VIII

115 21 3
                                    



Escucha princesa, no ignores mi canto
Que la noche oscura está llegando.
Atiende mi voz, escucha mi lamento
Mi corazón va latiendo al ritmo de tu condena
Tus deseos de alejarte van rompiendo mi corazón
Y mis ganas de amarte van nublando mi razón.



Llegamos a nuestro barrio durante la mañana, al doblar la esquina de la cuadra que llevaba a nuestras casas, papá dijo que ya había localizado al vigilante y que él podía encargarse de todo porque no parecía tener mucho poder. Una vez que mi papá y Cristian dejaron el coche para ir contra el ayudante del rey y por el aparato, yo logré escaparme de mamá y seguí a mi padre, quería ver cómo eran los poderes de papá y si podría aprender a usarlos


Papá se acercó tranquilo a uno de los arbustos grandes que estaban en la vereda de nuestra casa, no supe en qué momento, ni cómo, apareció, con gesto de dolor, entre las hojas, el muchacho que estaba con el rey aquella vez, él había sido amable conmigo y me dijo que solo cumplía órdenes, estaba segura que en ese momento también lo hacía por más que no era de su agrado.

— por favor— decía con lágrimas en los ojos— deténgase.

El pelirrojo derramaba lágrimas de dolor suplicando, mi padre parecía querer matarlo, no tenía ni un poco de piedad.

— él sólo cumple ordenes— interrumpí cuando vi que mi papá sacó un cuchillo y lo acercó al cuello de Alair— estoy segura de que si le perdonas la vida él no dirá nada ¿verdad?

— señora dama, lo juro, te serviré por siempre— dijo sin dejar de llorar— no me mate, yo sólo cumplo órdenes.

Yo me acerqué al joven y lo abracé, él se tensó por un momento y luego comenzó a llorar amargamente, repetía, cada vez que el llanto le permitía, que él solo cumplía órdenes.

— lo sé— me limitaba a decir.

— ahora soy servidor suyo, gracias por perdonarme la vida— dijo una vez que se tranquilizó. Mi padre solo miraba la escena con cara de horror.

— ahora ven conmigo, ¿juras que no me harás daño?

— lo juro mi querida dama— respondió poniéndose de rodillas— lo juro por mi vida y la de mi hermano pequeño, señora.

— bien— dije tendiendo mi mano para que se pusiera de pie.

— ¿hay alguien más por aquí? — dijo mi padre, Alair lo miro con desconfianza y no movió ni medio centímetro sus labios para decir alguna respuesta.

— por favor responde a su pregunta— dije.

— el rey me dejó solo a mí de encargado, me dijo que en el momento en el que su señor hermano volviera a la casa, le enviara esto— dijo y mostró un papel que guardaba en un pequeño morral de cuero que colgaba de su hombro.

— puedo verlo? — dije y él tendió su mano.

En él, no había nada escrito, devolví el papel y Alair aprovecho para tomar mi mano, mis piernas comenzaron a temblar y mi respiración se agitó un poco, de pronto vi a Alair parado frente al hermano de Cristian y éste le hacía jurar por su vida que lo serviría siempre.

— tu padre te entregó a mí y eres mío. ¿Juras por tu vida, que serás mi servidor?

— juro por mi vida y la de mis padres— dijo Alair.

HIJOS DEL FUEGOWhere stories live. Discover now