Capítulo 65: Soluciones simples

457 66 79
                                    

Natanael nos llevó hacia mi departamento, y nada más cruzar la puerta de entrada, a Dana le agarró un ataque de estornudos.

―¿Vas a resfriarte? ―pregunté, antes de darme cuenta de que era una pregunta estúpida.

Qué va, no sabía cómo actuar con niños.

―No lo creo... ―respondió mi sobrina con los ojos llorosos y su nariz llena de mocos, yo atiné a darle unos pañuelos―. ¿Hace cuánto no limpias éste lugar?

―¿Y eso qué? ―pregunté indignada, mientras la miraba con recelo, mi apartamento estaba bastante limpio y ordenado, me había esforzado...

―No, tonta... ―La interrumpió un nuevo estornudo―. Soy alérgica al polvo. ¡Dios, mi nariz!

Sin saber qué hacer o qué decir, la llevé hasta el cuarto de baño para que se dé una ducha mientras yo trataba de limpiar un poco. Pero, claramente no había mucho qué limpiar.

Cuando ella salió, vestida solamente con una polera mía que yo usaba para dormir, y que le quedaba como un vestido, empezó a negar y a maldecir, mientras sorbía su nariz e intentaba no estornudar.

―No, no, no. ―Sin poder evitarlo, estornudó nuevamente y miró la ropa que llevaba puesta―. Dime que no es lo que creo.

―¿Qué cosa? ―pregunté alarmada, sin saber a qué se refería, pero con miedo de lo que podría encontrar entre mis cosas, sabiendo que Sam y Amber no eran los mejores ejemplos para niños y se paseaban en mi hogar sin reparos.

―Dime que no tienes un gato, o un perro ―cuestionó horrorizada, y yo negué con la cabeza, sin saber hacia dónde iba la conversación―. ¿De qué es todo éste pelo, entonces?

Antes de que pueda comentarle sobre la existencia de Jo, el susodicho salió a nuestro encuentro, dándole el toque dramático que le faltaba a la situación.

―¡Lo siento! ¡No tenía idea! ―me lamenté mientras encerraba a Jo en mi habitación nuevamente. Ella solo negaba tratando de sonreírme, pero claramente estar ahí le afectaba, y yo no sabía qué hacer.

Amber estaba ocupada en el hospital, cuidando a mi hermana. Sam no era una opción, por lo tanto, Austin tampoco. ¿Qué podía hacer?

Llama a Terrence.

Podría hacerlo, solo para pedirle que me ayudara a pensar. Pero eso podía implicar también a Raquel, y no estaba dispuesta a oírla siquiera, porque sabía que no había cambiado de parecer respecto a mí.

«¿Puedes hablar?» pregunté en un mensaje, y no esperé ni un minuto para recibir su respuesta a través de una llamada.

¿Qué pasó, bomboncito?

―Hola papá, necesito tu ayuda.

¿Qué sucedió, hija? ―su voz mostraba clara preocupación.

―Verás ―titubeé, mientras dirigía mi mirada hacia la niña―. Estoy cuidando a la hija de Maddison, Dana. Creo que es alérgica a Jo, ¿qué se supone que haga?

Estoy allí en diez minutos ―contestó sin dudar y luego colgó.

Me puse nerviosa, ¿qué podría hacer? Lo único que me quedaba era esperar...

―Vamos abajo, estar aquí te matará ―le dije a Dana y rápidamente nos dirigimos hacia el estacionamiento.

Dana se había puesto su ropa nuevamente, por lo tanto estar afuera en el viento frío había hecho que sus estornudos cesaran, mas no se detuvieron sus mocos.

―¿Qué vamos a hacer? No puedo dormir en una habitación llena de pelos sin morir.

―Ya veremos qué hacer ―respondí pensativa―. Mientras, conversemos un poco.

―¿Tienes novio? ―preguntó rápidamente, como si hubiera estado esperando el momento justo para hacer aquella pregunta. Yo instintivamente pensé en mi novio Sam.

―No, ¿y tú?

―Tengo dos ―dijo de manera natural, y me atraganté con mi propia saliva a causa de la sorpresa, pero ella no prestó a mi ataque de tos, porque volvió a cuestionar―: ¿Y no te gusta nadie?

Tarde unos segundos en recomponerme, para poder pensar con claridad y elegir la respuesta acertada para dirigirme a una niña.

―Me gustan dos ―contesté una vez calmada, y estaba siendo sincera. Porque ya todos sabíamos que me gustaban dos, y no podía mentirle a una niña―. ¿Cómo haces para tener dos novios?

―Uno es de Chicago, y el otro de aquí. Es fácil cuando no se enteran de la existencia del otro.

Su respuesta tan simple me dejó pensativa. A lo mejor yo podría...

―¡Hola chicas! ―saludó mi padre mientras se bajaba del coche de mi madre, que no nos habíamos dado cuenta de que había llegado―. ¡Dana!

Dana salió a su encuentro y se abrazaron efusivamente ante mi asombro.

―¿Ustedes ya se conocían? ―pregunté sorprendida.

―Pues claro. Es mi abuelo, tonta.

―Pero, ¿desde cuándo? ―cuestioné entre balbuceos, sin saber a quién dirigir la pregunta, ya que todos parecían estar a un nivel más alto que el mío.

―Es mi abuelo desde que nací, deja de ser tan tonta ―me respondió obvia―. No te enojes, pero tengo sueño. Si quieres te cuento todo mañana, ahora tratemos de solucionar esto ―dijo Dana, nuevamente haciéndome quedar como si yo fuera la niña y no ella.

―Bien, tengo un amigo que trabaja cuidando mascotas. Solo debo llevármelo ―comentó mi padre mientras acariciaba el cabello de mi sobrina de manera cariñosa, y yo sentí un poquito de celos.

―Pero ella ni siquiera puede estar en la sala, supongo que hay pelos por todos lados.

―Eso es cierto ―coincidió ella―. A menos que duerma en la bañera.

―Ir a casa no es una opción ―aseguró mi padre―. Bueno, entonces será un hotel.

―Está bien ―dijimos ambas, con algo de pesar.

La solución fue tan fácil que me cuestioné internamente si todo podía ser así de sencillo. Eso significaría que todo el caos que armaba para solucionar mis líos solo era porque seguía pensando como una niña. Por más que intentara irreparablemente convertirme en una mujer hecha y derecha, solo seguía fracasando estrepitosamente. Incluso una niña de doce años tenía pensamientos más maduros que los míos.

Estuve a punto de darme vuelta para buscar a Jo, un poco frustrada por mi maraña de ideas, pero esta vez sí escuchamos a un auto acercarse. Y al darme cuenta que se trataba nada más y nada menos que del Jeep que tan bien conocía, casi me da un paro cardíaco.

¿En serio podía ser tan sencillo? 

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Where stories live. Discover now