Acaso Sam volvió a golpear a Alex? ¿Fue por Sam que pidió que le cambiaran de pasante? Las preguntas volvieron a mi mente, con la maraña de ideas haciéndose cada vez más espesa e indescifrable.

―Sam, no deberías entrar en mi casa sin mi autorización ―dije pausadamente, tratando de evitar una mala reacción de su parte.

―Estas enojada ―afirmó confundido―. ¿Por qué estas enojada?

―No estoy enojada ―dije, y en parte era cierto―. Solo digo que no deberías irrumpir en mi casa cuando se te da la gana.

―Estoy haciendo lo posible para protegerte ―respondió rápidamente, atropellando sus palabras.

―No necesito que me protejas Sam, soy una mujer adulta.

Él se quedó pensando un rato, y volvió a apagar el velador bajo mi mirada. Cuando pensé que se estaba por levantar para marcharse, habló:

―A lo mejor tú no lo necesitas. ―Se acostó a mi lado, mientras tiraba de mí para abrazarme―. Pero yo sí lo necesito. Dulces sueños, dulceBecky.

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora