Capítulo 14: Vertiginosa sensación

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Me encontraba en una habitación del hospital, viendo como Lili Evans acomodaba libros por su tamaño en un estante.

Ella era una niña de seis años, rubia, delgada y con ojos color café. Historia clínica: «Trastorno generalizado del desarrollo no especificado de otra manera» (PDD-NOS).

El doctor Alex me comentaba su situación, pero yo no podía apartar la mirada de ella. Se concentraba tanto en acomodar cada cosa en su lugar, que me daba un poco de escalofríos.

—Ella presenta PDD-NOS. Es mi paciente desde que tiene tres años —dijo, ganándose mi mirada—. Al principio sus padres estaban preocupados por su comportamiento. Ya sabes, lo normal es que los niños jueguen con otros niños o que intenten interactuar, comunicándose o incluso llorando, cosa que ella nunca hacía.

La manera que tenía de hablar sobre ella era distinta a la forma que tenía con los demás. Había dejado de hablar profesionalmente, comentando todo como en un chisme, y eso despertó en mí gran curiosidad.

—La tuvimos que internar hace once meses —agregó—, tuvo ataques de ansiedad, se ponía irritante, y muy inquieta. Le suministramos dosis diarias de ansiolíticos y neurolépticos. Y en esos tiempos empezó con las convulsiones, así que ahora además de los dos medicamentos, toma anticonvulsivos. También vienen especialistas que le motivan a hablar, escribir, dibujar, pintar o moverse, con bailes, juegos y animaciones, pero ella nunca presta atención. —Bajó la mirada, y entendí que él le tenía cariño, por eso su cambio al hablar—. Sus padres ya no vienen tan seguido como antes.

En eso, se escuchó un ruido, y ambos miramos hacia Lili, quien estaba tirando los libros nerviosa, pasando sus manos por su rostro y volviendo a empezar la tarea, acomodándolos nuevamente en el estante.

Nos acercamos a ella, pero ella ni se inmutó. Ambos la saludamos, sin obtener respuesta.

—Lili, te presento a mi nueva compañera de trabajo —dijo agachándose hasta quedar a su altura—. Se llama Rebbeca y tampoco habla mucho, quizá tú podrías ayudar a que dialogue conmigo. 

Lili no apartaba la vista de los libros, y mis ojos se aguaron.

¿Cómo es que las preparaciones de la universidad no sirven en estos casos? 

Por aquellas cosas era que jamás me especializaría en el área de pediatría, no podría con tanto. El corazón se me estrujaba al instante, seguía siendo egoísta.

Pero realmente eran cosas fuertes, yo era capaz de aguantar ver a algún joven desangrándose, a una mujer en las últimas etapas del cáncer, o hasta un anciano agonizando —son ejemplos concretos, lo siento—, pero jamás de los jamaces podría ver a un niño en cualquiera de esas condiciones. Saber que, en su infinita inocencia, aun en estados deplorables siguen sonriendo a pesar de todo, o en el caso de Lili, ensimismados, centrados solamente en su mundo, como si fuera que todo iba bien...

El doctor Alex empezó a tararear una canción, que rápidamente reconocí como "Oh Darling" de los Beatles, y Lili lo imitó, aún concentrada en el estante. Me sorprendí por el acto, ya que eso significaba que no estaba tan absorta en su mente como pensaba. El Doctor volvió a ponerse de pie, a mi lado.

—Me escuchó cantarla una vez —dijo refiriéndose a la canción—, al día siguiente me sorprendí al escucharla tararear.

—Tiene buen sentido de la música —dije inconscientemente, para luego reprenderme mentalmente, no sabía hasta dónde era bueno hablar de un tema como ese, sabiendo del aprecio que se notaba que le tenía el doctor Alex.

Pero él solo se rió... y su risa era muy bonita.

—Sí que lo tiene, y no es para menos, es una chica genial —dijo, haciendo que mi corazón se infle, sin saber el motivo.

***

—¿Cómo estuvo tu día cariño? —preguntó mamá en la cena. 

Nos encontrábamos los tres en medio del comedor, y mamá después de haber soltado los chismes que traía sobre su trabajo, decidió que ya era hora de interrogarme a mí.

—Estuvo muy bien, hicimos control a cinco pacientes —agregué con cierta emoción.

—¿No debían ser ocho? —aportó papá al cuestionario.

—Sí, pero primero el doctor chequeó mis heridas, y nos demoramos un tiempo. Aparte de que él insistía que debía descansar un poco cada tanto —dije sintiendo mis mejillas arder, y acaricié a Jo que se encontraba bajo mi asiento en la mesa, solo para controlar mis manos temblorosas.

—¡Que atento! Ese es un doctor que ama su oficio —dijo mamá orgullosa. 

Papá solo se limitó a fruncir el ceño y seguir comiendo.

Agradecí que el tema se zanjara ahí, porque si llegaban a hacer más preguntas no tenía idea de qué respondería, y es que en ese momento yo estaba totalmente confundida.

La sensación no se iba. El sonido casi musical de su risa hacía eco en mi cabeza. Su mirada examinando mis heridas, hacían que mi piel se erice. Y su tono de voz cargado de preocupación, hacía que mi estómago sufriera de un estirón, similar al que sentía cuando ascendía un elevador.

Esa sensación de vértigo, ya la asociaba con la curva de su sonrisa.

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin