XXXVI

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Esto es el ojo de la tormenta
Ya no hay nadie que se lamenta
Por todo lo que hemos pedido
Porque saben que después de esa paz
Solo llega el olvido.


"¿Por qué debo ver morir a mis amigos? ¿Por qué tuve que ser la encargada se ayudar a Cristian? ¿Por qué el Dios de dioses simplemente no baja y destruye a este que causa tanto problemas?"

Esas preguntas inundaban mi mente a medida que nos acercábamos al trono, Cristian y Yuki dijeron mi nombre al mismo tiempo, supongo que porque yo estaba más lastimada, Cristian miro a Barsha y abrió sus ojos como platos, Yuki me miraba enojado, lleno de rabia, se movía incómodo.

"No te muevas, no hagas nada"— pensé, intente hablar, abrí la boca, pero no pude emitir ningún sonido, ya respiraba con dificultad.

Un momento después entró la reina y detrás de ella, Axalia, todo iba de acuerdo a mi visión, Yuki comenzó a moverse más incómodo, clave mis ojos en él, le rogaba para que no hablara.

— ¿no es fantástico? ¡Somos tan buenos que hasta dejaremos que te quedes con ella! — agregó el rey— anda, elige hermanito.
— no puedes caer tan bajo— dijo Yuki.
— No hablo con inútiles como tú, ni siquiera sé por qué estás en mismo equipo que mi hermano, ¡Escoge Mizu!
"¡Demonios cierra la boca Yuki!"

El rey bajo y se acercó a Barsha, después a mí, me tomó del pelo y estiró mi cabeza, realmente me dolía, pero por alguna razón, eso permitió que mi garganta se abriera.


— No hables Yuki— logré decir.
— escucha a la niña— agregó el rey y luego se acercó a Axalia— a ver si escoges a tu madre.
— Eres detestable— dije, Uzziel dejo a Axalia y volvió a acercarse a mí— me das asco.
El rey volvió a tomarme del pelo y acercó sus labios a mi oído.
— no me provoques porque sabes de los que soy capaz.
— ¿En serio ese era tu plan, matar a esa gente, a tu propio súbito, para mostrarme lo capaz que eres de hacer daño? Tú no eres nada sin todos los que te rodean, lo sé— dije y comencé a toser, pero rápidamente me repuse— pero tú no me conoces a mí.

Me arriesgue como nunca antes lo había hecho, tomé su brazo y comencé a quemarlo, el empezó a quejarse y varios guardias se acercaron, como no me habían atado las manos, puse mi brazo sobre el cuello del Rey y comencé a quemarlo. Mientras amenazaba a los demás guardias con quemarlos, Cristian se movió rápidamente y, como todo un caballero, apartó a los guardias que estaban a mi alrededor y luego se acercó a su madre, para protegerla, Yuki por su parte movió a Barsha, sacándola del shock, el Rey me golpeo con su codo pero, a pesar del dolor, yo no solté su cuello, rápidamente me empujó, no tenía tanta fuerza por la paliza que había recibido minutos antes, así que ya no pude sostenerme, vi que uno de los guardias abría la puerta y entré en pánico, las arañas de fuego podía matar a cualquiera.

— ¡CRISTIAN! — Grité y señalé hacia las arañas— derrítelas, tú lo puedes hacer.
— pero tengo que tocarlas.
— ¡tú puedes! — grité nuevamente, de pronto sentí un ardor en mi brazo, varias arañas pequeña se subieron a mi brazo y se encargaron de quemarme.
— vas a pagar por esto, tú, mi hermano y todos— dijo el rey mirándome a los ojos, se notaba muy molesto y acariciaba su cuello, su brazo derecho también estaba bastante quemado, pero el cuello lo había quemado más, una persona normal ya habría muerto en esas circunstancias, pero él era un vestaino y podía soportar el calor, más que cualquier otra persona.
— tú vas a pagar por matar gente inocente, tú y tu madre— murmuré, realmente me dolía el cuerpo entero.

Levante la mano para dirigir el calor hacia el rey, pero otro gran dolor detuvo mi brazo, uno de los guardias me había cortado con su espada, estaba parado detrás, gracias a la vida no me atravesó, sólo fue un corte.

— ¡COBARDE! — gritó Yuki.

Sin pensarlo mucho levante el otro brazo y dirigí el calor hacía el rey hasta que su ropa ardió en llamas, era cierto que él soportaba el calor, pero la ropa era simple tela, el rey comenzó a gritar, los guardias corrieron hacia él, yo miré hacía Yuki, él y Barsha estaban bien, pero Cristian seguía peleando contra algunos guardias, ya estaba ganando cuando la reina se acercó a él, su pequeño cetro se había convertido en una espada diminuta, parecía una aguja más grande de lo normal, estaba por apuñalar a mi vecino pero Axalia se puso en frente y recibió la espada.

— ¡Umadalia! — grité hasta la reina me miró sorprendida— ¡no!

Sin saber de dónde saqué fuerzas, corrí hacia ella, mis piernas temblaban, pero no me importo, no quería ver morir a mi tía, a la mamá de Cristian, no quería.

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