Capítulo 45: La edad no importa

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Después del descanso, el doctor Alex me dio el día libre. Él estuvo muy ocupado hablando con su teléfono celular, y ni siquiera fue capaz de mirarme a la cara cuando me mandó a casa.

Por mi parte, me quedé en el otro ala del hospital PrairieCare, con Amber en el área dermatológico. Ella estaba ayudando a la doctora Eleonor a desempacar unas cremas.

―Entonces, tú eres la practicante tutelada por Fernández ―dijo Eleonor―. Ese jovencito da mucho que hablar, no te sorprendas si las chicas de aquí se acercan de pronto a ti.

Amber se sacó los pepinillos de los ojos para mirarla boquiabierta.

Si, las tres nos estábamos haciendo mascarillas faciales, con las cremas de muestra médica.

―Es lo mismo que te pasó con Rodrik ―soltó ella, aún sorprendida―. ¡Ya lo recordé!

Eleonor reía entre dientes. Ella nos doblaba la edad, rondaba sus cincuenta años, pero su rostro reflejaba pura juventud. Suponía que de tantas mascarillas faciales.

―¿Quién es Rodrik? ―pregunté, mi cara estaba tensa por el producto verde que tenía sobre ella.

―Oh, él era el galán del PrairieCare antes de que Alex llegara ―dijo Amber suspirando, ganándose la mirada disgustada de Eleonor―. ¿Qué? Él estaba realmente bueno. Me sentí mal cuando se tuvo ir, me pasaba todo el descanso admirando su... uf, su encanto.

―¿Por qué se fue? ―pregunté curiosa, la verdad el ámbito hospitalario en el que me encontraba no paraba de asombrarme. Desde amoríos entre doctores, hasta peleas y venganzas. Y todo me estaba enterando en el spa dermatológico de Eleonor.

―Pues, se anotó en uno de esos programas de médicos sin fronteras. Creo que está en India o algo así ―me respondió Eleonor, en medio de un suspirando.

―Todavía no puedo creer ―dijo Amber nuevamente sorprendida―... no puedo creer que estuviste con un tipo que teóricamente podría ser tu hijo. Incluso yo podría ser tu hija.

―¿Cuántos años tenía ese tal Rodrik?

―Tenía veinticinco, fácilmente pudo salir conmigo ―dijo Amber indignada mientras Eleonor reía―. Eres una sucia.

―No sabes lo que dices. Él era un tipo grande ―dijo Eleonor defendiéndose―, en muchos sentidos.

―¡Guarra! ―chilló Amber mientras reía.

―¿No te molestaba salir con alguien menor que tú? ―pregunté de pronto.

―Nah, esas cosas no importan. La edad es solo un número, lo importante es la química supongo ―me respondió―. Al principio no podía creer como un crío podía hacerme mojar las bragas, me sentía estúpida. Luego uno se deshace de esos conceptos y se enfoca en lo que uno siente.

Yo solo asentí, pensativa.

―Sigo sin poder creérmelo ―dijo Amber volviendo a ponerse unos pepinillos sobre sus parpados―. ¡Qué envidia!

―Fue el mejor sexo de mi vida ―terminó diciendo Eleonor embobada, mientras nos sonreía, haciéndonos soltar fuertes carcajadas.

***

Cuando terminó el turno de Amber, salimos juntas hacia el estacionamiento. Ella me dejaría en casa y luego se iría a atender unos asuntos a los que estaba llegando tarde, pero yo no tenía ganas de caminar hasta casa, y no podía gastar más dinero en taxis.

Ni bien logramos ver su coche, el chirrido de otro frenando de golpe nos paró.

Sam bajó de su Jeep para trotar hacia nosotras.

―Llegamos justo ―dijo él volviendo a besar mis labios, para luego saludar a Amber con un gesto de cabeza―. Nicholson.

―Okey, hay muchas cosas que quiero saber ―dijo ella, señalándonos a ambos.

―Deberías dejar de hacer eso Sam ―le dije tocando su hombro con mi dedo índice, de manera acusatoria―. ¿Cómo pudiste hacer eso frente al doctor Alex?

Sam rio abrazándome por los hombros, y del auto salió Austin, disgustado. Al parecer ese sería su adjetivo, por siempre nunca jamás.

―¿Por qué no puedo besarte? Es lo que hacen los novios ―dijo confundido.

Amber y yo lo miramos como si tuviera un tercer ojo en la frente, y el pequeño Austin comenzó a toser acaloradamente, al parecer atragantado con su propia saliva. Pero no podía enfocarme en él en ese momento.

―¿Por qué crees que somos novios?

―Me perdonaste, te vi desnuda ―volvió a enumerar con los dedos, como un niño―. Y nos fuimos a la cama.

Justo ahí fue el momento en el que Amber cambió de papel con Austin, ya que estaba en medio de un ataque de tos, mientras él juntaba sus cejas en un gesto de puro asombro. Sam seguía mirando como que si lo que dijo fue totalmente lógico.

La obviedad combinada con inocencia con la que hablaba era impresionante. Él podía parecer un adulto, pero solía comportarse como un niño.

―Sam, eso no nos hace novios ―le dije de manera pausada, dejando atrás mi modo sorprendido para dejar las cosas claras, pero temiendo que pudiera enojarse.

―¿No es eso lo que hacen los novios? ―preguntó él, nuevamente confundido―. ¿Es esto una relación abierta?

―Ehmm, no ―le dije, sin saber qué decir realmente―. Solo somos amigos.

Y ni siquiera eso fue bajo tu consentimiento.

―Muy bien, amigos con derecho ―dijo disgustado―. Creí que por fin tenía una novia.

Austin carraspeó en su lugar, mientras miraba a los lados del estacionamiento. Nunca había nadie por la zona, tan solo estaban los autos estacionados de los que trabajaban en el lugar, y la salida daba directamente a la carretera vacía.

―Sam, estamos apurados, ¿recuerdas? ―dijo, claramente aburrido con la escena.

―Sí ―coincidió Amber, mirando su celular―. Estamos apurados.

―Bueno, vine a llevarte a casa ―murmuró Sam cabizbajo―. Es eso lo que hacen los novios, pero ahora estoy realmente confundido.

―Bien, yo me largo ―soltó mi amiga dándose la vuelta―. Cuida de tu amiga, novia... o lo que sea. Lo siento Becky, estoy llegando realmente tarde.

―¿Qué? ―le pregunté―. ¿Vas a dejarme sola?

―Sube al auto Rebbeca ―dijo Austin―. No queremos impacientar a Sam.

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora