Capítulo 41: Ilumíname

582 92 125
                                    

Eran pasadas las tres de la madrugada, cuando los tres nos encontrábamos bastante ebrios.

Amber no paraba de enviar mensajes en su teléfono, y cada tanto se iba hasta el cuarto de baño para sacarse fotos obscenas. Y lo sé porque nos lo dijo descaradamente.

Sam era bastante divertido cuando estaba "bien", él me había contado muchas anécdotas de su vida con el pequeño Austin, sorprendiéndome de que en realidad el menor era el más maduro de esa absurda relación.

Dos vasos de whisky con hielo y una especie de probeta con whis-cola estaban descansando en una pequeña mesa frente a nosotros. De un lado, estaba Amber sentada en el suelo, sobre un almohadón, mientras que del otro, estábamos Sam y yo en el sillón.

Al comienzo, fue un poco incómodo el estar ahí bebiendo callados, incluso Amber había propuesto mirar una película, pero no tenía televisor, y mi laptop estaba muerta.

El alcohol realmente ayudaba a socializar, y lo digo porque habíamos terminado jugando cartas y contando anécdotas vergonzosas.

―Entonces, ustedes dos ―dijo una versión ebria de mi amiga, arrastrando un poco las palabras―, ¿están juntos?

―Estamos los tres juntos ahora, ¿no? ―respondió Sam por mí, mientras yo reía sin razón aparente.

―¡Oh! Sigues siendo irritante ―soltó Amber, negando con la cabeza―. Sabes a lo que quiero llegar.

Sam sonrió con malicia, atrayéndome más a su lado, en un abrazo por los hombros y besando mi sien. Yo lo aparté divertida, ya no me molestaba en absoluto su presencia, pero me sorprendía que me tratara de esa manera.

―Me gusta ―le dijo Sam a mi amiga, luego me miró y agregó―. Lamento creer que eras una mimada antes.

Él volvió a sonreír, mientras apoyaba su cabeza sobre mi hombro, que ya no dolía en absoluto.

―¿Mimada? ―pregunté indignada, mientras me separaba de él para observarlo― ¡Ni siquiera me conocías!

―Lo sé ―dijo riendo―. Es un poco hipócrita de mi parte prejuzgar.

―¡Maldición! ¡Ustedes apestan! ―gritó Amber desde su lugar, y siguió hablando con Sam, pero yo dejé de prestar atención para tratar de enfocarme en un ruido que parecía provenir del pasillo de afuera.

Luego de unos segundos, la puerta se abrió completamente, dejándonos ver la figura de Austin que nos miraba atónito. El escaneaba la escena con incredulidad, desde las botellas de whisky sobre la mesa, hasta el brazo de Sam sobre mis hombros.

¿Es que acaso estos dos no saben lo que es el respeto a la propiedad?

―¿Qué mierda? ―preguntó él, desde la puerta. Aún seguía con el torso desnudo, y se le notaban manchas rojizas.

Sam se levantó de golpe, atropellando todo a su paso para dirigirse hacia él.

―¡¿Contrataron un stripper?! ―preguntó mi amiga, totalmente emocionada.

―¡Viniste hombre! ―dijo abrazando con una mano al tenso Austin―. No tienes una idea de lo preocupado que estábamos por ti.

―Me hago una idea ―respondió él, con sarcasmo―. ¿Qué se supone que están haciendo?

―Becky, ¿de dónde sacas a tus amigos? ―preguntó Amber divertida―. Necesito saber el lugar y pasarme por ahí más seguido.

Guiñó un ojo a Austin y rió. Yo solo negaba ante la escena, hasta que mi lado medico afloró nuevamente con Austin; me levanté del sillón preocupada porque podía notar su nariz congestionada.

―Deberías tomar una ducha caliente ―le dije, mientras me acercaba a él y tomaba su brazo congelado.

―No. Solo vine a buscar mis cosas ―dijo dirigiendo lo último a Sam, y alejando mi mano de su cuerpo.

―¡Nos estamos divirtiendo! ―soltó Sam―. Vamos, quédate un rato. Chicas, ¿verdad que debería quedarse?

―Definitivamente sí ―respondió Amber coqueta.

―Ustedes están muy borrachos ―dijo secamente Austin

―Y tú podrías sufrir hipotermia así ―dije recorriendo descaradamente su cuerpo, efectos claros del alcohol en mi sistema―. ¿Por qué eres tan descuidado con tu salud?

―Rebbeca, pensé que ya habíamos dejado en claro eso.

―Solo opino, que un baño caliente te hará bien ―dije volviendo a acercarme a él―. Además, quisiste ducharte hoy más temprano, ¿no es cierto?

Me tambaleé y él me tomo por los hombros antes de que cayera patéticamente al suelo.

―¿Cómo hablas de cuidarme a mí, si no puedes cuidar ni de ti misma? ―espetó él.

―Yo creo que todos deberíamos ducharnos ―opinó Sam sonriente, empezando a sacarse la camiseta.

―Concuerdo ―dijo Amber y antes de que ella decidiera sacarse también la ropa, los calmé.

―¡Muy bien! ¡Nada de duchas por ahora! ―grité palmeando mis manos, y sintiéndome como el adulto responsable designado. Luego me dirigí al menor―: Aunque sea, déjame darte un abrigo, Austin.

Él me miró por unos segundos, hasta que vaciló y asintió.

Triunfante, lo tomé del brazo tirando de él hacia mi habitación, pero él era el que me ayudaba a mantenerme de pie mientras caminábamos por el estrecho pasillo.

―¿Qué es lo que estás haciendo? ―preguntó cuando ingresamos, y cerró la puerta tras él, quedándose parado y con los brazos cruzados.

―Pues, te voy a buscar un abrigo ―respondí obvia.

―No me refiero a eso ―dijo él, mirándome serio―. ¿Desde cuándo te emborrachas Rebbeca?

¿Y desde cuándo le importa?

―Eso no es asunto tuyo.

―Sí cuando lo haces con personas de mi entorno ―dijo acercándose―. Esto está mal.

―No me hables como si fueras mi madre ―espeté, mientras dejaba de rebuscar entre mis cosas y lo enfrentaba―. No tiene nada de malo beber un poco con amigos.

Terminé hipando, a lo que él soltó un largo suspiro.

―Deberías tener cuidado, no sabes en lo que te estás metiendo ―dijo acercándose a mí.

―No, no lo sé ―refuté, levantando la barbilla para mirarlo directamente a los ojos, desafiante―. Ilumíname.

Su semblante serio cambió a una sonrisa llena de maldad, y entonces lo supe.

Supe que lejos de iluminarme, su llegada solo podía significar oscuridad.

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum