XXII

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Dime Oráculo de los sueños si este algún día se cumplirá
Dime oráculo de los sueños si su amor poder alcanzar.

El calor de sus ojos tristes acompaña mi existir
El frío de su piel blanca quema mis ganas de vivir.

Dime oráculo de los sueños si algún la volveré a ver
Dime oráculo, ya no calles, dime si reencontraré su querer.



Deseé con todo mi corazón que ese momento nunca acabara, Cristian me abrazaba y yo a él, podía percibir mucho más que un simple abrazo, sentía mi sangre recorrer rápidamente por mis venas y como mi corazón latía junto al suyo, mi cabeza estaba posada en su pecho y mantuve los ojos cerrados por un momento.

— Tenemos que huir— habló Yuki, me había olvidado de la presencia de los demás por un momento.

— Así es majestad— agregó la mujer. Yo abracé con un poco más de fuerza a Cristian y él también a mí.

— Estaba muy preocupada por ti— dije ignorando a los demás que estaban en la habitación— Alair nos traicionó, él me mostraba imágenes que no eran ciertas, también Ileana me nos traicionó, Yuki me pidió que nos fuéramos juntos a Ohian.

— ¿conoces el camino a Ohian? — preguntó Cristian tomando mi rostro entre sus manos, por un momento miró mis labios y luego clavó su vista en mis ojos.

— no, Yuki lo conoce— dije y luego recordé que no los había presentado como era debido, tal vez no era momento, pero aun así lo hice— Cristian él es Yuki, me salvó la vida cuando llegue a éste mundo y, con su madre Marzalea, me cuidó.

De pronto caí en cuenta que Yuki había mirado toda la escena, él clavo sus ojos celestes en los míos y, como si me hubieran dado una orden, me aparte un poco de Cristian ¿Por qué lo hacía?

— Yuki, él es Cristian, mi vecino— lo presente.

— Ya lo conozco— agregó Yuki apartando la vista.

— Tenemos que irnos, las presentaciones podrán hacerse después— dijo la señora.

— Sí Axalia— agregó mi vecino, ese nombre me pareció conocido.

Cristian tomó unas bolsas, yo no sabía de dónde aparecieron, una se puso él, como morral y la otra me lo puso a mí.

— ¿el guardia te hablo del ropero? — Preguntó la nana, yo lo negué con la cabeza— te dijo que había ropa ¿verdad?

— ah, sí, ropa para cambiarme— respondí.

— bien, esa es mi señal— dijo y se transformó en una mujer bastante más delgada con cabello plateado opaco como si se resistiesen a cambiar del color negro que tenía en gran parte de las puntas y sus ojos celestes eran enormes, parecía ser pariente de Yuki.

— ¿qué sucede? — preguntó Yuki.

La mujer sonrió y Cristian nos explicó que ella, en realidad había vivido así, con esa forma, como Axalia, desde que el rey, padre de Cristian, la llevo al castillo, casi toda su familia había sido asesinada por culpa del Rey de Vesta y ella, a cambió de su vida, cuidó a Cristian y a todos los demás niños del castillo.
Nos acercamos al ropero, Axalia movió la ropa, tomó una bolsa y cargo algo ella en el morral, se la dio a Yuki y luego nos pidió que la siguiéramos. Yo pensé que ella estaba loca ¿quería ir a Narnia o algo parecido? pero no, cuando entré al ropero, en este no comenzaba un bosque, había un agujero en una esquina, lo bastante grande como para que Yuki y yo entráramos al mismo tiempo, ¿por qué había pensado en Narnia?, no lo sabía, ya nada debía de sorprenderme en este punto, pero ahí estaba yo, sorprendida, por ese agujero debíamos escapar. Primero pasó Axalia, después yo, me siguió Yuki y por último Cristian, según la nana más adelante el camino se estrechaba un tanto que por eso debíamos entrar uno a la vez, a gatas, avanzamos por una especie de túnel que parecía interminable, de pronto Axalia se detuvo a unos cuantos metros de andar.

HIJOS DEL FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora