XIV

128 17 16
                                    



Las estrellas me contaron de tu huida
Las nubes también lloran tu partida.
¿Por qué te fuiste amada mía?
Mi corazón ya no recuerda cómo se sentía
Amar a una persona que te ama sin medida.



Inaia se despedía de Arti, sus sentimientos eran evidentes, sonreía a cada frase que él pronunciaba, cada cierto tiempo colocaba su cabello detrás de la oreja, por más que este ya estaba bien ubicado. Por su parte Artiqueman era muy amable y no dejaba de sonreír ante lo que Inaia decía, lo último que hicieron fue abrazarse.

— Es triste ver como ella se muere por él y a él solo le importa sus experimentos— dijo Yuki que estaba de pie junto a mí.

— ¿por qué dices que a él no le interesa Inaia?

— sólo míralo, ella hasta le sonríe, mientras que él a penas y le presta atención, él es mucho más grande, supongo que no está interesado en niñas— respondió.

— ¿cuántos años tiene ella? — pregunté.

— cumplió 16 hace un tiempo.

"¿Dieciséis? Es decir que soy un año mayor que ella"— pensé, desde que la vi supuse que ella era más grande que yo, pero, inclusive, era mayor que Yuki, creo que no soy buena adivinando edades de las personas, primero Yuki y ahora Inaia.

— sé que parece más grande cuando esta seria y casi siempre lo está, pero siempre que Arti va a nuestra aldea ella sonríe como tonta— acotó Yuki, como leyendo mi mente— no sabe cómo disimular.

— es bonita seria, pero cuando sonríe es mucho más linda— pensé en voz alta.

Yuki me miró y sonrió luego se acercó a Inaia y Arti. No pude evitar recordar a Cristian, él también era mucho mayor que yo, además el sueño que había tenido hace dos noches me seguía torturando, ¿que se suponía que significaba eso? "Nuestros lazos son más de sangre que de amor" ¿cómo debía entender eso?

Después de despedirnos del científico de la tierra, nos encaminamos a la aldea del agua. Salimos muy temprano, cuando el sol apenas había iluminado el nuevo día. Como ya me lo esperaba caminamos hasta el mediodía, cuando el sol se encarga de tostar todo lo que toca. El calor era desesperante. Nos detuvimos junto a un inmenso árbol, el mismo que usamos de refugio cuando íbamos junto a los hijos de la tierra, era hermoso, frondoso y alto, brindaba una sombra fresca en medio de aquel casi desierto.

— este es el árbol del amor— dijo Inaia, Yuki y yo la miramos curiosos, luego de un momento de silencio, como quien quiere generar suspenso, continuó— aquí fue donde Ishtar y Aegnus se amaron por siempre y de ese amor, nació este árbol frondoso y fuerte.

— Nunca me contaste ésta historia— dijo Yuki.

— Nunca me escuchas— dijo un tanto molesta por la interrupción.

— Pero no sabía que había un árbol del amor— volvió a comentar Yuki, ignorando la clara señal de su amiga— nunca me lo habría imaginado, no me digas que vienen aquí cada cierto tiempo.

— Sí, vienen aquí para el matrimonio— respondió Inaia— una vez al año todos los que quieren bendecir su amor se acercan a este árbol para unir sus vidas con el lazo del amor, cada año a este árbol le nacen la cantidad exacta de lianas para unir a las parejas que deciden tener una vida juntos.

— es ridículamente romántico, pero quiero saber quiénes eran Ishtar y Aegnus.

— Ishtar era la diosa de la belleza y Aegnus el dios del amor. Cuenta la leyenda que cuando ellos dos se conocieron en la Magnifica Cuidad de Aisha, se enamoraron al instante, el problema principal era que Aegnus debía hacer que Ishtar se quede con Tebras, el dios Oscuro, pero tanto fue el amor de esta pareja que decidieron huir juntos y en este lugar se amaron, cuando Aisha se enteró de lo que hizo su hijo Aegnus lo maldijo y le sacó sus poderes de Dios, fue así que Tebras, en venganza, después de poseer a Ishtar por la fuerza, mató a Aegnus, aprovechando que este no tenía sus poderes.

HIJOS DEL FUEGOWhere stories live. Discover now