Capítulo 67: Los fantasmas

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―Ellos vienen por ti, Becky ―dijo Sam, con un deje de angustia.

Lo primero que pasó por mi cabeza ―pues, la psiquiatría pensando por mí―, fue su declaración de unos días atrás, en la que me contaba sobre sus fantasmas internos. Pensé que podría tratarse de algo que se estaba saliendo de control en su mente; algo interno suyo, que le dolía demasiado y por eso estaba sufriendo como lo hacía.

―¿Quiénes son ellos? ―pregunté cautelosa, y lo vi cambiar su semblante decaído a uno lleno de ira en cuestión de segundos.

Volvía a tener el rostro contraído, y la mandíbula tan tensa que podía escuchar el chirriar de sus dientes. Las aletas de sus fosas nasales se expandían cuando respiraba sonoramente; eso me remontó a aquella vez que me atacó, ahorcándome con sus manos.

―¡Austin tenía razón! ―gritó y golpeó el volante repetidas veces. Lo hubiera frenado, pero verlo así me recordó su inestabilidad, y el pánico que le tenía―. ¡Ahora no puedo dejarte!

Abrió la puerta y salió del Jeep, trotando hacia mi puerta y abriéndola. Yo volteé para salir también, pero él se arrodilló y pegó su frente a mis pies descalzos, llorando.

―Sam, me estas preocupando ―dije mientras inclinaba mi torso hacia él y trataba de levantar su rostro con mis manos.

―No debes temerme ―habló cuando nuestras miradas coincidieron―. Necesito que me prometas algo...

―Sam...

―Promete que nunca te apartarás de mi lado, pase lo que pase ―pidió desesperado, y cuando vio mi cara de confusión volvió a pedir―: ¡Promételo! Por favor...

―Sabes que no me iré, ya te lo dije una vez... No me iré de tu lado. ―Sam me miró esperanzado, como un niñito a la espera de un regalo―. Prometo quedarme contigo, pase lo que pase.

Aquellas palabras hicieron eco en mi mente, retorciéndose como una sentencia. Una promesa que sabía que iba a traerme consecuencias en algún momento.

Él agarró mis manos para besarlas una y otra vez, mientras volvía a llorar, hipando y temblando descontroladamente. Aquello no era normal, y lo corroboré cuando vi su garganta y su pecho contraídos, junto al inicio de la hiperventilación.

―¡Sam! ―le llamé preocupada, pero obviamente no respondió―. ¡Dios! ¡Tienes que respirar!

Traté de levantarle del suelo, y lo abracé para calmar sus espasmos, pero no podía hacer nada por su respiración, y eso me desesperaba.

―¡¿Qué se supone que haga?! ―grité frustrada, pero pronto recordé que no debía ponerme nerviosa en esos casos. No necesitábamos dos personas alteradas―. Bien, respiremos juntos Sam ―dije, tratando de hablar suavemente, y logrando que al menos lo intentara―. Vamos, lo estás haciendo bien...

Seguimos así durante algún tiempo en el que no paraba de hablar con él, tratando de tranquilizarlo; y una vez que Sam recuperó su ritmo normal, quedó como ausente. Podía mover su cuerpo a mí propio antojo, y él no ponía resistencia; su mirada perdida y su falta de diálogo me hicieron saber que estaba en una especie de shock.

Hubiera llamado a Austin, para que lo lleve de ahí. Pero no podía dejarlo en aquel estado, no quería. Lo subí como pude a la habitación, y cuando ingresé al lugar, vi a Dana entretenida con su teléfono móvil.

―No pienso decir nada ―dijo ella, despegando la vista de la pantalla―. Hay cosas en las que es mejor no meterse.

La ignoré completamente, y dirigí a Sam hacia el baño. Mientras preparaba la tina con agua templada, procedí a quitarle la sudadera manchada de sangre, la camiseta y los pantalones.

Quedó solamente en bóxer, y así pude apreciar su cuerpo delgado y pálido, invadido por tatuajes, cicatrices y hematomas.

Verlo así, me agrietaba el sistema y hacía que desborde la angustia. Quería decirle que conmigo no sufriría más; que las cicatrices quedarían para siempre, pero que no aparecerían nuevas heridas. Que no me molestaba acariciar cada tatuaje de su cuerpo si con eso podía conseguir su calma, su paz.

Verlo así, hizo darme cuenta de lo mucho que lo apreciaba. Sí, lo quería. Pero no de la forma de quererlo a mi lado a pesar de todo; sino de la forma de querer su bien y su recuperación.

¿Cómo lo lograría, si ni siquiera sabía qué lo atormentaba?

Sin poder evitarlo, lágrimas surgieron de mis ojos.

Aquello fue como un botón de encendido para Sam, ya que reaccionó como en automático, sin pensarlo y abrazándome; llevó mi cara a su pecho, para acariciar mi cabello y susurrar:

―Shhh... no llores ―besó mi frente y terminó apoyando su mentón sobre mi cabeza―. Ellos no pueden lastimarte, las voces no son reales. Si las escuchas, solo diles que se vayan. A veces hacen caso.

***

―¿Con quién peleaste hoy? ―pregunté, mientras seguía lavando los restos de sangre en sus nudillos.

―Unos imbéciles estaban molestando ―habló indiferente, mientras que con su mano libre hacía chapotear el agua a su alrededor.

Él estaba metido en la bañera, que contenía agua de un color rojizo. Yo estaba a su lado, tratando de eliminar cualquier rastro de sangre en su piel, sentada sobre su ropa sucia para no mojar la mía.

―Ya te dije que no todo se soluciona golpeando a los demás, un día de estos conseguirás que te maten.

―No me gusta pelear ―dijo, deteniendo su juego y mirándome serio―. Pero a veces es necesario. ¿Nunca oíste la frase que dice que hay que pelear por lo que queremos?

―No es esa clase de pelea, Sam. ―Me incorporé para buscar una toalla para poder cubrirlo―. Se refiere a luchar por alcanzarlo, no a golpearlo.

―¿Y si lo que quieres está en riesgo? ―preguntó incrédulo.

―Pues, buscas la manera de cuidarlo, supongo.

Me acerqué, tendiéndole la toalla mientras él se incorporaba y escurría su cuerpo y cabello.

―Bueno, mi manera de cuidarlo, es golpeando a los que quieren dañar lo que quiero ―repuso.

―¿Qué tanto quieres, que está en peligro, y termina dañándote a ti?

Sin pensarlo, tomó mi mano y me atrajo hacia su torso desnudo y mojado, para apretarme en un abrazo posesivo.

―Te quiero a ti, Becky.

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¡Buenas buenas! ¿Qué hay?

Yo solo pasaba a decirles que se cuiden muchísimo, a dejarles un saludo y agradecerles por el apoyo. Son lo máximo ❤

Un beso de conejo, y un choque de codos con mucho jabón antibacterial. ❤🐰

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Where stories live. Discover now