XXXV

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Nuestras vidas están manejadas
Pueden ser por el destino o el azar
Solo quiero que sepas mi gran amada
Que yo nunca te lograré olvidar


Durante un buen tiempo traté de bajar del árbol, buscaba alguna manera de hacer que el piso esté lo más cerca posible de mis pies, realmente me molestaba la altura.

"¿cómo subí hasta aquí?" — pensaba. Recordé que Yuki me había ayudado.

No iba despertarlo, él estaba realmente cansado, como los demás. Me desaté de la rama y me moví lentamente para bajar, tenía miedo, pero sabía que la rama no era muy alta, eso habían dicho los demás para conversarme de subir. De pronto Cristian comenzó a hablar en sueño.

— yo lo voy a matar... yo...

"¿matar a su hermano?"

— déjala, déjala... te voy a matar.

"¿será que él también tiene visiones?"

— Julieta, corre, corre... ¿por qué no te vas?

¡Yo estaba en su sueño! No sabía si era bueno o malo, pero tampoco le presté mucha atención, tal vez todas las cosas que estábamos viviendo también lo afectaban y tenía pesadillas. Comencé a recordar la vez en que me besó y me dijo que me quería, pero rápidamente traté de disipar ese pensamiento porque Fa me había dicho que pensara más en la situación en la que nos encontrábamos. Sentí otra gota de agua fría, está vez en mi cuello, me fijé en Barsha aún dormía, mis horas de sueño ya habían acabado y mi cuerpo necesitaba moverse.

— no, no puedo... no podemos... Axalia... — Cristian seguía murmurando cosas mientras yo pensaba, traté de no prestar mucha atención hasta que dijo— es tu tía...

Recordarlo me sorprendió bastante, por alguna razón me exalté y moví bruscamente mi pierna, me desequilibré y, como era de esperarse, caí, la rama en la que estaba, no era muy alta así que no tuve más que un golpe en la espalda y el susto de mi vida. Me puse de pié, me sentía un tanto mareada por la caída, mi mente no terminaba de recuperarse, pensé en Fa y en la vez que me dijo que mi miedo a las alturas llegaba a lo ridículo, sonreí.

Me alejé de los que aún dormían, tenía tantas ganas de beber agua que parecía que mi cuerpo se movía sólo hacia el río, al llegar, después de beber bastante y de llenar mi cantimplora y la de Yuki me senté a la orilla del río, me puse a contemplar el cielo celeste profundo y las nubes tan blancas como algodón, un paisaje digno de fotografiar, una brisa suave calmó el calor del medio día y las nubes me hipnotizaron.

Poco a poco, con el viento, las nubes formaron palabras, primero "Vesta", después de un momento, cambio a "Ohian", después a "Kisar" y por último a Anemoi.

— Son los nombres de los reinos— escuché la voz de Fa en mi cabeza.

— Vesta, Ohian, Kisar y Anemoi.

Las nubes volvieron a cambiar, ésta vez formando ya una frase más larga "tienes el corazón de mi hijo, ayúdalo a traer paz, sólo podrá lograrlo contigo"

— El Dios de Dioses se está comunicando contigo, es su forma de hablar con los más atentos— volvió a hablar Fa, desde mi cabeza.

"Voy a traer la paz a éste mundo"

De pronto escuché unas pisadas y algunos murmullos, cuando me giré vi a unos niños de piel blanca, ojos rasgados y cabellos castaño, la niña y el varón, parecían ser de la misma edad, me miraron sorprendidos y luego corrieron hacia mí, por alguna razón intenté protegerme de ellos con mis brazos.

HIJOS DEL FUEGOWo Geschichten leben. Entdecke jetzt