Capítulo 9: Eso es acoso

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Postergué la visita a la señora Marga. 

Cuando el infiltrado escapó, sin decirme qué quiso decir exactamente con que Austin Reed tenía la culpa de todo —eso fue lo que interpreté, mas no lo que dijo—, intenté llamar al chico problemas a su teléfono móvil, sin obtener respuesta alguna.

Luego del octavo intento me decidí a esperar que él mismo llamara. Después de todo aún era temprano, y su última conexión en WhatsApp fue por la madrugada.

Mamá le había ordenado a papá terminantemente que no me dejara salir de la casa en lo que iba del día. Y eso fue lo que el señor Terrence se esmeró en cumplir, con un poco de culpa.

Me pasé la mañana, y parte de la siesta leyendo libros acostada en la cama. Estaba lo suficientemente enojada como para no tener ganas siquiera de pensar en bajar a almorzar con mi padre, así que no lo hice.

Me decidí a salir de la cama, a causa de un par de mensajes que recibió mi teléfono. Pensando que, tal vez, podría ser Austin pidiendo disculpas, o dando alguna explicación, revisé los seis mensajes.

Todos eran de Amber.

"Oye tuuuuuuu"

"Como te dije, el lunes empiezas con las prácticas."

"Los primeros días debes estar de 8 am hasta las 4 pm, con receso en el almuerzo"

"Podemos almorzar juntas si quieres, a que sí."

"Debes vestir normal, pero debes traer la bata, tus apuntes y los instrumentos si es que tienes, de no tenerlos no te preocupes, puedo arrebatárselo a alguien..."

"Ponte linda, que el doctor Alex Fernández va a estar detrás tuyo en todo momento."

Y solo eso bastó para despertar mi ansiedad, alimentándose de los nervios que ya tenía anteriormente.

Claramente no lo digo por el doctor —eso solo era un extra—, estaba ansiosa por empezar las prácticas.

Estábamos a jueves, y ya preparé todas mis cosas; mi ropa ya estaba planchada, mi bolso armado y con cuadernos nuevos, y mi kit de médico —que consistía en el estetoscopio, tensiómetro, termómetro, oftalmoscopio, y otoscopio— ya estaba a mano.

Y aun así, seguía buscando cosas que podría necesitar.

***

Tuve que bajar de mi habitación, para buscar frutas en el refri. Jo y yo estábamos con hambre.

Nos dirigimos al jardín, a escondidas de Terrence, a comer manzanas cortadas, y luego de un largo rato, el sol comenzaba a ocultarse y junto con aquella espléndida escena, bajaba la temperatura.

Al darme cuenta del frío de la noche pero no queriendo alejarme de ver el cielo despejado, fui a abrigar a Jo.

Estábamos sentados en el césped, en el límite del jardín junto a las paredes cubiertas por plantas enredaderas que ya no tenían flores a causa del otoño. Aquel muro había sustituido hace muchos años al cercado de madera por el que solía escapar Maddison, pero sinceramente, me gustaba mucho más.

Jo se dedicaba a jugar con las hojas secas del suelo y me sentí muy feliz por tenerlo. Era la compañía perfecta; silenciosa, pero llena de energía. La mascota que muchas veces me había levantado de la cama en mis momentos "sadness". Él no podía hacer nada por su propia cuenta, mas que comer muebles si no le daba su alimento. Y esas pequeñas cosas me motivaban a levantarme, saber que había alguien que dependía de mí.

Supongo que era exagerar, pero a Jo no lo cambiaría por nada. Un par de veces pensé que estaría mejor si lo dejara libre, pero no podía hacerlo, era muy egoísta en ese sentido. De todos modos, no podría dejarlo libre, ya que se hizo un pequeño bicho de ciudad; moriría alejado de mí en segundos.

¿Eso es lo que sentirán mis padres? Es decir, como para no querer dejarme ir. 

Odiaría si algún día Jo decidiera irse, hacer sus cosas por sí solo y dejarme en el olvido.

Sonaba estúpido, pero eran las cosas que pensaba cuando necesitaba despejarme. Tenía la tendencia de asociar el problema que me agobiaba, con cualquier pensamiento que cruzara mi mente en el momento. Un poco absurdo.

Un ruido de cristales rotos me sacó de mis pensamientos. Provenía de alguna de las casas vecinas; me levanté y agarré a Jo en el momento, luciendo mi instinto materno.

Pero luego de un momento, al no escuchar nada más, volví al suelo. Me alejé un poco más de la pared que sustituía las cercas y tumbé mi cuerpo por completo, recostándome en el frío césped, aun abrazada a Jo, y mirando el suave vaho que lanzaba de mi respiración.

Mi teléfono me anunció un mensaje de Austin, y sin apuros, tomé el móvil en mis manos.

"Solo tengo una cosa que decir..."

Esperé a que siguiese, pero no lo hizo. Así que lo incentivé.

"Dilo"

Pero no recibí respuestas de su parte, sino después  de casi quince minutos.

"Te enfermarás si sigues bajo el frío..."


Un pequeño gran problema [COMPLETA]Where stories live. Discover now