Capítulo 38: Condicionada

564 98 121
                                    

Hice un repaso mental de todas las cosas que pasaron en esas últimas horas; pero antes de empezar, me di cuenta que, aunque aquellas cosas no iban acordes a mí, me sentía ya más relajada, como si todo este tiempo hubiese necesitado romper un poco de reglas para sentirme desestructurada.

Aunque claro, para ser la primera vez, estaba claro que se me escapó un poco de las manos.

La lista era un poco larga:

Salí de fiesta.

Me embriagué.

El doctor Alex se duchó en mi baño.

El doctor Alex besó mi hombro.

Seguí el plan de una persona emocionalmente inestable.

Le mentí, y le robé a una anciana.

Estuve en el mismo auto que un drogadicto.

Le mentí a un policía.

Fui atacada por una persona emocionalmente inestable.

Y por último...

Revisaba las heridas de Austin, en mi sala y con la bata puesta.

No sé en qué momento pasó todo aquello.

―Pero con una condición ―dijo él, con su tono burlón de siempre―, ya que está claro que a Rebbeca no le interesa mi estado, la condición es que me revises... con la bata médica puesta, doctora.

Ante lo dicho, solo pude reír, pensando que era una broma, pero dejé atrás las carcajadas cuando noté que estaba hablando en serio. Él pensaba que mi bata, era una especie de disfraz, y que tenía dos vidas; como un superhéroe.

―No puedes estar hablando en serio.

―Tómalo, o déjalo. Yo no estoy preocupado ―dijo volviéndose a acomodar en el sillón cerrando los ojos.

A pesar de las dudas, lo dejé en su sitio para ir hacia mi habitación. Allí encontré a Jo dormido encima de papeles de diario rasgados, casi me altero por el desastre que había hecho, pero recordé todo el tiempo que lo había dejado solo y me sentí culpable. Sin embargo, me enfoqué en lo que necesitaba.

Busqué mi kit médico, me puse la bata, y me dirigí nuevamente hasta la sala, en donde encontré a Austin completamente dormido.

Verlo así quietito y con la boca cerrada, produjo en mí sentimientos encontrados. En primer lugar, porque cuando tenía las facciones relajadas podía acordarme de que, en realidad, a pesar de que siempre fue un chico malo, seguía siendo eso: un chico.

¿Cómo un niño podía descontrolar todo a mi alrededor?

Y la pregunta que aún más me costaba reconocer: ¿Cómo podía ese mismo niño, descontrolar todo dentro mío?

Me negaba. Podía excusarme y decir que siempre que él hacía acto de presencia, ya sea solo a través de un móvil, me ponía nerviosa porque eso solo podía indicar problemas.

Y es ahí donde estaba la contradicción.

En esos momentos, sentía tan llamativo ese caos andante... sentía la necesidad de descubrir hasta qué punto podía relacionarme con él, sin ser consumida por la vida que él llevaba.

A lo mejor solo me sentía así por ser una de las pocas caras conocidas que tenía ahí. Por el arraigo.

Por más que por años lo hubiese negado, le tomé aprecio. Aquellas tardes que pasábamos juntos, obligados a cooperar el uno con el otro... era imposible que no tuviera un pequeño pedacito de mi corazón aquel niño.

Recordé incluso las palabras de Marga, y me acordé de la pequeña fotografía que me dio cuando fui a su casa. En el cuadro, estábamos él y yo. Yo sonriendo a la cámara y abrazándolo por sus hombros; y él frunciendo el ceño y con los brazos cruzados. Papá había tomado esa fotografía en una de esas tantas tardes de estudio.

Él seguía siendo el mismo, el chico enojado con el mundo... o por lo menos así lo sentía.

Por otra parte, lo que hice esa noche, en todo momento fue muy imprudente. Me arriesgué demasiado cuando fui detrás de un tipo al que apenas conocía, es más, sabía de su reputación. Pero nunca antes había sentido la libertad de elección: yo decidí ayudarlos.

Esta vez no había restricciones, no estuvo el miedo de pensar que mis padres podían encontrarme haciendo cosas irresponsables.

Por más que Sam en algún momento hizo parecer como que si fui manipulada ―por su engaño respecto a Alex―, lo hubiera hecho de todos modos, por Austin.

¡Arg! Estás demente, Houston.

Como si todo aquello fuera poco, también estaba la atracción que sentía por el doctor Alex, que no podía negar ya que fue el motivo que terminó de convencerme.

Esto sí que es otro nivel.

Suspiré, tratando de alejar un poco mis conflictivos pensamientos y empezar a ponerme unos guantes de látex.

―Muy bien, hagamos esto ―dije, soltando el borde elastizado del guante, haciendo que el ruido al golpear contra mi piel interrumpiera el sueño de Austin, ya que se había sobresaltado.

Al verme, se relamió los labios mirándome de arriba abajo y sonriendo con picardía.

―Esto se ve como una de mis fantasías.

Ignoré sus comentarios y sus quejas mientras lo revisaba, él no paraba de molestarme por mi uniforme, y eso hacía las cosas un poco complicadas.

―¿Podrías callarte? ―pedí, mientras trataba de desinfectar la herida cerca de su labio.

―No ―contestó él simplemente. Por mi parte, presioné más fuerte el algodón contra la herida―. ¡Auch!

―No seas llorón, levántate la camisa. Vamos a ver qué es lo que te molesta en las costillas ―dije sonando profesional, aunque por dentro me moría de nervios al pensar en Austin con el torso desnudo.

Él murmuró algo incomprensible mientras alejaba la prenda de su cuerpo, luego me tomó ambas manos antes que pudiera siquiera tocarlo. Me miró con su ceño fruncido, como si acabara de recordar algo, como si de pronto algo hiciera click en su cabeza.

―¿Por qué estaba la ropa de Alex aquí? ―preguntó mirándome fijamente.

Su pregunta me tomó con la guardia baja y me tensé en el momento. Sus manos seguían en mis muñecas haciendo un poco de presión, podía sentir las palpitaciones aceleradas bajo su agarre.

Tragué saliva antes de responder.

―Porque sí.

Bien, la respuesta fue un poco vaga, ya que no sabía realmente qué decir. Pero lo que hizo a continuación, me dejó totalmente atónita...

―――――――――――――

Ya saben lo que sigue, estrellitas, comentarios y etcéteras 🖤
Si lees ésto, estas en mi corazón.
¡Besito de conejo! 🐰

Un pequeño gran problema [COMPLETA]Where stories live. Discover now