XXXVII

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Princesa mía, dilo de una vez
Dime que me amas como yo lo hice aquella vez.
Esa tarde de verano, cuando el sol quemaba mi piel
Cuando el agua daba vida y tus besos daban sed.

Princesa mía, mi adorada
¿Por qué me juegas así?
Te he buscado desde siempre
Para encontrarte, por fin, aquí

Mis ojos de cielo buscan tus ojos mirar
Tus labios de tierra buscan mis labios besar.
No lo ocultes princesa mía
No lo trates de esconder,
Ama a este ser que te ama y déjate al fin querer.


Nuevamente me desperté tarde, era el tercer día de clases en mi nueva escuela y el tercer día que me quedaba dormida.

— ¡Julieta! Ya no tienes tiempo de desayunar, tu mamá se está yendo al trabajo— gritó mi papá desde la cocina.


Era extraño verlo tan a buenas con mi mamá, hacía dos meses que volvieron a estar juntos, dos meses que yo salí del hospital, pero no me molestaba tener a ambos en la misma casa.

— Ya voy, no grites— respondí.

Bajé corriendo las escaleras, le di un beso en la mejilla, tomé mi sándwich de queso, entre al auto corriendo y después de un suspiro, tome un poco de agua.

— ¿tienes todo Julieta?

— todo— respondí hinchando el pecho orgullosa

— muy bien ¿y tu mochila?

Me desinflé y tuve que salir corriendo por mi mochila, ¿cómo podía ser tan despistada?

— ¡corras en las escaleras! — advirtió mi papá.

Estaba ahí, en mi cama, bien cargada, llena de todo lo que necesitaba para el día, me acerqué y lo tomé, al levantar la vista, miré por la ventana, la casa del frente era muy bonita, realmente me encantaba el estilo de campo que tenía, desde mi cuarto podía ver la sala, estaba deshabitada desde que salí del hospital, no entendía por qué una persona hace una casa así de hermosa y se va a otro lado, yo haría lo que sea por vivir ahí, por alguna razón esa casa me atraía mucho. De pronto me pareció ver a alguien en la casa, supuse que era mi imaginación, pero de igual manera me quede mirando por si volvía a ver algo.

— tu mamá ya fue Julieta, vas en autobús— dijo mi papá.

— ¡demonios!

Odiaba el autobús, nunca podía sentarme y los pasajeros normales no querían a los alumnos. Baje las escaleras totalmente desanimada, ya no quería ir a la escuela, conste que cuando estudiaba en casa, era lo que más quería hacer.

— ¿qué tal si pasamos un día de padre e hija? — dije al llegar a la cocina.

— tu mamá me va a matar, además tengo dos clientes ésta mañana y necesito que la casa esté vacía, sabes que no trabajo con personas amigables.

— pero...

— toma otro sándwich, estás muy delgada, vete, la parada no está muy lejos.

Caminé lentamente las dos cuadras que me separaban de la parada, realmente no quería ir al colegio, pero tenía que obedecer. Me senté en el banco y esperé, el bus tardaba más de lo normal, miré el reloj de mi mano y ya estaban por ser las 7 de la mañana, iba a cumplir el récord de llegar tarde. Estaba distraída mirando la puerta de una casa cuando dos hombres cruzaron frente a mí, uno de ellos clavó sus ojos celestes en los míos, noté un brillo extraño en sus ojos y sentí una punzada en el corazón, el otro hombre era alto y pelirrojo, ambos estaban trajeados, ni se inmutó con mi presencia y cuando el de ojos celestes me miró tuve la sensación de que el pelirrojo lo estiró.

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