Capítulo 69: Las redes de Sam

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La risa de Sam me resultaba siniestra, y no pude evitar volver a aquella época en la que no conocía al Sam inocente y simpático. Recordé sus cambios radicales de humor, y también pensé en que no coincidían muchas cosas en su personalidad, con las cosas que él hacía. Porque vamos, ¿quién pensaría que un muchacho que no sabe charlar con una chica y que a veces se comporta como un niño, podría ser un jodido narcotraficante?

¿Quién diría que el buenorro del doctor Alex estaba también involucrado en aquella venta de narcóticos?

Y por último, pero no menos importante: ¿alguien podría dejar de imaginarse a Austin vendiendo armas ilegales?

Respuesta general: Yo no.

En mi cabeza, podía ver claramente a la maraña de ideas deslizarse desde mi cabeza, hasta mi garganta, y queriendo desbordar como vómito.

―No me hagas ver como el tipo malo ―dijo Sam, todavía sonriendo―. La idea no era asustar a nadie. Más bien, es mi momento de asegurar que voy a cuidar de los míos...

―Solo estoy poniendo al tanto a nuestra amiga Becky ―dijo Austin, sonriendo con malicia.

―Es mi novia.

―Como sea ―contestó el chico, hastiado, y luego se aclaró la garganta―. Bueno, el cuento continúa.

―Sí, se viene la mejor parte ―dijo Sam emocionado, disfrutando de escuchar la historia.

―Seh, seh. La mejor parte, es cuando Alex le ve la cara de idiota a Sam, y le da medicamentos falsos ―hablaba con molestia, mientras Sam gruñía desde su lugar, enfadado―, haciendo que la reputación del narcotraficante más inestable de Minnesota, se vaya al caño.

―Lo cuentas horrible ―se quejó Sam―. Déjame seguir a mí.

―Adelante ―animó su amigo, bajo mi mirada aturdida.

La verdad no sabía si podía seguir añadiendo información en mi cráneo, pero quería escuchar qué más tenían para decir; para saber a qué me estaba enfrentando. Sabía que ellos dos iban a cuidarme de cualquier cosa, sobre todo Sam. Pero me molestaba saber que eran problemas que venían gracias a ellos mismos. Era como una paradoja en la que la enfermedad era la misma cura.

―Bueno, la idea en síntesis, es que el líder de uno de los grupos más importantes del agujero, después de aquello, hizo hasta lo imposible por arruinarme; porque claramente en estas cosas no hay devolución ―rió divertido e incrédulo―, y él no estuvo muy contento por haber perdido doscientas cajas en placebo. ¿Tú estarías contenta con eso, Becky?

Su pregunta me desconcertó al comienzo, pero luego caí en la cuenta que no era una pregunta retórica y debía responder.

―N-no, claro que no ―dije temerosa.

―¡Joder, no debes temerme a mí! ―alzó la voz y asentí despacio, logrando calmarlo un poco―. Bueno, nadie estaría contento con aquello... La cosa se puso peor cuando Austin estuvo en una de las peleas clandestinas que tanto le gustan. ―Negó con la cabeza, como si no coincidiera con aquello―. Louis mandó a Ben para que llamara a la policía. Fue esa vez que Austin estuvo en la comisaria, ¿lo recuerdas? Seguramente sí, ya que ese día nos hicimos amigos.

―Al grano, Sam ―cortó Austin―. Ya es algo tarde. y Becky debería dormir.

―En esa ocasión, secuestré a Ben. También lo debes recordar ―siguió, riendo―. Bueno, lo drogué y lo dejamos tirado por ahí ―comentó dirigiéndose esta vez a Austin―. Louis anduvo rondando a mi alrededor todo este tiempo, y al comienzo no le di mucha importancia... esta tarde, dos de sus sabuesos me visitaron, justo después de que ustedes se marcharan de mi apartamento.

Austin maldijo entre dientes, ganándose mi mirada.

―En estos momentos tengo ganas de golpearte ―dijo el chico, conteniendo su furia―. ¿Aun sabiendo que estaban siguiéndote, llevaste a Rebbeca a ese lugar?

―Todavía no termino... Ellos la vieron, saben quién es.

Mi corazón se detuvo por la impresión de haber escuchado un golpe en el suelo. Austin no paraba de negar desde su lugar, preocupado.

―¿Eso es malo? ―pregunté, y ambos posaron su mirada en mí―. ¿Muy malo?

―Ellos saben que eres mi punto débil ―dijo, tratando de alcanzar mi mano para tomarla―. Ellos quieren dañarte, dijeron que vienen por ti... pero no se los permitiré.

Besó mis nudillos y me regaló una sonrisa, tratando de reconfortarme.

―No puedes dejarla ni un segundo sola ―agregó Austin, escupiendo sus palabras llenas de resentimiento―. Eres un maldito imbécil.

Se levantó del suelo, enojado, y luego se perdió por el blanco pasillo, llevándose consigo mi mirada aturdida.

―No te dejaré, Becky. ―Se acercó y llevó su brazo a mi hombro. Atrayéndome a su costado, para apretujarme contra su cuerpo―. Seremos novios por siempre.

―Sam, ¿en qué estoy metida? ―pregunté sintiendo el miedo que me hacía temblar. La mano que estaba sobre mi espalda acarició mi brazo, mi hombro y mi nuca, haciendo un camino escalofriante con sus dedos. Besó mi coronilla e inspiró el olor de mi cabello, respirando entre suspiros.

Me sentía bien en sus brazos, y me daba miedo sentir aquella dependencia. Me asustaba esa incongruencia en la que el mismo problema era la solución. ¿Y si no solucionaba nada? ¿Y si tan solo me embarraba más, llegando al fondo del pozo, sin saber cómo volver a la superficie?

Tenía que confiar, Austin había dicho que Sam me cuidaría; y el rubio dijo que yo era su punto débil, que no podía estar sin mí.

Me hice más pequeña, para que los brazos del rubio me cubrieran del todo, escondiéndome de cualquier posible amenaza. Y era eso a lo que estaba acostumbrada, y en mi mente quería volver a los tiempos en los que los demás arreglaban los problemas y me protegían de todo. Solo quería volver a ser pequeña.

―Te metiste en mis redes, Becky ―escuché murmurar a Sam sobre mi cabeza, para luego sollozar―. Lo siento tanto.


Un pequeño gran problema [COMPLETA]Where stories live. Discover now