Capítulo 50: Las promesas no siempre se cumplen

591 90 178
                                    

―¡Wow! ―exclamó Amber desde su lugar. Ella estaba impactada; Ella había visto toda la escena sin decir una sola palabra.

La miré de reojo antes de salir corriendo, mientras perseguía a Sam rápidamente por las escaleras, intentando que mi torpeza no me haga rodar por ellas.

Cuando salimos del edificio, y lo vi dirigiéndose a su auto, grité con todas mis fuerzas―: ¡Lo prometiste Sam! ―Él se detuvo en seco―. ¡Me prometiste que no harías algo estúpido!

Se volteó aturdido mirando a los lados, tratando de enfocarme pero fallando en el intento. Parpadeó varias veces, haciendo que densas lágrimas corrieran por sus mejillas.

Realmente no entendía nada de lo que estaba pasando.

―Siempre hago lo posible por contenerme. ¡Ah! ―gritó tomándose del cabello y jalándolo, de pronto cayendo de rodillas―. ¡¿Por qué me haces esto?!

Corrí hacia él, arrodillándome frente suyo. No sabía qué decir, no entendía su reacción y no terminaba de comprender totalmente sus balbuceos.

―Contigo me siento bien, tú logras que los fantasmas en mi mente se mantengan dormidos ―dijo sollozando―. Pero pensar en alguien haciéndote daño, ¡Dios, me estoy volviendo loco!

―¿Y qué harías Sam? ¿Golpearías a mi madre? ―le pregunté―. No puedes ir por la vida golpeando al mundo. Hay muchas maneras de solucionar las cosas, y esto era algo que me tocaba solucionar a mí, no a ti.

―Rebbeca, entiendo eso. Estoy aprendiendo todo lo que me enseñas ―tomó mi barbilla para que lo mire a los ojos―. Pero tú no me entiendes a mí... Antes de que estuvieras en mi vida, todo era un caos, no podía controlarme. Ni siquiera sé qué es lo que hiciste en mí. No digo que no tenga aquellos arranques de siempre, pero son más llevaderos cuando te pienso. Cuando pienso en tus manos en mi pecho, tocando donde palpita mi corazón. Si algo te pasa... ¡no quiero siquiera pensarlo! Pero si algo te pasa, yo estaría perdido en la oscuridad que hay aquí ―terminó apuntando su cabeza.

Él me dejó sin palabras, y fue mi turno de derramar lágrimas.

―Sam, no vas a perderme. Somos amigos, siempre voy a estar para ti ―dije, como tantas otras veces, pero ahora lo sentía realidad―. No voy a irme a ningún lado. Por más que no entiendas todavía que no somos novios.

Ambos sonreímos y nos fundimos en un abrazo; por su parte lo sentí posesivo, pero necesario.

Después de quedarnos un rato abrazados en medio del estacionamiento, tratando de convencerlo de que nunca me iría, llegó Amber con cervezas en ambas manos. Nos sentamos en la acera y seguimos bebiendo, como si nada hubiera pasado.

―No debería beber tanto ―dije, pensando en que últimamente todo lo que bebía era alcohol.

―¡Vamos! Nunca antes lo habías hecho, tu hígado está tan limpio que da asco ―dijo Amber―. Además me sorprende como lo procesas. La última vez bebiste un par de martinis y olvidaste hasta tu nombre. ¡Ahora te la pasas bebiendo y estas lucida!

―¿Nunca antes habías bebido? ―preguntó Sam, mientras enrollaba un cigarrillo de marihuana. Sabía lo que era gracias a las películas, pero nunca antes había visto uno en la vida real.

―No, últimamente hago cosas que jamás pensé que haría ―contesté honestamente.

―Tenemos mucho en común ―soltó él, pellizcándome una mejilla―. Es por eso que somos una linda pareja.

―¡Ustedes dos apestan! ―se quejó Amber disgustada ante la escena, y no la culpaba―. No puedo creer que pase un fin de semana en medio de una pareja amorosa.

Sam la miró, le sonrió genuinamente para luego posar sobre sus labios aquello que tenía en su mano, encendiéndolo para fumarlo.

―La vida apesta ―sentenció, inhalando aquel humo y conteniendo la respiración durante un tiempo prolongado. Sus ojos se volvieron un poco acuosos antes de soltar una densa humareda―. ¿Quieres?

Él me lo ofreció por haberlo estado mirando durante todo ese rato. Aquel peculiar olor no terminaba de convencerme, ni tampoco el hecho de que jamás hice algo parecido.

―¡Oh sí! Esto es justo lo que necesitaba ―contestó Amber por mí, y tomando el cigarro entre sus dedos.

Ella repitió lo que había hecho Sam, pero al tratar de devolver el humo, comenzó a toser y a maldecir.

―¡Maldita sea! ¡Esto sí que es bueno!

Volvió a fumar un par de veces más, antes de devolverlo a Sam.

No volvieron a ofrecerme, pero eso no impidió que yo lo pidiera.

Si bien no me atraía del todo, me llamaba la atención. Mis padres me habían hecho prometer durante toda mi adolescencia, que me alejaría de cualquier cosa que tenga que ver con las drogas. Yo no tenía nada en contra de la marihuana, pero sabía que era ilegal.

De pronto la niña que había prometido aquello con total devoción, me pareció súper lejana.

Estaba claro, ella nunca fui yo.

―Tienes que tragar el humo, y luego inhalar un poco más. Aguanta un poco, hasta que el humo haga su recorrido, y luego lo sueltas ―explicó Sam, mostrando lo que tenía que hacer.

Cuando el pitillo estuvo entre mis dedos, lo sentí pesado. No realmente, pero pesaba en mi interior.

Hice exactamente lo que me dijo el rubio, tragué el humo y tomé un poco más de aire, pero comencé a toser antes de largar el humo, haciendo que me atragantara.

Amber rio divertida, pero al ver que a Sam no le daba gracia, decidió sumergirse en su celular.

Yo volví a intentarlo, esta vez un poco más lento. De esa manera pude apreciar cada sensación.

La densidad del humo viajando por mi esófago era inesperada. Me recordaba a aquellas veces que debía nebulizarme y el vapor se deshacía en mi interior; solo que esta vez, el vapor no se extinguía, y era más bien algo rozando lo sólido.

Solté el humo por la nariz, haciendo una mueca de disgusto por el sabor amargo que dejó en mi lengua.

Lo hice una vez más, y Sam lo apartó de mí.

―Muy bien, dulzura ―dijo mientras fumaba de prisa―, no queremos que te dé una pálida, ya estuvo bien por hoy.

Después de eso me sentí relajada, como si el peso de todas mis preocupaciones anteriores se disolvieron con el humo expulsado desde mi interior.

No había sido tan malo después de todo.

Toda mi vida crecí creyendo que hacer aquellas cosas me hacían una mala persona, que si lo hacía, moriría de culpa y lloraría por defraudar a mis padres.

Y ahí estaba yo. No sabría decir si era una mala persona o no, pero el hecho de haber roto un par de reglas me cambió en otro sentido. Me sentía más descontracturada, me sentía renovada, con fuerzas nuevas, fuerzas para afrontar cualquier dificultad que se me presentara, cualquier problema que se me cruce.

Si hay problemas, que vengan de a mil.

――――――――――――
A ver, a ver.
Éste es el momento en el que les digo que no consuman drogas y todo eso 😂
No puedo decirles lo que tienen que hacer, tampoco decirles que las drogas son malas; es una cuestión de principios y voluntad. No se los recomiendo a las personas que no tienen autocontrol, por ejemplo.

En éste sentido soy como Becky, no estoy en contra de las drogas, pero sí del mal consumo y las adicciones. Como con todas las cosas... aparte de que algunas son ilegales y toda esa cosa.

Bueno, ahora antes de embarrarla más, voy a lo otro. 😂

¡Ya subí el prólogo de mi nueva historia! La pueden encontrar en mi perfil como "Melínoe".

Vayan a darle amor y a comentar qué les parece ❤❤❤

Besitos de conejo 🐰❤

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Where stories live. Discover now